Capítulo 12

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Kev

―Si es tan amable de acompañarme, señorita. ―El hombre de elegante traje hizo un gesto hacia uno de los pasillos.

«¿Qué estoy haciendo aquí?», pensó absteniéndose de hacer una mueca.

No, definitivamente no ocuparían una de las mesas ordinarias, donde varios comensales se encontraban. Aquello habría sido demasiado sencillo. Sospechaba que aquella era la forma de vengarse por llevarlo a comer a un puesto callejero, pero al menos lo haría en privado. Un pequeño consuelo.

William seguía desconcertándola, aunque comenzaba a creer que estaba acostumbrándose a su forma tan inesperada de ser, siempre conseguía dejarla sin palabras.

Asintió y fue tras el hombre que parecía tan remilgado como cortés.

Era un alivio que no le hubiera dado un segundo vistazo, como en las pocas ocasiones que acompañaba a Heize. Sin duda eso era en gran parte porque su querida amiga tenía la costumbre de nunca avisarle ni señalar la etiqueta de vestimenta para el lugar.

Admitía que esa noche no lucía mal. Había elegido especialmente uno de sus mejores vestidos, uno un poco corto, en un color azulado brillante, con una caída en el frente, que favorecía su busto; tenía finos tirantes y al igual que las tiras que cubrían parcialmente su espalda. Era precioso, especialmente porque estilizaba su figura. Ese tipo de prendas eran su gusto culposo, además de los libros y vinos, por supuesto. Amaba los vestidos lindos y coquetos y tal como había señalado William no desentonaba con el resto de mujeres que vislumbró al ingresar.

―Adelante. ―El hombre se detuvo abriendo una puerta, bastante retirada del resto, en lo que claramente era un espacio privado.

«Si, definitivamente debería estar reflexionando sobre qué hago aquí», cavilo dirigiéndole una sonrisa tensa al empleado.

Se detuvo tras dar un par de pasos al interior, notando que dentro no se encontraba nadie.

―El señor Meller no demorará ―explicó el hombre, adivinando sus pensamientos―. ¿Le gustaría algo de tomar o un aperitivo?

Ella lo consideró unos segundos, ya estaba ahí, salir corriendo no tenía sentido, así que afirmó y ocupó un lugar en la mesa. Era mejor ponerse cómoda ya que posiblemente esperaría un poco.

Sin embargo, no fue necesario, tras salir el maître, William apareció en el marco de la puerta.

Le dio una sonrisa ladina, intercambio un par de frases con uno de los meseros antes de ingresar y aflojar el nudo de corbata. El traje reafirmaba la severidad de sus rasgos, haciéndolo lucir como todo un ejecutivo. No es que dudara de que pudiera hacer su trabajo, pero sabía de buena fuente que tenia sus descuidos.

―Lamento la demora ―habló, dándole una mirada apreciativa que no le pasó por alto.

―Recién llegué. ¿Cansado?

―Un poco. Era un cliente difícil.

No esperaba que respondiera, pero asintió observándolo ocupar el puesto frente a ella. No era al único que le gustaba apreciar la vista.

Rara vez preguntaba sobre su trabajo porque le daba impresión de que William creía que iría a contar todo a Heize, no que ella lo hiciera o que su amiga lo necesitara, y mucho menos que pudieran comentar sobre su persona, porque tampoco estaba al tanto de sus encuentros.

No era su intención ocultarlo, no obstante, aquello podría ser solo algo pasajero y lo cierto era que no había podido coincidir Heize, quien parecía tan ocupada como siempre. Le sorprendía cuando se daba la oportunidad de quedar de perder el tiempo haciendo cualquier cosa. Hasta hacia algunos meses, pensaba que su amiga solo podía pensar en el trabajo y los negocios, pero ya no era del todo cierto, en ese momento tenía a Stefan, que parecía distraerla. Lo que era bueno.

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