ღ Capítulo 23 ღ

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Viktor agradeció el tiempo que aquella mujer se había dado para aclarar cada una de sus dudas, volteando a ver a Horacio que seguía apegado a él, luciendo un poco más tranquilo. Poniéndose de pie, la anciana se despidió, dejándoles únicamente la manta. Fue cosa de minutos, cuando el arquero pudo por fin volver a su forma humana, agradeciendo mentalmente que le hubiese dejado eso, pues no traía ropa por obvias razones.

Apenas cubrió su cuerpo, no perdió tiempo y rodeó el cuello de Volkov con sus brazos, perdiéndose ambos en el calor del otro, entre aliviados suspiros y tiernas sonrisas.

—Ya no estás herido, ¿Verdad? — se aseguró preocupado Horacio, levantando la camiseta del peligris en búsqueda de alguna lesión, pero sólo encontró tenues cicatrices, siento éstas las únicas pruebas de lo sucedido. Por su cabeza rondaban los recuerdos de todo lo descrito en la historia recién contada, volviendo a sentir aquel doloroso peso en su pecho, producto de la pérdida que marcó su vida. En su momento tuvo que ver cómo sus padres perdían la vida frente a sus ojos, experimentando por primera vez lo que era la verdadera soledad, la pena y el dolor. La culpa que cargaba a diario. La vergüenza de no ser lo suficiente.

Solía ocultarse de todos, pensando que la gente de su comunidad le odiaba por no haber sido capaz de salvar a quienes habían sido los líderes del clan, sus propios padres. Pero en realidad no era así, desde la lejanía todos velaban por él con cariño.

Años pasaron así, hasta que vio un humano real por primera vez. Este era Viktor, sin embargo, no calzaba con las descripciones que le habían dado de ellos: que mataban animales y destruían todo a su paso, o que eran peligrosos y aterradores.

Comenzó a observarle en silencio esperando a que hiciera algo así para sacarle de su territorio, pero el tiempo pasaba y nada ocurría. Horas, días, semanas, meses... años, y todo lo que veía era su sonrisa admirando cada maravilla de la naturaleza. Horacio terminó entonces por esperar su visita constantemente, cuidándole sin darse cuenta, permitiéndole entrar a su territorio... y finalmente a su vida.

Por eso había ocurrido lo de la noche anterior. El poder de su miedo a perderle fue más imperante, logrando juntar sus últimas fuerzas para eliminar a quien amenazaba con arrebatarle al ser que más deseaba proteger. Aquel mismo hombre de grisáceos ojos sentado junto a él, que distraído pasaba con suavidad la yema de su dedo sobre los delicados pétalos que las flores salvajes que habían crecido la noche anterior.

Volkov se preguntaba mentalmente por el origen de éstas, sin comprender que la energía vital de aquel lobo negro había sido transformada y purificada, dando vida a todas aquellas florecillas que en ese lugar crecieron.

—¿Te gustan? — preguntó el arquero, apoyándose en su pecho como ya era costumbre para él, encontrando entre sus brazos el calor de su cariño.

—Son hermosas... — murmuró el ruso como respuesta, sonriendo, sin arrancar ninguna de su sitio.

—Jamás había ocurrido esto, desearía tener flores en cada rincón del bosque — rió encantado el de cresta al imaginar un camino de coloridos brotes a lo largo del territorio, —pero sería un trabajo arduo e interminable plantarlas—

Sin saberlo, ambos pensaron en silencio que el nacimiento de esas miles de pequeñas florecillas simbolizaban para ellos lo que sentían, siendo el vivo recuerdo de que los dos estuvieron dispuestos a dar la vida por el otro.

—Creo que debo practicar más con el arco — soltó Volkov de la nada, haciendo al moreno reír fuertemente, recostándose en el suelo con sus brazos en el abdomen sin poder detener sus carcajadas.

—Hombre... dudo que alguien se haga experto tras haber lanzado sólo una flecha —

Contagiándose de su buen humor, el peligris dejó cortos y tiernos besos en su clavícula y hombro, murmurando entre sonrisas —Entonces enséñame —

—Yo te ayudo con las técnicas para lanzar flechas, pero debes enseñarme algo a cambio, lo que tú quieras... — propuso Horacio, viendo las mejillas de Viktor sonrojarse una vez más antes de aceptar, asintiendo enérgicamente ante la idea.

—Hecho. Creo tener algo en mente para eso — mordió su labio algo nervioso el peligris — Ehm... y debo enviar esta tarde las fotografías a la revista de investigaciones que te mencioné, ¿Me acompañas a casa? —

🐺🏹• Cuídame  • Volkacio AU [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora