El sol ya se ha puesto, tiñendo el cielo de un azul profundo y apagado, y la luz suave de la lámpara de escritorio refleja una atmósfera acogedora en la pequeña sala de estudio. Las sombras bailan sobre las paredes, creando figuras abstractas que parecen cobrar vida por momentos. Todo está tranquilo, excepto por el sonido de los teclados y algunas risas nerviosas que emergen del rincón de mi habitación, donde Cameron está luchando con su trabajo de medicina.
—Esto es un caos. Literalmente no entiendo cómo demonios puedes estudiar esto y seguir siendo humano —dice Cameron, mirando una página llena de términos médicos complicados como si fueran jeroglíficos egipcios.
Yo me recuesto sobre mi silla, observándolo con una sonrisa de medio lado mientras hojeo mis propios apuntes. Cameron ha pasado de ser ese hermano mayor que siempre me daba consejos de "no te preocupes, lo conseguirás" a un ser humano desesperado que parece estar perdiendo la capacidad de formar oraciones coherentes.
—Es simple, Cam. Si no entiendes algo, solo imagina que es un rompecabezas, y si todo va mal, hazlo a lo grande. —Le doy una mirada cómplice, como si la última parte de mi consejo fuera alguna forma de sabiduría ancestral. No tiene sentido, pero lo dice todo. Cameron me mira como si me estuviera considerando por un segundo.
—¿A qué te refieres con hacer "a lo grande"? —pregunta, arqueando una ceja con esa expresión que dice que aún no sabe si soy una genio o completamente inútil.
—Es sencillo. Si todo lo demás falla, escribe "hipotálamo" en cada párrafo y verás cómo todos piensan que eres un genio —respondo, dejando escapar una risa que apenas puedo controlar.
Cameron frunce el ceño y levanta un dedo, como si estuviera a punto de darme una lección de física cuántica.
—Eso sería hacer trampa. Y lo sabes.
—Por supuesto que es hacer trampa —digo, encogiéndome de hombros—. Pero ¿quién dijo que estudiar no sea un juego de supervivencia? ¿Tú sabes lo que significa "sistema de retroalimentación negativa"? —le pregunto, sintiéndome de repente muy adulta, como si tuviera todo bajo control.
Cameron se pasa la mano por el cabello, con el aire de quien está a punto de explotar, pero se da cuenta de que no puede hacerlo porque aún necesita ayuda. Se recarga en el respaldo de la silla, mirando el documento frente a él con la expresión de alguien que ha perdido toda esperanza en el sistema educativo.
—No lo sé, Ali. Si me lo preguntas otra vez, voy a acabar creyendo que todo esto es un complot para destruir mi salud mental. —Resopla, empujando los papeles con una mano mientras la otra se aferra a su taza de café, como si fuera lo único que lo mantiene vivo en este mar de fórmulas y conceptos ajenos a su mente.
—Está bien, está bien —digo, levantándome de la silla y caminando hacia su escritorio. Le doy un pequeño empujón en el hombro para que deje de hacer el drama. — Vamos a empezar de cero. ¿Cuál es el problema?
Cameron levanta la vista y me mira fijamente.
—El problema es que todo es el problema. —Hace una pausa dramática—. O sea, ¿cómo se supone que voy a entender algo si tengo que recordar el nombre de cada hormona en el cuerpo y además entender cómo interactúan entre ellas sin perder el sentido de la existencia?
Le tiro un par de bolígrafos a la cara.
—¡Es que te toma demasiado en serio, idiota! —le digo, ya riéndome de lo absurdo de la situación. Siempre ha sido un exagerado, y esto no es la excepción. Pero, en algún lugar de mi mente, reconozco que el estrés es real. Es lo que pasa cuando alguien se ve forzado a estudiar todo lo que implica la medicina: se convierte en una máquina de cuestionamientos existenciales.
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Somos como estrellas (REESCRIBIENDO)
Teen FictionAlisa Jones creía que lo sabía todo. Sabía que la universidad era su renacer, un refugio donde las sombras de su pasado no podían alcanzarla. Sabía que su mejor amigo, Cameron, era su puerto seguro, el único constante en un mundo lleno de caos. Sabí...