—Si no sabes hacer trenzas... ¿Que es lo que haces con mi cabello entonces?— preguntó divertido Horacio, disfrutando de los dedos del peligris jugueteando con su cabello. Aún quedaban los últimos rayos de luz que el sol dejaba salir mientras se ocultaba, dejando un dorado brillo sobre sus rostros. El ambiente era cálido y tranquilo entre ellos dos.
—Pues, intento envolver mechones de tu pelo y enredarlos entre ellos— en realidad Viktor solo los intercalaba sin orden alguno, perdido en la suavidad de sus hebras.
Dándose vuelta para quedar frente a frente, Horacio dividió su cabello en tres partes, posicionándolas correctamente entre los dedos del ruso y dirigiendo los movimientos necesarios, formando así una incipiente trenza. El moreno le veía tomar con delicadeza su pelo, concentrado en hacerlo bien. Volkov fruncía su ceño y apretaba sus labios poniendo su máximo esfuerzo, aquello era algo que el arquero adoraba.
—¡Hecho!— la voz del ruso le sacó de su ensoñación, notando que la trenza había quedado bastante decente pese a su inexperiencia.
Horacio le abrazó con fuerza, abalanzándose sobre él y desestabilizándole, aquello hizo a ambos caer juntos al suelo entre risas, quedándose allí estirados observando el cielo que comenzaba a mostrar sus estrellas. Apenas Viktor se había acomodado para observarlas, vió al moreno levantarse con prisa, tomando sus cosas —Debemos irnos, te llevaré hasta la carretera—
Asintiendo le siguió, sin comprender qué ocurría. Sus rápidas pisadas resonaban en el bosque, y la oscuridad del territorio sólo le permitía mirar a Horacio cuando la luz de la luna se colaba entre los árboles. Aquella luna llena que parecía seguirles en un peligroso silencio. Sintió una mano del arquero rodear su muñeca para acelerar sus pasos. Sólo al sentir un pequeño dolor punzante notó que sus uñas eran ahora filosas garras.
—¿H-Horacio?— no hubo respuesta más que un frustrado gruñido —Horacio, basta. Me duele— habló serio, zafándose de su agarre.
Fue recién ahí que el nombrado comprendió parcialmente lo que había hecho. Su mente comenzaba a estar fuera de sí, siendo notado por Volkov, pues comenzaba a percibir cada mínimo cambio sufrido debido a su naturaleza.
—Horacio, déjame acompañarte esta noche— sus palabras salieron casi involuntariamente. Por dentro en realidad comenzaba a temer, pues la criatura frente a él no parecía ser el hombre que había conocido. Sus bicolores ojos tomaron un amarillento brillo mientras el arrogante rostro del moreno parecía analizarle. Jadeando dejó ver cómo poco a poco sus puntiagudos colmillos tomaban forma. Lucía cansado, pues en su interior comenzaba la interminable batalla contra su propio cuerpo y mente. Su último ápice de conciencia fue usado para tomar distancia con Viktor. Las piernas del peligris temblaban débiles y el aire parecía faltarle, sintiendo un gélido escalofrío recorrer su espina dorsal. La imagen aterradora de aquel enorme lobo distaba del que creía conocer.
Ya no podía estar tan seguro de no salir herido de allí, y lo supo cuando le vió correr frente a sus ojos, desapareciendo entre la densa oscuridad del boscoso territorio, dejándole a merced de cualquier peligro.
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Estando en completa soledad, Volkov observó que, tras haberse convertido en lobo, Horacio había dejado allí tirado su ropa y su arco, pues en esa forma no le serían de utilidad. Se agachó para recoger todo y llevarlo de vuelta. Sus manos temblaban y su respiración irregular comenzaba a marearle. Guardó apenas las pertenencias del arquero en su bolso y retomó el rumbo.
Sentía cientos de pasos a su alrededor, siniestras presencias que parecían reírse a sus espaldas. Ya no estaba seguro de estar realmente despierto o si aquella horrible pesadilla tomaba control de su mente.
Estando débil comenzó a caminar casi sin rumbo, afirmándose de los troncos para no caer. Tenía claro que no llegaría hasta la carretera por lo lejos que era. No sabía qué esperar de todo esto. Apenas una pizca de esperanza le llamaba a intentar llegar a la choza donde Horacio vivía, tal vez allí podría refugiarse hasta la mañana siguiente sin salir gravemente herido.
Nauseabundo, intentó agudizar sus sentidos, buscando distinguir el sonido de agua corriendo para ubicar aquel río que habían cruzado con anterioridad. Tras una caminata que pareció ser eterna, la encontró. Poco le importó a esas alturas introducirse al agua con la ropa puesta y mojarse, no podía perder tiempo en quitarse y volverse a poner sus prendas cuando su propia vida parecía pender de un hilo en ese momento.
Continuas e inentendibles maldiciones salieron de su boca apenas el agua tocó sus extremidades inferiores, pues la profunda oscuridad de la noche sumada a la extremadamente baja temperatura del río no se lo estaban poniendo nada fácil. Caminaba aceleradamente, intentando no hacer ruido. Sus grisáceos ojos recorrían todo a su alrededor. Sus piernas flaqueaban constantemente, y la tensión muscular comenzaba a causarle dolor en todo el cuerpo.
Un ahogado grito fue soltado por Viktor al sentir una filosa mano atrapando su camisa. Perdiendo momentáneamente la conciencia, aterrado. Aquello sólo duró un par de segundos, siendo llevado por su instinto de supervivencia, luchando contra ello para liberarse, lográndolo al tironear con todas sus fuerzas.
Al mirar atrás, viendo algo borroso ante la falta de luz, masculló enfadado —Me estás puto jodiendo...— había sido una siempre rama de mediano grosor lo que había atrapado su prenda. —Si no muero en manos de alguien aquí, muero de la paranoia seguro— murmuró para sí mismo. Jadeando aterrado, cansado y mojado, logró llegar a la morada de Horacio.
Como esperaba, no le encontró adentro, aún tambaleándose Volkov llegó a su cama, sentándose allí para calmarse, al menos se sentía un poco más a salvo allí dentro. Retiró sus pantalones mojados y su camisa ya sucia, tomando prestadas algunas prendas del arquero. Sintió que flotaba en su interior debido a que toda la ropa le quedaba grande, pero al menos era cómoda.
Guardó silencio al escuchar extraños ruidos a la lejanía, abriendo sigilosamente la puerta para tener mejor audición de ésto. Su ceño fruncido no tardó en aparecer, reconociendo prontamente el origen de los ruidos.
—No puede ser...— murmuró incrédulo, sintiendo sus propios latidos acelerarse mientras su rostro palidecía. Podía oír el gruñido de al menos dos lobos de gran tamaño peleando. Los ruidos comenzaban a incluir agudos chillidos de dolor, creyendo reconocer entre éstos a Horacio. ¿Qué se suponía que debía hacer?
Por la total falta de luz, sólo podía ver apenas por la luz que pasaba entre algunos árboles, pero no era suficiente para distinguir tan siquiera dónde estaban los dueños de esos gruñidos. ¿Debería ir a ver qué sucedía? ¿Debería intentar ayudar? La voz del de cresta daba vueltas en su cabeza, diciéndole que ante cualquier peligro no dudase en usar su arco. Claramente no se refería a un contexto como éste, sin embargo, entre la desesperación y la tontedad, Volkov pareció no comprender aquello, ignorando cada alerta mental de evitar encontrarse de frente con el peligro.
Decidido, tomó entre sus manos el arco de Horacio, empuñándolo con fuerza, y salió de la choza con paso firme. Nada le detendría de lo que estaba a punto de hacer...
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🐺🏹• Cuídame • Volkacio AU [Terminada]
Fanfic~Peligros acechan en aquel solitario bosque, cuyos profundos secretos podrán ser revelados tras un inesperado encuentro~ 🏹🐺 Horacio - Híbrido de lobo/arquero 🥼📸 Volkov - Científico/Fotógrafo [Originalmente posteada en mi cuenta de Twitter, aquí...