t r e s

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Dev y yo cruzamos la puerta principal de la residencia masculina, y es como si hubiéramos entrado en un mundo completamente distinto. La música resuena por todo el edificio, una mezcla de ritmos electrónicos y éxitos pop que parece vibrar en las paredes. Las luces están tenues, y el aire está cargado con una energía palpable, esa chispa inconfundible de una fiesta universitaria en pleno apogeo.

Al llegar al vestíbulo, nos encontramos con un grupo de chicos que parecen estar en medio de una animada conversación. Algunos nos saludan con una sonrisa y un asentimiento de cabeza, claramente ya en modo festivo. Es como si cada rincón de este lugar estuviera diseñado para el caos organizado que es una fiesta de iniciación. Risas, gritos y conversaciones en voz alta llenan el espacio, creando un mar de ruido y movimiento que, sorprendentemente, resulta acogedor.

—Parece que ya están todos aquí —comenta Devorah, elevando la voz por encima de la música. Sus ojos brillan con entusiasmo mientras observa el bullicio a nuestro alrededor.

—Sí, esto va a ser interesante —respondo, sintiendo cómo la energía de la fiesta comienza a invadirme.

—Vamos por algo de beber antes de que te presente a mis amigos—sugiere Devorah, guiándome hacia la cocina— Ya verás, te van a encantar.

El lugar está abarrotado, con gente apiñada alrededor de la encimera, agarrando vasos y latas de la nevera, conversando y riendo. Sigo a Dev, quien se mueve con facilidad entre la multitud, y me quedo algo rezagada, observando el espacio a mi alrededor.

Dev me habla sobre sus amigos con muchísima emoción, mientras yo intento concentrarme en la conversación. Sin embargo, de repente, siento una extraña sensación, como si alguien me estuviera observando. La sensación es tan intensa que me recorre un escalofrío por la espalda. Trato de ignorarlo, enfocándome en lo que Devorah me está diciendo, pero no puedo evitarlo.

Finalmente, cediendo a la curiosidad, me giro lentamente. Mis ojos se encuentran con los de un chico al otro lado de la cocina. Es imposible no notarlo. Es alto, con el cabello es de un tono rubio oscuro que cae en rizos desordenados sobre su frente. Sus ojos son penetrantes, parece analizarme con curiosidad. Su expresión es tranquila, casi desinteresada, pero hay una chispa en sus ojos que me pone nerviosa. Lleva una camiseta sin mangas blanca que resalta los tatuajes que cubren sus brazos. Desde aquí, puedo ver el intrincado diseño de engranajes en su antebrazo y un par de bestias enmarcadas por miras de armas en la parte superior de su bíceps.

Aunque intento no darle importancia, me cuesta apartar la mirada. Es como si me estuviera desafiando a sostenerle la mirada, a no ser la primera en mirar hacia otro lado. Finalmente, Devorah tira de mi brazo, sacándome de mi ensimismamiento.

—¡Alisa, vámonos! Quiero presentarte a mis amigos —dice con entusiasmo, sin haber notado mi pequeño momento de distracción.

Asiento, intentando sacudirme la extraña sensación que me ha dejado ese encuentro visual. Pero mientras nos alejamos, siento que su mirada todavía está puesta en mí, como si hubiera dejado una marca.

Devorah y yo atravesamos la sala principal, donde la música es un poco más suave pero aún lo suficientemente alta como para que las conversaciones sean a gritos. Finalmente, llegamos a un grupo de personas sentadas en unos sillones de cuero, todos relajados y riendo entre sí. Es un ambiente cálido y acogedor, pero lo que realmente captura mi atención es una figura familiar entre ellos.

Cameron está allí, relajado y riendo por algo que uno de los chicos ha dicho. Su expresión cambia por completo cuando me ve, y sus ojos se agrandan en una mezcla de sorpresa y alegría. Se pone de pie de inmediato, levantando la mano en un gesto entusiasta.

Somos como estrellas (REESCRIBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora