Capítulo 4

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Kev

Respirando profundo, examinó de nuevo su aspecto. Su maquillaje acababa de ser retocado y su pelo estaba en orden. Dio un par de pasos atrás, examinando el resto de su persona. El vestido era casi nuevo y aunque tal vez se ajustaba más a un restaurante que a un antro, no desencajaba demasiado, lo que era perfecto.

Cumpliendo con su palabra, Daniel fue puntual, recogiéndola a las 7 pm en su piso, para luego ponerse en camino, llevándola más lejos de lo pensado. Eso estaba bien, mientras más tiempo recorrieran, significaba que tenían más oportunidad de conversar, sin embargo, nunca espero que no fueran los únicos en el plan.

Los amigos de Daniel, entre ellos, un par de chicas, lo habían acaparado con charlas que ella realmente no supo seguir.

Apartó la mirada del espejo del baño, al escuchar como la puerta se abría, dejando entrar el fuerte sonido de la música, viendo a un par de chicas entrar. Sus pasos un poco atropellados, demostrando que el alcohol estaba un poco más alto de lo normal, pero ellas parecían tan animadas que se sintió envidiosa.

Tomando una toalla de papel secó sus manos y se dispuso a volver a la mesa.

Su camino no se vio obstaculizado y tuvo una buena panorámica de sus acompañantes, el lugar no estaba demasiado lleno, algo lógico ya que parecía ser bastante exclusivo. Por un momento deseo no haber visto, pero Daniel pasaba una de sus manos por debajo de la falda de una de las dos chicas que los acompañaban.

"¿Qué hago con ellos?". Aunque su experiencia en citas era poca, Kev estaba segura de que no se suponía fueran así. No solo eran los toques, Daniel prácticamente la había ignorado desde que llegaron al lugar. Solo faltaba que se las tirara delante de ella y aunque su paciencia era mucha, realmente comenzaba a sentirse molesta.

Aspiró de nuevo, poniendo una sonrisa en su cara y recorrió la distancia que los separaba. Daniel tuvo la decencia de al menos lucir un poco arrepentido y se hacer su mano visible.

Siempre pensó que Heize era un poco dura con sus hermanos, pero comenzaba a entender que ella no había exagerado ni una sola cosa.

―¡¿Todo bien?! ―preguntó Daniel, inclinándose ligeramente hacia ella.

―Si ―contestó siguiendo los movimientos de su mano. Estaba muy segura de que no quería que la tocara después de ver donde había estado.

―¿Otro trago? ―Asintió con un movimiento de cabeza, aunque no le apetecía beber más.

La inesperada atención de Daniel duró demasiado poco, tras unos minutos no solo parecía olvidarse de nuevo de su presencia, tanto que incluso se movió de lugar, dejándola al lado de personas que veía por primera vez.

Trató de seguir las conversaciones, pero no solo estaba fuera de lugar, porque la mayoría hablaba de fiestas y viajes, sino también porque actuaban como personas mucho más jóvenes. Si bien era cierto que ella le llevaba un par de años a Daniel, aquella diferencia parecía abismal.

Miró su vaso, que solo tenía los restos de algunos hielos. Un trago era suficiente y su instinto le indicaba que no era buena idea pasarse de copas, porque, además, su manejo era pobre. No solo eso, ellos ya parecían bastante borrachos, alguien tendría que encargarse de llevarlos de regreso y estaba muy segura de que no subiría a un auto si alguno de ellos se ponía al volante.

Dirigió los ojos al otro lado de la mesa, Daniel abrazaba a una pequeña pelirroja que casi derramaba sus pechos sobre él. En ese campo se quedaba bastante pobre también.

Apartó la mirada y se encontró con quien menos esperaba. A pesar de la distancia lo reconoció y él parecía hacer lo mismo.

William Meller.

¿Qué hacía ahí? ¿Por qué estaba en ese lugar? De pronto recordó las múltiples peleas o confrontaciones que los Meller armaban con la familia de su mejor amiga. Aquello no pintaba bien antes, pero en ese momento pensó que terminaría peor.

Estudio a los acompañantes de Daniel, evidentemente habían notado a sus rivales y los ánimos estaban cambiando con demasiada rapidez. Sacarlos de ahí sería lo más prudente, pero fue demasiado tarde.

Un par de vasos y botellas fueron arrojadas desde el balcón donde se encontraban los Meller y eso fue todo lo que se necesitó. 

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