Prólogo.

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Él y yo solíamos ser como estrellas: tan distantes que parecía imposible que alguna vez compartiéramos el mismo cielo. Yo giraba en mi propio universo, marcada por el peso de lo que quería olvidar, por los silencios que llenaban mi vida, por las heridas que no sabía cómo curar. Y él... él era una luz inesperada, brillante y constante, que apareció cuando más deseaba desaparecer.

Llegué a la universidad con una lista de propósitos: empezar de nuevo, ser alguien diferente, alguien que no estuviera atrapada en el pasado. Este era mi año, mi oportunidad de borrar las cicatrices que nadie veía, de reconstruirme en un lugar donde nadie conocía mi nombre ni los secretos que guardaba. Quería ser libre. No quería depender de nadie. Y mucho menos, quería enamorarme.

El amor no estaba en mis planes. No porque no creyera en él, sino porque sabía lo que podía destruir. El amor, como las estrellas fugaces, brilla con una intensidad cegadora... pero nunca permanece. Siempre desaparece, dejándote sola, con el eco de su luz quemándote los recuerdos.

Y luego apareció él. Mike Archer, con su sonrisa descarada y sus ojos que parecían saber más de mí de lo que yo misma entendía. No sabía cómo odiarlo y, al principio, lo intenté con todas mis fuerzas. Porque odiarlo era más fácil que reconocer que, poco a poco, él estaba rompiendo las barreras que tanto me había costado construir. Era más fácil que admitir que su risa se colaba entre las grietas de mi soledad, llenando los huecos con algo que no quería sentir.

Mike era todo lo que yo no era: seguro, luminoso, dispuesto a desafiarme, a buscarme, a quedarse cuando nadie más lo hacía. No le importaban mis silencios ni mis muros. Él solo quería saber por qué los había construido. Pero las estrellas, incluso cuando orbitan cerca, están destinadas a colisionar. Y cuando lo hacen, dejan cicatrices que ni el tiempo puede borrar.

Nuestra historia no es una historia de amor perfecta. Es una historia de encuentros y choques, de luz y sombra, de risas y lágrimas. Es la historia de dos almas que se buscaron sin saber que estaban destinadas a romperse.

¿Quién fue él para mí? ¿El amor que necesitaba o la lección que no sabía que debía aprender?

No lo sé. Tal vez nunca lo sepa. Pero sí sé esto: incluso ahora, cuando miro al cielo y busco esas estrellas que alguna vez creímos ser, su luz sigue allí. Porque las estrellas, aunque desaparezcan, siempre dejan su resplandor.

Y al final, quizás eso es lo único que queda de nosotros: un destello que vive más allá de la oscuridad.

Somos como estrellas (REESCRIBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora