Kev
―Hagámoslo.
―¿Qué cosa? ―Él no apartó la vista de su móvil, dando un sorbo al vaso que sostenía. Eso ayudó a que las palabras fueran dichas con seguridad.
―Tengamos sexo. ―William prácticamente escupió su bebida y dejó caer el aparato al escucharla, pero Kev no estaba dispuesta a ceder―. Hagámoslo esta noche.
Le sostuvo la mirada, encontrándose de pie al final de la cama, determinada a dejar de lado los juegos hechos hasta ese momento. Era una manera cruda de expresarlo, pero comenzaba a creer que William había sido reemplazado por alguien más. No era mismo que hábilmente la engatusó para dejarlo tocarla y darle un maravilloso orgasmo.
No entendía por qué, podía ver el deseo en sus ojos, no era tan tonta para no notarlo. Intencionalmente terminó usando un traje de baño esa tarde y paseándose en poca ropa por la habitación al caer la noche, pero ninguno de esos intentos sutiles funcionó. Él se mostraba demasiado tranquilo, listo para irse a dormir.
Ni siquiera intentó besarla.
¿Cómo hacer saber sus intenciones? Lo mejor era ser clara.
―¿Qué? ―Él continuó mirándola con expresión sorprendida.
―Tengamos sexo ―repitió, aunque su valor rápidamente se esfumaba. No, no podía dar marcha atrás. Decidida se aproximó a él, tomando el vaso que sostenía y colocándolo sobre el mueble―. ¿No quieres hacerlo? ―inquirió, dándose cuenta de que sonaba como una demanda y que quizás realmente él no deseaba consumir el acto.
―Estoy tratando de comportarme ―murmuró luciendo confuso―. No quiero cumplir con la idea que tienes de mí.
Ella quiso echarse a reír. Al menos no estaba actuando como una boba al hacer dicha sugerencia.
―El sexo no te hará menos respetuoso y por si no lo has notado, aquí dos personas interesadas.
Él elevo una ceja, mirándola incrédulo.
―¿Estás segura?
―Si. ―Le alivió que su respuesta fuera firme, pero no sonara desesperada. Lo que menos quería era verse de esa forma.
William la miró fijamente, ya no sorprendido, sino pensativo.
―Podría cambiar las cosas ―expresó brevemente. Así que ella no era la única que considero que el sexo podría hacerlo actuar diferente.
―No debería. A menos que estés pensando en tirarme después de esto.
Su respuesta fue una sonrisa sin humor.
―Nunca. Tenemos un trato, ¿recuerdas? Podemos cambiar los besos por algo más. No tiene que terminar. ―Fue un alivio.
―Quiero eso.
Él asintió, tomando su mano, instándola a subir a la cama, mirándola con una intensidad que de nuevo la hizo sentir desnuda. Nunca la habían mirado de esa forma y eso solo encendía el deseo por llegar más lejos de unos cuantos besos y caricias. William la hacía consciente de su feminidad y del poco uso que le daba. No tenía problemas con eso, no hasta que él empezó a provocarla.
―Siento como si estuviera obligándote.
Su mano ligeramente fresca aun por sostener su bebida tocó su cuello, moviéndose a la parte trasera de su cabeza, acercando su rostro.
―No tienes idea, ¿verdad? ―habló casi sobre boca, antes de besarla.
No hubo contención, fue un beso claramente sexual, un aviso que la hizo sentir necesitada. Tuvo que recordarse respirar, pero era difícil cada vez que su boca asaltaba la suya, porque así era como parecía, despojarla de todo pensamiento racional.