—¿Lo tenéis todo?
Hoy es el día. Cam y yo empezamos la universidad, y no puedo estar más nerviosa. Llevo mordiéndome las uñas desde que me he levantado, la verdad es que el miedo se ha apoderado de mí. Cada vez que miro las cajas apiladas en la entrada, siento un nudo en el estómago, una mezcla de emoción y pánico que no sé cómo controlar.
Nunca he estado lejos de mi padre y ahora, vamos a estar a cinco horas y media de distancia. No es algo que nos haga gracia a ninguno de los dos, pero tengo que pasar por esto si quiero un futuro como psicóloga. Es el siguiente paso lógico, pero la lógica no siempre está alineada con el corazón.
Meto mi última caja en el maletero mientras le respondo con un simple movimiento de cabeza:
—Acabo de meter mi última caja —le hago saber, intentando que mi voz suene más firme de lo que realmente me siento—. ¿Y Cam?
Papá cierra el maletero como puede, forcejeando un poco con la tapa que apenas se ajusta. El coche está lleno a reventar de cajas, maletas y bolsas que contienen toda nuestra vida hasta este punto. Es un pequeño caos organizado, y sé que papá, aunque intenta no mostrarlo, está igual de nervioso que yo. Sus manos, que normalmente son tan seguras y precisas, ahora tiemblan ligeramente mientras se esfuerza por acomodar todo.
—Cameron lleva quince minutos metido en el coche, escuchando música y quejándose de que eres una lenta —responde papá, rodando los ojos con una mezcla de exasperación y cariño.
Charlotte aparece de repente, metiéndose en la conversación con su característico paso ligero. Siempre ha sido una presencia calmante en nuestras vidas, y su sonrisa cálida me reconforta, aunque no del todo.
—Es mejor que salgamos ya, nos espera un largo viaje por delante —añade papá, mirando su reloj de mano y soltando un suspiro. Ese suspiro lo dice todo: la preocupación, la nostalgia, la mezcla de alegría y tristeza que siente al verme crecer y, al mismo tiempo, alejarme.
—Sí, dormiré todo el camino —respondo con un intento de humor, aunque sé que probablemente estaré demasiado nerviosa para pegar ojo.
—¡Eso será si yo te lo permito! —exclama mi hermanastro desde el asiento del copiloto del coche, su voz llenando el espacio con esa mezcla habitual de burla y afecto—. ¿Os queda mucho? Estoy aburrido.
—Que no, pesado —le respondo, dirigiéndome hacia el coche y subiéndome con él—. Eres un pesado.
Cameron se gira en su asiento para mirarme, sus ojos llenos de ese brillo travieso que siempre ha tenido desde que éramos pequeños.
—Y tú una lenta —contraataca, girándose para mirarme con esa sonrisa que, aunque me moleste, siempre logra hacerme sonreír también.
—Así tienes que quererme. No tienes otra opción, somos más que mejores amigos —le recuerdo, mientras ajusto mi cinturón de seguridad.
Cameron se ríe, ese tipo de risa que resuena con la comodidad de años de complicidad.
—Sí, ¿en qué momento dejé que mi madre se metiera con tu padre en la misma cama? —dice, levantando las cejas con una expresión de fingido arrepentimiento.
—¡Cameron, que hablamos de mi padre! —replico, fingiendo estar escandalizada, aunque no puedo evitar reírme. Que asco.
Mientras discutimos, Charlotte, absorta a lo que su hijo acaba de soltar, se sube al coche y nos mira con una sonrisa emocionada, sus ojos brillan con lágrimas no derramadas. La conozco lo suficiente como para saber que está luchando por mantener la compostura.
—Parece que fue ayer cuando jugabais en el porche por primera vez —murmura con nostalgia, su voz suave, como si estuviera hablando más consigo misma que con nosotros—. Y mirad ahora, a punto de entrar en la universidad.
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Somos como estrellas (REESCRIBIENDO)
TeenfikceAlisa Jones creía que lo sabía todo. Sabía que la universidad era su renacer, un refugio donde las sombras de su pasado no podían alcanzarla. Sabía que su mejor amigo, Cameron, era su puerto seguro, el único constante en un mundo lleno de caos. Sabí...