𝙷𝙴𝚁𝚁𝙴𝚁𝙾

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- Esto no se trata de las tierras - habló uno de los generales que se sentaba en la anticuada mesa que conservaba su lujo cada que la servidumbre la lustraba. Todos lo miraban con atención al hablar, entretanto, sabían que la serenidad del espacio se descontrolaría una vez que preguntaran porqué - Sabemos bien que la caza se está extendiendo demasiado. Comenzará una guerra si no calmamos al pueblo, la fachada se nos está desmoronando.

- Ya estamos en una - corrigió quien se sentaba al frente de la mesa, justo al lado de la lámpara de cristales que alumbraba el inusual color de su cabello y la insignia cromada de su traje - No existe forma de que los pueblerinos interfieran con la caza, este asunto queda fuera de sus manos - advirtió una vez que el hombre que antes había tomado palabra se silenciaba con recelo bajo su superior. El techo dejaba entrar la luz de las estrellas entre la tejida madera que colapsaría de no ser por las ramas de los árboles que se adhirieron a la estructura - Pero aún no puedo entender como, desde nuestras mejores bases, con nuestras excelentes tripulaciones, hemos conseguido tanto y no hemos podido llegar al talismán. Se suponía que sería el primero de todos. ¡Está bajo nuestras caras!

- Si nos autorizara para invertir los logros y venderlos por un mejor equipamiento, probablemente la labor se nos facilitaría a todos, incluso a usted, señor Gareth - respondió el hombre sentado a su lado - Si no se trata de la plata, ¿Por qué no facilitamos la excursión?

- Mi postura es firme ante eso y lo saben, no somos cazarrecompensas. Estamos recaudando estos tesoros para poseerlos, no para invertir con ellos - respondió fastidiado, pero sin desacomodar su esbelta postura - Debió suponer que los conservaríamos una vez que escuchó las ideas principales del consejo. Contemplo que ninguno de ustedes es capaz de proponer alguna propuesta realmente productiva. No los juzgo, es un terreno azaroso y protegido por las armas de los espíritus de las grutas, la única forma de proseguir es con magia ¡Y sus soldados son incompetentes para esta misión! me obligaron a intervenir personalmente con mi propia caballería. ¿Alguien podría explicarme como es que los intrusos ya avanzaron desde nuestras propias instalaciones hasta el corazón de la cueva?

- Están usando magia - acertó - Y tienen a Mara de su lado, ella es los ojos de la cueva, no habrían podido avanzar sin su palabra de por medio. Por más que lo intentamos, sigue sin hablar - habían logrado capturarla una vez que escapó, sin embargo no soltó ni una sola palabra.

- Yo mismo la interrogaré una última vez. No nos quedaremos con las manos vacías esta noche - se levantó de la silla para terminar lo que había comenzado, aún así, antes de abrir la puerta se detuvo a escuchar lo que a su espalda decían.

- Eso es lo que necesitamos. Mara es una tohuru, una sola pista, un simple final y arrasaríamos contra los mismos kaitiaki. Esos jóvenes no están perdidos gracias a ella - dijo otro de los generales - Lo hemos intentado múltiples veces, ella no se doblegará - dijo cuando su última oportunidad aún cargaba esperanza.

- Están olvidando lo más importante - declaró Gareth después de contemplar el discurso del resto del consejo. Lanzó frente a la mesa un par de dados transparentes que sacó de sus bolsillos, sus seis caras encerraban un cubo relleno con líquido, un espacio que sostenía en su órbita otro dado más pequeño, casi milimétrico, flotando dentro de su cubierta de cristal - Él tiene el diario. No sólo es un instructivo, tendremos todo lo necesario para acabar con los takirua una vez que descifremos sus debilidades y fortalezas.

Las horas habían pasado y se preguntaban cuando es que el día se anunciaría con el primer rayo de Sol, y sobre todo si podrían verlo. Cuando corrieron pudieron sentir el piso temblar como un eco fantasma de cuando el resto del entorno se había desplomado, ahora lo dejaban todo atrás. Ethan se detuvo cuando creyó escuchar una especie de aleteo, paranoico por lo que les esperaba del otro lado, miró a su compañero en busca de su certera conciencia, ambos lo habían escuchado.

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