1828
La mañana se había traspasado con la seda del día y el filo del sol por la tarde, Ethan movía las húmedas rocas de la orilla del creciente río, había estado lloviendo en su ausencia, por lo que el agua estaba algo turbia y las ondas continuaban restando eufóricas y salpicando las extrañas plantas y flores brillantes de su alrededor. Sentado, esperaba a que algún pez se asomara para tomarlo con sus propias manos, él no lo llamaría pesca, pues era carente de la gracia de aquella actitud, pero sin embargo, sus manos alcanzaban desde la lejanía al elegido entre todos. Su abuela lo habría mandado a traerle al menos tres para la cena, ya habría estado a punto de regresar a casa cuando algo lo hizo razonar como desde que se levantó de aquella antigua cama, la sensación fría del lugar se había apaciguado de una forma distinta, era como ser observado por algo que o tenía voz, pero que sin embargo lo protegía.
Al llegar a casa, sus manos estaban un poco manchadas de la sangre que no pudo limpiarse de los peces que rasgó con sus manos al tratar de atraparlos, ella lo miró de pies a cabeza mientras Ethan solo esperaba el próximo regaño con una mirada condescendiente, sin embargo, a cambio recibió una curiosa pregunta mientras su abuela se retiraba a la rústica cocina a limpiar con agua limpia y fría los cuerpos escamosos que reposaban en una olla.
- ¿Por qué no usaste la daga? - preguntó astuta mientras volteaba su cabeza para ver al joven sentándose en una de las sillas del pequeño comedor, aguantándose resoplar, él respondió sabiendo que su respuesta no sería de ayuda.
- ¿Cuál daga? - miró y preguntó en defensa propia a su abuela quien habría dejado el agua y los peces en el fregadero a sus espaldas solo para soltar una mirada irónica a su nieto. Ethan se levantó hasta dirigirse a su habitación donde él mismo pasaría el resto de la tarde preguntándose sobre el misterio que ahora acechaba tras su ambigua visita al inframundo - No quería ensuciarla - suspiró y dijo mientras arremangaba de nuevo las mangas a tres cuartos de su camisa y volteaba de nuevo a la puerta de salida, preguntándose si saldría de nuevo o se quedaría a leer en la misma casa. Retomó, tocó su amuleto sobre su cuello y cambió de dirección, tomó uno de los libros de las estanterías de la entrada, pero no era como si no supiera cual fuera, más bien sabía exactamente donde estaba el libro que quería tomar desde hace más de algunas horas, esperando pacientemente el momento para hacerlo - Saldré un momento.
Se sentó en una de las sillas del frente de su casa mientras veía debajo de los cimientos el pasado de ésta. El libro "Lágrimas de Sol" no había sido abierto por nadie hace mucho tiempo, estaba cubierto de polvo, al abrirlo delicadamente, las hojas amarillentas soltaron una ráfaga de partículas grisáceas que se iluminaron a través de la luz. Bajo él, sacaría de uno de sus bolsillos la preciosa daga que era bastante difícil de esconder bajo su ropa, incluso rasgó las orillas de la tela por más que tratara de que el preciso filo quedara boca arriba. Observó por un momento las preciosas texturas y grabados del centro y el mango de aquella, notó que parecía faltar algo en el medio de las letras, en medio de la "o", había un curioso hueco con una pequeña forma de espiral al centro y cinco pequeñas formas en forma de curva hacia arriba. Al principio había pasado este detalle por alto hasta que recordó que habría visto el aspecto de aquella chica en ese libro que había leído cuando niño. Tal vez había respuestas ahí, ¿de dónde venía?, ¿Qué realmente buscaba? Al pasar estas preguntas por su cabeza, un cálido viento recoloreó los ojos de Ethan con un brillo dorado. ¿Quién era Aroha?
Al empuñar nuevamente la daga con su mano izquierda, hojeó despistado pero en busca de algún boceto o información sobre aquella lisa espada, pero sobre aquello, no había ni una pizca de nada. Al terminar de revisar más de una sola vez cada hoja terminó por rendirse, creyó que encontraría respuestas pero solo más incógnitas, ¿Por qué lo único que había sobre ellos eran solo ilustraciones pero nunca una ubicación fija?, o alguien se esforzó mucho en derribar toda la información posible, o simplemente no se sabía realmente nada más. Pero ¡Sorpresa! al final de las páginas se encontraba una cita exacta traducida y original de el poema que había recitado en nombre de Aroha para acabar con su transición, como un honor "Taru manu" canción que los maoríes dedicaban a los cometas para dirigirlos a sus dioses. Un vínculo fuerte abrió su alma. Sea como fuera, alguien hizo esa ilustración con tinta y tenía que encontrarlo. El problema sería tener que preguntarle a su abuela sobre el origen de éste, la daga y todos sus planes más allá. Ethan soltó un suspiro y terminó por acurrucarse nuevamente en la silla para después levantarse y entrar con ella, pero al voltear, su abuela ya estaba frente a él con los brazos cruzados, él tan solo se detuvo, ¿para que perder más tiempo? justo cuando estaba a punto de hablar ella lo interrumpió.
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𝙴́𝚃𝙴𝚁
FantasyLas puertas grisáceas se abren y las sombras en las alfombras carmesí te atan a un destino que no conoces. Donde el tiempo tarda en ajustarse a lo conocido pero ordena todo lo qué pasa, dentro y fuera del paralelo. Un mundo en el que el pasado es la...