🐺🏹• Cuídame • Volkacio AU [Terminada]

ღ Capítulo 1 ღ

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Una suave brisa hacía danzar toda la vegetación a su alrededor, calmando momentáneamente su tensión. Viktor Volkov, reconocido investigador científico, tenía como pasatiempo fotografiar la naturaleza en su estado más puro.

Esta vez, tenía un objetivo específico, capturar en fotografía la imponente silueta de un 𝑪𝒂𝒏𝒊𝒔 𝒍𝒖𝒑𝒖𝒔, un lobo de gran tamaño, cuyo llamativo pelaje de tonalidades rojizas despertó su curiosidad. Aquel lobo que buscaba lucía diferente a todos los que había logrado observar y capturar en cámara, pero no le fue posible encontrar a ese animal en concreto, pues poseía una habilidosa manera de escabullirse silenciosamente.

Frente a sus ojos, una adorable escena de un pequeño ciervo junto a su madre amenazaba con convertirse en una película de terror, al notar una manada de lobos jóvenes acercarse sigilosamente. Volkov sintió su cuerpo tensarse, oculto entre la frondosa vegetación sintió su cuerpo temblar aterrado, siendo acompañado con los latidos de su corazón que retumbaban en sus propios oídos ensordeciéndole, sin dejarle percibir que aquellos enormes caninos habían cambiado de parecer, encontrando en aquel ruso el apetecible aroma de lo que sería su cena para esa tarde.

Las lentas pisadas de sus patas fueron lo último que pudo sentir Viktor, pues apenas las oyó, ya tenía esos colmillos rasgando sus prendas y enterrándose en sus carnes. El profundo dolor le hizo entrar en un estado de semi-inconsciencia. Su visión se nublaba ante aquellas bestias que habían decidido acabar con él, lanzándole al suelo con vehemencia. Entre salvajes gruñidos y sus propios gritos de dolor, se vieron interrumpidos por un ruido seco que acalló aquel escándalo, dispersando a los lobos.

Viktor aún aterrado, abrió los ojos al ser liberado de la boca de esas imponentes criaturas. Su tembloroso cuerpo logró divisar a lo lejos una figura humana, en cuyas manos yacía un arco. Volteando a ver a su lado, reconoció entonces que la flecha que acababa de aterrizar justo sobre su hombro, le pertenecía a él. Dándose cuenta que aquella afilada arma había atrapado sus ropajes, dejándole inmóvil junto al tronco donde se apoyaba.

Jadeando aterrado, oyó los pasos de aquel hombre acercándose con total seguridad. El ruso podía leer en su oscura mirada que el arquero le había liberado de la manada de lobos para poder proclamarle como presa suya, no tenía escapatoria. Con la mirada en el suelo, el peligris esperó tener a su capturador enfrente, éste se arrodilló a su lado sin dirigirle palabra alguna, y con fuerza retiró su flecha de la oscura madera del árbol donde estaba recostado.

—Ya está, ahora vete— la seriedad en su apagada voz sorprendió a Volkov, quien aún en shock no sabía cómo agradecer que le hubiese salvado de una muerte segura. Le vió darse vuelta, dispuesto a volver por donde había venido, sin darle oportunidad de siquiera hablar.

—¡Espera! — esos aterradores ojos se posaron sobre su derrotado cuerpo que continuaba en el piso, —Tú... ¿No vas a...? — La ceja levantada del moreno hizo a Viktor detener sus palabras de golpe.
—¿A sanar tus heridas? ¿Después de los problemas que has estado causando?—

—N-no...yo me refería a... ¡Hey, no! ¿Qué haces? ¡Suéltame!— Tres segundos le bastaron para estar posicionado sobre el hombro del arquero, siendo llevado en dirección desconocida. El peligris se retorcía con sus extremidades en el aire, cual pez fuera del agua. No comprendía la facilidad de aquel hombre para levantarle y caminar con él encima, si su corpulento cuerpo probablemente pesaba más. —Primera y última vez que hago esto, no soy el puto guardián de este lugar— murmuró el moreno con molestia —Y quédate quieto— continuó —O te lanzo por ese barranco de allá, las hienas de abajo van a estar felices de verte— La sombría voz con que aquella amenaza había sido espetada, hizo que un sudor frío recorriera el cuerpo del ruso, obedeciendo de inmediato.

Así, con profunda vergüenza, Volkov fue llevado por el menor a través del boscoso territorio, comenzando a ser consiente del punzante dolor que sus heridas le hacían sentir, y del delicioso calor que emanaba el cuerpo de aquel fuerte hombre que cargaba con él.