o c h o

1K 64 35
                                    

Han pasado semanas desde la fiesta, pero el recuerdo de esa noche sigue atrapado en mi cabeza como una melodía de fondo, que no logro quitarme. La imagen de Mike, su voz, sus manos, esa tensión inconfesable entre nosotros... todo me persigue sin darme tregua. Es como si esa breve conexión se hubiera convertido en un eco ruidoso en mi mente, un zumbido constante que no se apaga, que no desaparece, que no se olvida.

He intentado concentrarme en los estudios, sumergirme en los libros, en las notas de psicología, en los gráficos y fórmulas que parecen tan lejanos de la confusión que siento dentro. Pero mis pensamientos, como siempre, se dispersan. Todo lo que quiero es estudiar, prepararme para el primer examen de la universidad, pero mis dedos resbalan sobre las páginas, mis ojos no logran seguir las líneas, mis pensamientos saltan, errantes, de un lugar a otro, como si mi mente se negara a centrarse en algo tan mundano.

Es extraño cómo las emociones pueden desordenarlo todo. Cómo, aunque intento que el estudio sea mi refugio, se ha colado entre las páginas algo mucho más grande que cualquier fórmula o análisis psicológico. Y es que Mike no está, nunca más. Nadie sabe nada de él. Ha desaparecido como si nunca hubiera existido, y esa ausencia, irónica en su silencio, ha dejado un vacío en mi pecho que no sé cómo llenar.

Es justo cuando un susurro en la puerta me saca de mis pensamientos.

—¿Alisa? —dice Dev, su voz llena de energía, un contraste rotundo con el silencio que me rodea.

Levanto la mirada, sorprendida, como si me hubiera olvidado del mundo real mientras viajaba por mis propios pensamientos. Dev entra sin esperar respuesta, con su andar confiado y su sonrisa algo traviesa. Ni siquiera parece notar la atmósfera densa que hay en la habitación.

—¿Estudias o te estás escurriendo en tu propia cabeza? —pregunta, levantando una ceja mientras se deja caer sobre la cama, sin perder la costumbre de invadir mi espacio personal.

Yo, por un momento, ni siquiera sé cómo responder. Todo sigue flotando, inalcanzable. Pero finalmente sonrío, aunque la sonrisa no llega a mis ojos.

—No es tan fácil... —murmuro, sabiendo que Dev jamás entendería esa maraña de pensamientos que me mantiene prisionera.

Dev se queda mirando mis gafas durante un buen rato, como si me hubiera descubierto un superpoder secreto. No sé por qué las llevo hoy, tal vez porque me da la sensación de que con ellas mi cerebro funciona más rápido, o tal vez porque el reflejo en los cristales me da la excusa perfecta para evitar mirarle la cara a cualquiera que se acerque demasiado. Pero es en ese momento cuando, con su clásica actitud descarada, se levanta de la cama y da un paso hacia mí.

—Espera un segundo... ¿Tú usas gafas? —dice, con el tono de quien acaba de descubrir que su amiga secretamente es una superhéroe, aunque sea del tipo más nerd posible.

La miro por un segundo, medio incrédula, medio divertida, y le contesto, lo más seria que puedo, sin dejar de dar vueltas al bolígrafo entre mis dedos.

—Sí, las uso solo para estudiar. Hace que me concentre más, ¿sabes? La gente que lleva gafas tiene como... un aura intelectual. —Me encojo de hombros con una sonrisa burlona.

Ella hace un pequeño "ah" de sorpresa, y en un abrir y cerrar de ojos, me arrebata las gafas de la cara y se las pone ella misma.

—¡Ah, no me digas más! ¡Eso explica todo! —exclama, mientras se las acomoda en la nariz con un aire de falsa seriedad. —Eres una sex symbol intelectual, ¿verdad? ¡Yo también quiero!

Me echo a reír, un poco sorprendida por su imitación exagerada. Dev tiene la capacidad de convertir cualquier situación en un espectáculo, por ridículo que sea.

Somos como estrellas (REESCRIBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora