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Un suave jadeo fue soltado por el peligris, casi inaudible, acercándole aún más a su cuerpo. Podía observar las mejillas del moreno tornarse color escarlata, conteniéndose en todo momento, probablemente arrepentido de aquel arranque de sinceridad. Pero el anhelante brillo en su bicolor mirada rogaba por más, incluso si intentaba evadirle.
—Cierra los ojos...— murmuró bajito Volkov, complacido al notar la confianza que el de cresta le tenía, pues sin dudarlo un segundo le obedeció. Su mano se elevó una vez más, rozando el borde de sus orejas. Apenas hizo contacto con aquella zona, sintió como éstas se volvían más rígidas, tomando posición hacia atrás mientras suspiraba. Las yemas de sus dedos le acariciaban sin detenerse, viéndole retorcerse con fascinación, y adorando la calidez que adquiría el ambiente a su alrededor.
Jadeante, Horacio fue atrapado por sus propios instintos, rompiendo toda distancia para devorar sin cuidado los labios del ruso. Entre suaves mordidas iniciaron aquel húmedo vaivén que terminaba por dejarles sin aire. Parecía no haber tregua entre ellos, sedientos de buscar que el contrario se rindiera. Una mano de Viktor masajeaba las orejas del moreno a la vez que la otra descendía buscando más contacto físico, repartiendo deliciosas caricias por todo el largo de su espalda, sintiendo cómo la arqueaba bajo su caliente toque. Pequeños gimoteos fueron ahogados en aquel ruidoso beso, al sentir al de cresta frotando sus cuerpos, pues su continuo movimiento de caderas había creado la fricción en sus miembros que tanto pedían atención, generando una explosión de sensaciones.
Ambos recorrían el cuerpo del contrario, apretando entre sus dedos todo a su paso y aferrándose a la piel que tanto deseaban probar. Volkov sabía que quería avanzar en lo que estaban haciendo, pero no tenía idea de cómo proceder, pues jamás había llegado a tal instancia con un hombre antes. Mientras que Horacio, seguía obedeciendo a sus instintos, ocupando la última gota de consciencia en recordar que aquel juego era de dos, y que conocía la debilidad del ruso.
Totalmente dispuesto a usar esa información a su favor, y sin dejar de frotarse contra Viktor, el moreno inició un camino de húmedos besos que bajaban por la mandíbula hasta su cuello, sintiendo el cuerpo del peligris reaccionar apenas sus tibios labios allí, alzando su cadera y enterrando ahora sus falanges en los redondeados glúteos del arquero. Roncos quejidos eran pronunciados por ambos, dejándose llevar extasiados, más aún cuando sintió las suaves mordidas que marcarían su blanca piel, aquello era el cielo.
El lado animal parecía tomar posesión de Horacio, controlando parte de su mente y desinhibiéndole. Tomó una mano de Viktor con una sensual lentitud, dejando suaves besos en la palma. Besos que pronto se transformaron en lamidas, su lengua recorría toda la extensión, subiendo lascivamente por los dedos y comenzando a succionarlos, sin dejar de mirarle en ningún momento. Volkov parecía no estar respirando de la impresión ante la obscena imagen que el moreno le estaba regalando, calcinado en la necesidad de ser tocado y sin poder despegar sus ojos de aquella bicolor mirada que parecía devorarle en anticipación.
Con las pupilas completamente dilatadas y removiendo el albornoz, Horacio recorrió mediante besos la pálida tez del ruso, desde su brazo a los hombros y de vuelta al cuello, dejando un camino por donde su lengua marcaba todo en saliva, deleitando a Volkov con la deliciosa sensación que le provocaba. Cayendo en lo prohibido, en lo adictivo de cada sucio atrevimiento. El sonido de sus jadeos inundaba la habitación, como susurros instándoles a seguir. Apenas le recostó en la cama, los labios del arquero atraparon uno de los pezones del peligris, jugueteando entre lamidas y pequeñas succiones, satisfecho de ver su cuerpo arquearse y oyendo los gruñidos que soltaba.
Horacio continuó su camino, lamiendo el abdomen del ruso mientras sus manos tocaban todo a su paso. Con maldad, puso especial atención a la parte baja de su abdomen, sabiendo que estaba volviéndole loco. Besaba y mordía allí, sonriendo cuando la mano de Volkov llegó a su cresta para tironear de ella en desesperación, pero pretendía seguir su juego. Posicionándose entre sus piernas, el moreno aún sintiendo esos dedos enterrados en su cresta repartió lentas y tortuosas lamidas por la parte interna de sus muslos, viendo a Viktor retorcerse jadeando. Poco a poco se acercaba a su entrepierna, terminando con su lengua en la ingle, sin dejar de moverla y mojar todo a su paso. —Horacio, por favor...— suplicó apenas el peligris, dejando salir un audible gemido en cuanto sintió sus labios subir húmedos por el tronco de su pene, delineando cada vena que se marcaba, y volviendo a bajar para repetir el proceso, llegando hasta los testículos para encargarse también de ellos mientras su mano comenzaba a masturbarle. Volvió a subir usando su lengua, atrapando el glande entre su boca para entretenerse con él, su rosado músculo trazaba círculos estimulando cada terminación nerviosa. Los dedos en los pies de Volkov se torcían de placer, gimoteando y maldiciendo, sentía que estaba al límite, no podría aguantar mucho más.
Aventurándose a más, Horacio introdujo todo el miembro a su boca, ayudándose con sus dedos en la base de éste donde no alcanzaba a llegar. Su cabeza se movía de arriba abajo chupando toda la extensión, ayudado de sus labios y su lengua creaba una deliciosa presión en cada vaivén, salivando en exceso y deshaciendo en gemidos al peligris, quien se apoyó sobre sus codos para poder observarle. Era una imagen hipnotizante, sus bicolores ojos lagrimeando debido al esfuerzo, brillando en deseo y lascivia; aquella hambrienta mirada que no le dejaba ir, haciéndole saber lo mucho que disfrutaba devorarle de esa manera, y viendo su propia erección desaparecer entre esos turgentes belfos, de cuyas comisuras escapaba algo de saliva, dejando una postal aún más excitante. El ruidito de las succiones le devolvió a la realidad, sintiendo que estaba a punto de acabar. Lastimeros quejidos escapaban de su boca, intentando tirar de la cresta de Horacio para alejarle, y logrando justo lo contrario, pues comprendiendo lo que ocurría le apretó con más fuerza entre su boca mientras gimoteaba, generando una exquisita vibración. Gruñendo algo inentendible, Volkov terminó derramándose en su boca, con sus dedos enterrados en las sábanas y su cadera ligeramente alzada. Trató de destensar sus músculos, regularizando apenas su respiración.
—Déjame ayudarte con eso— murmuró preocupado por Horacio, sin darse cuenta que el moreno se había estado encargando de sí mismo todo este tiempo, tocándose bajo el éxtasis del momento, descubriendo lo mucho que disfrutaba al usar así su boca y ver lo que conseguía.
Levantándose en busca de algo para limpiar el desastre causado, Horacio fue atrapado por el peligris, quien le acorraló contra la puerta, besándole salvajemente. Sus manos tocaban todo a su paso, oyendo al de cresta jadear una vez más, removiéndose ante su toque. Volkov le apretó contra su cuerpo, acariciando con su nariz el borde de aquellas curiosas orejas, haciendo despertar una vez más su deseo. Con sumo cuidado dejó pequeños mordisquitos en ellas, sintiendo las uñas de Horacio enterrarse en sus hombros, intentando ahogar un gemido.
—No empieces esta guerra... que la gano yo— amenazó agitado en moreno, haciendo reír a Viktor.
—Está bien, prometo venir más preparado la próxima vez— sus narices se rozaban tiernamente.
—¿Próxima vez? — Alzó una ceja el de cresta, mordiendo su labio y asintiendo —Hecho. —
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🐺🏹• Cuídame • Volkacio AU [Terminada]
Fanfic~Peligros acechan en aquel solitario bosque, cuyos profundos secretos podrán ser revelados tras un inesperado encuentro~ 🏹🐺 Horacio - Híbrido de lobo/arquero 🥼📸 Volkov - Científico/Fotógrafo [Originalmente posteada en mi cuenta de Twitter, aquí...