ღ Capítulo 5 ღ

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Salir de allí para volver a casa fue toda una experiencia para ambos, pues debieron escabullirse entre los pasillos del enorme laboratorio, cuidando de no ser vistos, a fin de escapar victoriosamente de allí. Para Volkov hubiese sido bastante sencillo, de no ser porque llevaba consigo a un lobo de enorme tamaño imposible de esconder, además de estar herido y somnoliento debido a los dardos tranquilizantes con los que había sido dormido el día anterior.

Una vez llegaron al parking, el lobo se sentó junto a la puerta del copiloto, esperando a que Viktor la abriese y pudiese ingresar al vehículo. —¿Qué haces? Ni de broma te vas a sentar tú ahí, ven a los asientos traseros y recuéstate allí— Bufando molesto, el animal hizo caso, utilizando todo el espacio de atrás al recostarse.

El trayecto era medianamente largo. Mientras conducía, la mente del ruso daba vueltas analizando la situación, pues no tenía sentido alguno. Estaba llevando a su hogar a un lobo herido para cuidarle, sin tener idea de cómo hacerlo.

"Tal vez debería volver al bosque y buscar a Horacio para pedirle ayuda" pensó, tensándose ante la idea de volverle a ver. "Probablemente me odia, soy un idiota, debería primero disculparme".

Sus ojos se posaron en el espejo retrovisor, observando la tranquila respiración de aquella criatura que dormía plácidamente sobre el vehículo en marcha, como si no estuviese siendo casi raptado por un completo extraño. Sin embargo, el animal se veía tan calmo y pacífico en ese estado, que inundó de un suave sentimiento a Volkov, haciendo que las comisuras de sus labios se elevasen en una pequeña sonrisa. —Te cuidaré, voy a dar lo mejor de mí...—

Una vez estacionado el automóvil, el ruso bajó apresurándose a abrir la puerta trasera, —Despierta, hemos llegado— susurró, remeciendo con delicadeza el cuerpo del lobo, esperando que tras haber dormido le reconociera aún, o sería peligroso. Estirándose apenas, el lobo lucía adolorido aún, dirigiendo sus bicolores ojos en forma suplicante al mayor —Nop, no voy a cargarte, eres enorme— un silencio se formó entre ambos, siendo interrumpido por un cansado suspiro de la criatura.

—No puedo creer que me hagas hacer esto...— masculló rendido el peligris, tomando apenas entre sus brazos al enorme animal, y caminando con dificultad al interior de su hogar. Ya teniendo al lobo recostado sobre su sofá, le dejó con la orden de quedarse quieto, pues un mal movimiento sería peligroso para sus heridas recién tratadas.

Sin pensarlo mucho, se reportó en su trabajo telefónicamente, acusando estar enfermo, pues se había retirado en horario laboral sin dar explicación alguna.

Luego de aquello, Volkov se encargó de alimentar correctamente al animal y de limpiar una vez más sus heridas. Hablándole en todo momento como si de un compañero de habitación se tratase, y por muy extraño que pareciera, el lobo parecía prestarle atención. Pese a lo extraño de la situación, ambos parecían tranquilos en presencia del otro, disfrutando de la compañía mutua.

Ya era de noche, y Viktor se encontraba en su despacho, investigando más acerca de aquella especie de lobos, pues valoraba aprender siempre cosas nuevas, y quería conocer mejor de quien sería su invitado por los siguientes días.

Estaba concentrado entre libros y escritos, cuando sintió un cálido peso sobre sus piernas. Era la cabeza del lobo, quien buscaba algo de atención. —¿Qué haces aquí, estás aburrido? — rió enternecido de su actitud —Se supone que guardes reposo...vamos, es hora de dormir—

Guiándole hasta el sofá, donde dormiría el canino, llevó consigo algunas mantas para mantener su calor corporal durante la noche. Acarició su suave pelaje hasta que, sintiendo su respiración acompasada, supo que ya se había dormido.

"Probablemente en su hábitat duerme solo y al aire libre, definitivamente no necesitaba una manta" pensó avergonzado dándose cuenta, pero el lobo parecía estar bien con aquello, por lo que decidió no darle más vueltas a eso.

Se quedó un momento observándole dormir, su mente comparó el salvaje y furioso gruñido que el animal había dirigido a su compañero, con lo suave e indefenso que lucía bajo esa manta. —Me recuerdas mucho a él— susurró sonriendo, y dándole una última caricia.

 —Me recuerdas mucho a él— susurró sonriendo, y dándole una última caricia

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