William
«Estás de buen humor». No muchas ocasiones escuchó tales palabras dirigidas a él, pero con esa afirmación lo saludó su mejor amigo, Walker, al encontrarse en el elevador de la empresa. Aunque no fue lo único que señaló en su corto trayecto hasta su oficina, ya que también reprochó dejarle hacerse cargo de los resultados del pleito con los Ferrer, la frase captó la atención de William.
No podía replicar. Walker estaba en lo correcto, reflexionó un par de horas más tarde, jugando con uno de los bolígrafos, en la soledad de su oficina. Usualmente los lunes no eran un buen día, ya que no solo tenía que someterse a los juicios de Stefan, los cuales, constantemente le hacían cuestionar sus esfuerzos, sino también a todos los pendientes que surgían en cuestión de un par de días y por si eso no bastara, a últimas fechas, la panorámica que tener que ocuparse de negocios en el extranjero no le entusiasmaba demasiado.
No obstante, era un hecho que desde el día anterior muchas de las cosas insignificantes que habrían conseguido disparar su molestia, no causaron el mismo efecto. Eso era curioso. Aunque no del todo sorprendente.
Él conocía perfectamente el motivo o, mejor dicho, a la responsable de tal efecto.
Una chica que parecía un cachorro extraviado, suplicando por alguien que le diera cuidados. Casi sonrió al imaginar su cara ante tal referencia. Ella podía tener un aspecto ingenuo, pero tenía cierto genio, que pudo comprobar.
Sin duda ese fin de semana resultó demasiado extraño, porque no podía calificarlo de otra manera, pero definitivamente tuvo un efecto relajante en su humor, especialmente, después de varias semanas estresantes. Y es que ella resultaba divertida y en cierta medida interesante.
Aunque había afirmado con bastante certeza, no estar interesado en ella o en las chicas que era como ella, quienes claramente buscaban a un príncipe azul y una sortija incluida, el que no cayera por él o incluso mostrara un poco de interés en lo que representaba, lo dejó con una chispa de curiosidad.
No se consideraba un experto en cuestión de mujeres, pero si sabía un poco sobre ellas. Muchas buscaban algunas horas de placer, otras simplemente los lujos y detalles que su posición económica brindaba; mientras que otras tantas, mentían con la esperanza de conseguir dar un salto más allá. En esas últimas podía colocar sin problemas a Cherry.
Demoró demasiado para entenderlo, pero claramente Cherry consideró que Jonathan Ferrer era una mejor apuesta que él. ¿Qué diría ella de saber que sus cuentas superaban al mayor de los Ferrer? Aunque eso ya no importaba, no había tenido intenciones de retomar su anterior relación y no pensaba hacerlo, por mucho que ella expresara necesitarlo. Aunque lo inesperado, era la ausencia de noticias o llamadas suyas, lo que para él estaba bien, ya que, en esos días, sus pensamientos estaban puestos en otra.
Kenia Blem era completamente diferente a Cherry Burnett, mientras la primera de ellas era pasión y descaro fuera del ojo público, anteponiendo su reputación con un refinamiento ensayado; la otra era totalmente natural y con aspecto de hada sensual, que tal vez ni siquiera ella notaba. Quizás el no encontrar punto de comparación entre ambas era lo que despertaba su interés.
William no buscaba una relación seria, pero ¿sería tan malo probar algo distinto? ¿Podía seguir comportándose tan indiferente con él?
Una librería.
Ese parecía ser su negocio y lo sabía por pura casualidad.
Definitivamente, podía imaginarla sin problemas en ese tipo de lugar. Era guapa, pero tenía un aire de chica formal y aplicada. Cosa que debería haber bastado para hacerlo correr, pero se había encontrado pensando en ella en las últimas horas. Lo que terminó renovando su interés fue el volante encontrado en su auto esa mañana, al parecer cayó cuando buscaba sus llaves, pero ninguno se percató hasta que él tomó su teléfono de la guantera y vio entre los asientos el pequeño trozo de papel. Estuvo a nada de tirarlo a la basura, extrañado de encontrar eso en su vehículo, pero cuando le dio una ojeada, vio su nombre y datos, junto con la descripción del lugar, eso lo detuvo.