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El sol entra por las ventanas del aula, de esa forma que parece más un sueño que una realidad, como si el día estuviera susurrándome que es hora de enfrentarme a mi primer examen universitario. La biblioteca está repleta de estudiantes que repasan y murmuran, y yo me encuentro en una esquina del aula, rodeada de libros de psicología, intentando memorizar teorías que probablemente olvidaré en dos semanas. Pero, por ahora, mi único enemigo es ese maldito examen y las hojas llenas de palabras que me miran con indiferencia.

Entonces, como un déjà vu, escucho mi nombre, de una forma tan inesperada que el lápiz que tenía en la mano se me cae de la mesa.

—¡Alisa! —dice una voz familiar.

Levanto la vista, y ahí está, Tom, con su sonrisa traviesa y esa mirada despreocupada que parece estar hecha para descolocar cualquier situación. Yo, sin saber qué hacer, me levanto rápidamente y lo abrazo con algo de torpeza. El abrazo tiene esa mezcla de comodidad y extrañeza, como si estuviéramos interpretando una escena de una obra que nadie escribió, pero que todos tenemos que seguir.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto, todavía con la sensación de estar atrapada entre el escenario y la realidad.

Tom sonríe, como si nada fuera raro, mientras se acomoda su mochila. Está tan relajado que casi parece que ni siquiera ha considerado que este noviazgo falso podría convertirse en una escena incómoda.

—¿No es evidente? Estudiamos juntos. ¿No lo sabías? —responde con un brillo en los ojos.

Me sonrojo, aunque no debería. Debería estar acostumbrada a esto, pero es que, el hecho de que Tom, el chico al que apenas conozco, esté en la misma clase que yo, me hace sentir como si el universo estuviera disfrutando de una broma que solo él y Devorah entienden.

—Oh, si, claro —digo, intentando disimular y mirando a los demás estudiantes que nos observan. Claro, si nuestra farsa iba a funcionar, necesitábamos ser convincentes. Pero no sé si estoy convencida. —Creo que aún no me acostumbro a que estemos "juntos", ¿sabes?

Tom, siempre con su aire de seguridad, se encoge de hombros y dice:

—No te preocupes, Ali, estamos actuando. ¿No es divertido? Nadie tiene que saber que esto es solo parte de un plan maestro. —Lo dice como si se tratara de un guión de película de Hollywood, como si estuviéramos protagonizando la mejor comedia romántica de la historia.

Yo trato de disimular mi incomodidad, pero mi mente no deja de dar vueltas, preguntándose si realmente estoy dispuesta a seguir con este juego. La gente nos está mirando, y me siento como si estuviera a punto de hacer el ridículo en una película que no entendí bien en el guión.

—Sí... claro, divertido —murmuro, intentando que mi voz suene más convincente de lo que realmente me siento.

Pero, mientras él se ve completamente cómodo, el brillo en su rostro como si este fuera su papel en la vida, yo sigo con ese nudo incómodo en el estómago. No sé si es la cantidad de personas observándonos, o si es la simple idea de estar interpretando algo que, al menos para mí, está lejos de la realidad.

—¿Entonces, qué tal si nos sentamos juntos? —me pregunta Tom, sin perder su sonrisa.

Es como si estuviera disfrutando cada segundo de esta farsa, y yo, por alguna razón, siento que he entrado en un universo paralelo donde todo lo que pasa tiene un toque surrealista.

A regañadientes, accedo, y nos sentamos juntos. Tom se coloca a mi lado, como si fuéramos una pareja cualquiera, mientras yo trato de mantener una expresión neutral, intentando concentrarme en el examen que tengo enfrente. Pero no puedo evitar notar cómo la gente alrededor nos mira, algunos con sorpresa, otros con curiosidad. En mi cabeza, las voces se mezclan en un susurro de incertidumbre. ¿Qué estoy haciendo? ¿Realmente quiero que esto funcione?

Somos como estrellas (REESCRIBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora