Capítulo 11

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William

¿Estaba ignorándolo?

Arrugó el entrecejo observando la pantalla de su móvil, como si estuviera viéndola a ella, era el segundo intento de llamada sin respuesta. Suspendió su pulgar antes de que tocara la tecla para probar de nueva cuenta.

Consideró que podría estar molesta tras su último encuentro, pero lo dudaba, de ser el caso, sencillamente habría atendido y pedido que dejara de insistir. Una sonrisa tiró de la comisura de su boca, evocando su expresión desconcertada. Ni siquiera él entendía porque terminó besando su frente en lugar de boca, porque realmente había querido hacerlo, pero también quiso molestarla. Su diversión lo acompañó todo el día siguiente y estaba esperando para volver a verla, quizás encontrando alguna otra expresión graciosa o frase listilla.

El aparato vibro en su mano, anunciando una llamada entrante y sintió su sonrisa crecer.

Era ella.

―Me llamaste ―dijo antes de que él pudiera decir algo―. Lo siento, estaba lejos y no lo escuche, hasta que me acerque para ver la hora y note tus llamadas. ―Su voz sonaba agitada y se preguntó que tarea estaría realizando. Parecía no ser capaz de quedarse quieta.

―No importa. ¿Estás muy ocupada? ―Jamás se imaginó que tendría que formular ese tipo de preguntas, William Meller no tenía que esperar por otros, sin embargo, con Kev había aprendido a no dar por hecho nada.

No se trataba solo de sus indirectas con libros sobre modales o códigos de caballeros, sino también con su actitud firme.

Fue solo una vez, pero aún tenía presente como cerró su puerta en su cara y dijo que volviera otro día, y que llamara antes de presentarse, porque podría estar ocupada. ¿Ocupada? Nadie, ni siquiera su madre se negaba cuando él requería hablar con ella, pero esa chica lo había despedido tan sencillo, como si no fuera nada. Se sintió indignado, incluso jurando no volver, pero lo hizo y varias ocasiones.

―No, no, casi he terminado. ¿Qué hay de ti? No me llamaste ayer. ―No era un reproche, en su tono notaba solo cierta curiosidad, más que molestia. Empezaba a identificar el tono de su voz.

―Trabajo. Hoy tengo una reunión de negocios, por eso te llamo.

―Entiendo. No pasa nada, no habíamos quedado ―murmuró dubitativamente.

―¿Quieres cenar conmigo? No llevara mucho tiempo la reunión, máximo 30 minutos y puedo enviar alguien a recogerte... ―propuso, fijando sus ojos en su reloj―, en dos horas.

―¿Por qué? Puedo cocinar algo...

―Te debo una cena, ¿recuerdas? ―Se esforzó en sonar neutral, aunque en realidad buscaba devolverle el favor.

―Puedo ir por mí misma...

―¿Y tener dos autos en que regresar? No es práctico y tampoco es necesario, deja que te recojan.

―De acuerdo. ¿Necesito vestir formal o elegante? ―Si, ella sabía hacer las preguntas correctas, aparentemente, no era el único que empezaba a leer al otro, y aunque deseaba tomarla desprevenida, tampoco quería que se sintiera fuera de lugar.

Contempló conseguirle algo que usar y hacérselo llegar, pero eso posiblemente no era buena idea. Ella no protestaba cuando de comida o vino se trataba, no obstante, dudaba que le gustara optara por involucrarse con su ropa.

Y parte su interés se mantenía vivo, porque para ella, él no era un Meller, era simplemente un tipo que gustaba de presentarse en su piso y pedirle de comer o molestarla. Tal como su hermano había afirmado en una ocasión, a veces su apellido pesaba demasiado, haciendo que encontrar amistades reales fuera realmente difícil.

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