Noche de chicas.

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Daniela.

—¿¡Por qué no!?

—¡Porque me da la gana!

—¡Esa no es una respuesta justa!

—¡Deja de discutir con tu madre!

—¡Dejen de pensar como lo hacen!—Les grito enfadada.

Hace tres días que los chicos me visitaron y que Alex me invitó a cenar con su familia. Al día siguiente les pedí permiso a mis padres pero no aceptaron, desde entonces hemos tenido varias discusiones por ello. Pero hoy es peor.

Estamos discutiendo en español.

—¡Tú deja de gritarnos!—Me grita mi mamá.—Yo te parí a ti, no tú a mi. Soy tu madre, no tú la mía.

—No tienes una razón válida, mamá. Solo no, un porque me da la gana o porque soy tu madre no son razones suficientes.

—Para mi, sí. Es más que un motivo suficiente para no volarte los dientes.

—Claro, ataca la razón y sale la violencia. ¿Por qué es tan malo que me invitaran a una cena familiar?

—Detente, Daniela.— Interviene mi padre. —Tu madre y yo ya dijimos que no. No discutas más, mientras estés bajo nuestro techo harás lo que te digamos.

—¡Bien!

Me dirijo enfadada a mi habitación y tiro la puerta, le pongo seguro y dejo que mis lágrimas salgan.

Estoy muy enojada y triste. Trato de comprenderlos pero de verdad no puedo. Agarro mi teléfono y marco su número.

Llamada telefónica.

Layla: Hola, Dani ¿Qué pasa?

Trato de tragar y calmarme para que no note que me siento mal.

Dani: Hola ¿Estás en tu casa?

Layla: ¿Daniela, estás llorando?

Dani: Si ¿Puedo ir a tu casa?

Layla: Claro, cariño. Le pediré a mi hermano que te busque.

Dani: Gracias.

Layla: No hay de qué.

Fin de la llamada telefónica.

Busco un bolso y guardo un poco de ropa, unos libros y mis cuadernos. Pienso y le mando un mensaje a Layla.

Dani: Avísame cuando esté afuera, que no toque la bocina.

Voy a mi baño y tomo mi bolsito personal, guardo unas pocas cosas más y me siento a esperar. Después de un momento tomo una hoja y escribo una nota.

Al terminar suena mi teléfono. Es un mensaje.

Layla: Mi hermano ya está afuera.

Guardo mi teléfono y me acerco a la ventana. Jamás en mi vida había hecho esto, pero la situación lo requiere.

Salgo con mucho cuidado de no hacer ruido, al terminar de salir cierro la ventana y veo la nota.

"Como ustedes decidieron no escucharme ni cambiar, quien cambiará soy yo. Adiós."

Corro con cuidado de no caerme, veo el auto de Jaime. Abro la puerta de atrás y me meto rápido.

—Hola, Jaime.

Escribiendo Nuestro DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora