17. Era él.

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Camino rápidamente hacia la mansión y subo las escaleras al darme cuenta que él ha subido a la segunda planta.

Me detengo al momento de ver el pasillo oscuro, solo lo ilumina la luz de la luna que sale por mi cuarto.

Entro a mi habitación y cierro la puerta tras de mí sin encender la luz, porque sé que él prefiere la oscuridad.

La fría y temerosa oscuridad de la noche y el olor envidiado de la madrugada.

Me acerco hasta mi armario y me apoyo en él mientras observo Harry.

Mi señor.

—Marie, acercarte y siéntate a mi lado.

—No -niego con la mano-, así estoy bien, Señor.

Le sonrío pero me quedo congelada al ver cómo me mira fría y seriamente.

—No es una pregunta.

Miro mis manos entrelazadas en mi estómago y me acerco lentamente a su lado.

Sus ojos brillan con la luz de la luna.

—Quiero decirte... solo...-susurra y mira sus manos y luego al techo-, ¿he hecho algo malo?

Lo miro atentamente.

Sus emociones ya no me sorprenden como era habitual. Siempre es así, un momento enfadado, otro feliz y enérgico. El momento que me dijo "te quiero" pasa por mi mente pero lo olvido y vuelvo a mirar hacia él.

—Sí.

—Quiero decirte que soy el dueño de esta casa y el que manda, tengo obligaciones que hacer.

—Acostarte con las demás es tu única obligación al parecer.

Clavo fija mi mirada con la suya y veo como los suyos brillan.

—No lo entenderías, Marie.

—De acuerdo, muy bien...-suspiro y miro al suelo-, me parece genial que después de decirme que me querías te acostaras con Amanda.

—Marie.

Sigo mirando al suelo sin prestarle atención.

—Mírame.

Aprieto los ojos y subo poco a poco mi mirada hasta volver a estar frente a él.

—Y es la verdad, nunca te he mentido, te quiero.

Stockholm SyndromeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora