Capítulo 20

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Kev

Su mente había sufrido un corto circuito, tras la intensa actividad de sus cuerpos, pero con todo y eso, sintió como William se movía tras hacer una pausa, posiblemente para retirar el preservativo. Los hizo cambiar de posición, dejándola bocabajo sobre él, tumbada sobre su pecho. Su cuerpo simplemente se dejó llevar, era incapaz de oponerse, sintiéndose totalmente deshuesada, saciada.

Abrió los ojos, encontrándose con una expresión puramente masculina y cargada de vanidad. Tan propia de él. No solo eso, su mano cubría su espalda, como si no quiera que se alejara. Ciertamente, tampoco tenía deseos de moverse, podía apreciar la vista y sobre todo que él, no hubiera buscado poner distancia al terminar el acto.

Eso era tan típico de los hombres y no muy apreciado por las mujeres.

―¿Tienes alguna queja? ―Su pregunta expresó lo que rostro mostraba, total orgullo, al tiempo que pasaba su mano por uno de sus glúteos, dando una palmadita y luego un ligero apretón, que la hizo respingar.

Claramente era una provocación, pero ella ni siquiera pudo responder o protestar, seguía intentando recuperar el aliento y poner en orden unas cuantas frases.

¿Queja? Ninguna.

El hombre sabía complacer a una mujer y tenía definitivamente, una mejor resistencia que ella. Lucia tan fresco, excepto por el brillo de sudor que cubría su cuerpo, dando evidencia de ocurrido. Tendría que plantearse acompañar a Heize un par de ocasiones al gimnasio, al menos. Tal vez lo haría. Porque debía aceptar que era un poco perezosa y con la librería no tenía tiempo ni para salir a caminar un poco.

―¿No tienes nada que decir? ―insistió, sonando abiertamente divertido. Ella se obligó a no dejarse afectar por su sonrisa traviesa y altanera, no queriendo admitir que hizo papilla sus neuronas.

―Estoy sudada y tengo sed. ―Su respuesta le ganó una carcajada fuerte que hizo resaltar aún más su atractivo varonil y descarado. Podía entender, porque las mujeres caían rendidas a sus pies, a pesar de su humor tan particular.

―De acuerdo. Te daré un poco de agua. ―Él volvió a palmearle el trasero antes de moverse y salir de la cama, mostrando totalmente su desnudez, como si no fuera nada.

No tenía quejas tampoco, la vista era realmente buena. Así que no se contuvo y lo observó moverse hasta el mueble que contenía algunas bebidas. Se tomó su tiempo para llenar un vaso para él y tomar una botella de agua que le ofreció al acercarse al borde de la cama.

―Gracias. ―No era una mentira que sintiera la garganta seca, lo que la hizo recordar lo sonora que había sido.

Él asintió ante su agradecimiento, sentándose en un ángulo muy convenientemente para sus ojos, trató de no mirar, pero era difícil resistirse, especialmente porque su desnudez no parecía incomodarlo―. ¿Qué? ―cuestionó al darse cuenta del modo que la miraba. Esperaba que no la hubiera pillado mirando su hombría.

―Sigo esperando tu respuesta.

Dio un nuevo trago a la botella de agua, recordando su pregunta o lo que esperaba que dijera. La frescura del líquido y su expresión expectante ayudaron a pensar en algo.

―No estuvo mal ―musitó, sorprendiéndose de que saliera un poco ronco. Claro, él no solo le robó el aliento, la hizo gemir y gritar su nombre, quien sabia cuántas veces.

Eso también le hizo recordar que no eran los únicos en aquel lugar. Miró un poco intimidada la puerta, pensando que tal vez todos la habían escuchado.

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