1830
Las linternas que descansaban en las paredes traicionaban la penumbra con su evaporada naturalidad al respirar en contra de su realidad, la flama renegada miraba hacía abajo, corriendo en el sentido contrario, engañando a la estela de partículas que fluían hasta el suelo y buscaban levitar al estrellar contra la alfombra estropeada con las cenizas. Los cuadros en las paredes eran completamente blancos, excepto una serie de pinturas que emergían cada siete lienzos vacíos. El pie de cada obra era desconocido. Cruzar el árbol de nubes les había abierto camino a un amplio pabellón, que a su fondo se dividía en dos senderos, y en medio de estos, un muro de azul armonioso que presentaba el único cuadro que rompía las reglas que la piedra figuró. Un reloj, mucho más terrenal, se hallaba retratado, entonando de un lado a otro el eco en las losetas que luchaban contra su sintonía. El reloj abrió sus puertas dentro del cuadro, moviéndose para mostrar que de su interior las piezas salían de su ventana, rompiendo su marco de madera y tomando el control que la piedra no le permitía hasta que se convirtió en un individuo como parte de ella, conllevando su existencia mutua. Stephan en seguida se protegió con su espada, separándose de la figura que tomaba pie entre la sala y ellos mismos. Ethan, por otro lado, sostuvo con la punta de sus dedos el mango de su daga en la funda desgastada y deshilada, debajo de la gabardina, protegiéndola y a su vez utilizándola con precaución. Con su otra mano retenía códigos adornados de cobalto.
Stephan, en frente de Ethan, perdió equilibrio al sentir como la máquina se presentaba frente a ellos, de forma que sus piezas metálicas, doradas y cobrizas, se desempolvaban, con pasos quebradizos y una sombra cortada en partes, fallándole a su anfitrión. El joven tomó su espada con ambas manos con la esperanza de no perder el control, desearía tener la tentativa firmeza que el reflejo de la hoja de su espada reflejaba a sus espaldas, del cómplice detrás suya, un hombre que a su vista era un pensador moral sabiondo de la manipulación piadosa, pero no era el momento de dejar escapar su valentía de nuevo. Hace tiempo que decidió no dejar que sus miedos se interpusieran en su camino y el de los que amaba, por consecuencia, se estaba poniendo en peligro ciegamente, lo seguía haciendo, continuaba como víctima de sus emociones. Stephan deseaba utilizar su espada desde el primer instante, y a mala gana, continuamente había una sombra deteniéndolo; Ethan lo tomó del hombro con esperanzas de conseguir su atención, moviéndolo a su lado y provocando que casi se tropezara, impidiendo que se acercara más al hombre de engranes; pensaba que de vivir en un lugar hostil, Stephan sería el primero que devorarían ante su impertinente insensatez. Pretendía protegerlo de otros depredadores como él.
- ¿Qué estas haciendo? Aguarda, es el primero de todos, sé asertivo. Tenemos que anticipar el primer ataque para ver nuestras mejores respuestas - dijo Ethan, Stephan no lo tomó como un consejo, sino como uno de sus muchos planes rezagados. No guardó su espada, más Ethan tampoco soltó su daga.
- ¿Tienes miedo? - respondió Stephan, intimidándolo y aguantando el pellizco más fuerte que había recibido en su vida.
Sin voz, el hombre del compás por corbata se acercó y ninguno de los dos decidió moverse. Las flamas que corrían de cabeza danzaron de arriba a abajo al ritmo de los pasos del reloj. Justo cuando su gran silueta se paraba en frente suya, removió el sonido sofocante de sus segundos al ajustar su corbata y las antorchas volvieron a girar hacia abajo con expectación. Ambos estaban confundidos, sorpresivamente Stephan fue el primero en tomar su espada y volver a convertirla en una joya sobre su cuello, dejando la defensiva atrás.
- ¿Qué es esto? - preguntó Ethan, con una responsabilidad sobre sus hombros. Stephan no lo comprendió, pero el brujo sabía que todas las entidades eran receptivas, y esperar una respuesta era lo mejor que podían hacer.
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𝙴́𝚃𝙴𝚁
FantasyLas puertas grisáceas se abren y las sombras en las alfombras carmesí te atan a un destino que no conoces. Donde el tiempo tarda en ajustarse a lo conocido pero ordena todo lo qué pasa, dentro y fuera del paralelo. Un mundo en el que el pasado es la...