ღ Capítulo 4 ღ

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Culpabilidad. Eso era lo que Viktor sentía. Tras el incidente no fue capaz de encontrar a Horacio en aquel bosque pese a haberle buscado largamente. Sus compañeros informaron de la captura de un lobo y se retiraron del lugar. Y siendo ya un nuevo día, poco ánimo tenía el ruso de trabajar, pues el peso de haberle fallado a quien había cuidado de él no le permitió dormir adecuadamente.

Con un café en su mano caminó rumbo al box de investigación donde había sido llamado, ajustando su bata blanca en el transcurso. Debía comenzar el análisis del animal atrapado extrayendo sangre y muestras de su pelaje. Todo esto con el fin de iniciar la búsqueda de incongruencias en el material genético del portador. Extrañado quedó cuando, al acercarse a la puerta del lugar, no oyó ningún sonido que reflejase la intención de escapar de la criatura atrapada.

—No puede ser...— susurró para sí mismo al ingresar. Sobre la metálica plataforma usada como camilla, estaba atado y amordazado aquel impresionante lobo de rojizo pelaje que llevaba meses buscando para poder fotografiar. Sin embargo, no era de esa forma como esperaba verle. Viktor solía adorar lo imponente y tranquilo que era su caminar en el boscoso territorio, contrastando con la manera indigna en la que estaba posicionado sobre el mesón de acero, con sus ojos cerrados. Dando un paso adelante, acortó la distancia con el animal, notando que estaba gravemente herido con lesiones no tratadas, y que temblaba de frío.

La rabia recorrió su cuerpo, furioso con sus compañeros por darle ese trato a un ser vivo, suspiró, intentando calmarse y solucionar la situación, convencido de que el lobo merecía algo mejor que eso.

—Espera, déjame ayudarte— murmuró Volkov, sorprendiendo a la criatura, quien aún con los ojos cerrados había reconocido su voz, removiéndose en su lugar.

Sintiendo aquel lobo la calidez de unas mantas puestas sobre su lomo, y el cuidado con que el peligris comenzaba a desatarle las patas traseras. —Quiero curarte, prometo que todo estará bien— La suavidad en su voz logró calmar por completo al lobo.

Con suma delicadeza sus heridas fueron limpiadas, en el silencio de aquel box les envolvía una tranquila aura, donde ambos se sentían en calma, logrando que Volkov abriese su corazón aun sabiendo que el contrario no podría responderle.

—No quería que esto ocurriera, mucho menos de esta manera ¿Sabes? Por ser un cobarde le fallé a alguien bastante importante para mí— Habló con tristeza. El peso de la culpa seguía sobre sus hombros.

Sin darse cuenta, tras terminar de curarle sus manos continuaron sobre su pelaje, acariciándole tiernamente. Sus dedos se perdían entre el suave pelaje rojizo de la criatura, extrañando la calidez de tener compañía. Apenas alejó su mano de allí, el lobo por primera vez volteó a verle, dejando completamente paralizado al investigador. La imponente criatura poseía un ojo de color verde y uno marrón, aquella heterocromía que sólo le recordaba a Horacio.

Con su mente nublada en recuerdos y pensamientos, quitó el bozal que envolvía su hocico, admirando de cerca el rostro del lobo. Los ojos del canino brillaban afligidos, llenos de confusión, esquivando la mirada del peligris.

—Señor Volkov ¿Qué hace? Es un lobo salvaje, no puede tenerle suelto — Advirtió uno de los trabajadores, cuya voz temblorosa y arrogante interrumpió aquel momento. No comprendía cómo podía estar así de cerca del animal sin ser atacado.

—Ayer este lobo apareció de la nada apenas habíamos capturado a uno más pequeño, obligándonos a liberarle. ¡Tuvimos que atrapar a éste entre ocho personas! ¿Cómo le tienes así de tranquilo? Es increíble— dijo acercándose al animal, estirando su mano para tocarle.

Un gruñido proveniente de la criatura le hizo detener, palideciendo en el acto. Las manos del ruso seguían sobre el animal, denotando que la advertencia iba dirigida sólo al hombre que acababa de ingresar.

—Será mejor que te vayas, ya me encargo yo— La inexpresiva voz de Viktor le hizo enfurecer.

—Bien...porque esa cosa ya no sirve. Apenas tengamos las muestras le tiramos de vuelta. —

Indignado por aquella elección de palabras, el ruso observó el estado en que estaba el lobo —¿Cómo le van a dejar ir así? Está herido aún, necesita reposo— El sonido del portazo dado por su compañero le hizo sobresaltar, dejándoles a solas otra vez.

Su mirada recayó una vez más en el animal, quien suspiraba rendido, pareciendo comprender lo que ocurría. —¿Qué voy a hacer contigo? — se preguntaba Volkov en voz alta, captando la atención del lobo. Sus miradas conectaron en silencio, con calma.

—Si intento cuidarte hasta que mejores, no me harás daño ¿Verdad? — Murmuró nervioso Viktor, sentándose en el mesón junto al canino. Su preocupación y deseo de ayudarle era real.

Y tal vez la respuesta del lobo no fue verbal, pero le comprendió, pues apoyó su cabeza sobre las piernas del peligris, poniéndose en sus manos, confiando en él.

Y tal vez la respuesta del lobo no fue verbal, pero le comprendió, pues apoyó su cabeza sobre las piernas del peligris, poniéndose en sus manos, confiando en él

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