ღ Capítulo 30 ღ [Epílogo]

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Los meses pasaban, y aquella promesa de cuidarse seguía en pie, alentándoles a continuar adelante, y logrando poco a poco madurar más sus sentimientos, fortaleciendo la relación que tenían y finalmente haciéndola oficial.

Volkov solía viajar a diversos lugares del mundo en busca de especies nuevas que fotografiar para la revista de investigaciones donde trabajaba, sin embargo, aquel bosque donde Horacio vivía era por lejos su lugar favorito. Esto debido a que podía recorrer el territorio en compañía de su novio, recorriendo el lugar entre alegres risas y besos robados, jugueteando felices. Viktor adoraba ver el anillo que ahora adornaba el dedo de Horacio, quien lucía con orgullo la brillante joya.

A raíz de cuidar los lirios azules y el resto de las flores del bosque, a ambos pareció nacerles el gusto por la jardinería. Llegando a sorprenderse Volkov cuando en una ocasión encontró al de cresta junto al lago removiendo la tierra, dispuesto a crear un huerto. Tan solo un día tardó en llegar con una carpeta repleta de hojas, en cuyo contenido se podía leer todo lo necesario para llevar a cabo la idea de plantar diversos vegetales y cuidarlos de manera correcta, iniciando una nueva afición juntos.

—¿De qué te ríes? — preguntaba Horacio, riendo también. Estaban ambos sobre la tierra colocando una a una las semillas, disfrutando de la compañía del otro.

—Tienes toda la cara sucia...— carcajeaba el ruso, acercándose a limpiar el rostro del moreno con su propia camiseta, dejando entonces un tierno beso en la punta de su nariz. Ante esto, Horacio sonrió embobado, aprovechando la nula distancia entre ellos para robarle un corto beso, seguido de otro y otro, riendo juntos mientras sus labios se unían por completo en un dulce roce.

Suspirando, un susurro escapó de Viktor —Te amo... — parecía haberle dicho un preciado secreto. Era la primera vez que uno de los dos lo decía, dejando completamente paralizado al de cresta, quien sentía sus propias mejillas arder, observando el brillo en sus grisáceos ojos y sabiendo que no mentía, sabiendo que era tan solo el inicio de su historia juntos.

Más y más meses pasaban, Volkov ya era considerado como parte de la comunidad que allí residía, siendo altamente valorado por sus interminables conocimientos en diversos ámbitos y por sus interesantes conversaciones en cada reunión familiar del clan.

A veces, Viktor y Horacio aprovechaban sus salidas donde iban a fotografiar, para llevar con ellos a los pequeños de la manada, transformando aquello en divertidos paseos. Adoraban verles correr felices sobre el césped y chapotear en los ríos.

Pero fue una tarde de primavera en que todo cambió para ambos. El peligris acababa de llegar de uno de sus viajes, anhelando ver lo antes posible a su novio. Estaba en su casa, en la ciudad, digitalizando las fotografías que había ido a tomar. Concentrado en esto, oye el timbre desde su despacho, iluminándose su rostro ante la idea de que sería Horacio quien venía a visitarle, sin embargo, apenas abrió la puerta no fue aquello lo que estaba ocurriendo, pues allí no había nadie.

Confundido, frunció su ceño sin comprender lo que acababa de pasar. Esto, hasta que un ruido le hizo bajar la mirada, encontrando una caja de transporte animal en el suelo, junto a una carta. Sintió su sangre helarse, aturdido ante la situación. Toma la carta entre sus dedos, reconociendo en ésta el logo del laboratorio donde había estado trabajando antiguamente, acelerándose sus latidos. Tembloroso, abre el sobre para leer lo que en su interior había. La carta iba dirigida específicamente a Viktor, donde le explicaban que llevaban meses experimentando con la especie 'Canis lupus arctos', lobos árticos, provenientes de las islas árticas de Canadá, sin obtener mayores resultados. Sin embargo, uno de estos lobos resultó ser una hembra gestante, que tras el largo y tormentoso viaje había dado a luz justo antes de llegar al laboratorio, siendo un parto problemático para ella, del cual no fue capaz de sobrevivir. Sólo el cachorro seguía con vida. El laboratorio estaba ya disuelto como compañía tras incidentes legales, y no podían hacerse cargo de la criatura ni gastarían presupuesto en enviarlo de vuelta a su hábitat, por lo que recurrían a él como última opción.

Con la mente en blanco y el estómago revuelto, Viktor se agachó para abrir la cajita que yacía frente a su puerta, encontrando un pequeñísimo cachorro de lobo, cuyo suave grisáceo pelaje jamás había visto antes. Sentía su corazón galopar, inseguro de qué hacer. Tomó a la cría, elevándola a la altura de su pecho. Apenas hizo esto, el lobezno se acurrucó casi con desesperación allí en búsqueda de calor, haciendo sentir a Volkov que no podía dejarle ir, despertando un extraño instinto, una pronta necesidad de cuidarle.

Con rapidez cubrió al pequeño con un suéter y agarró las llaves de su vehículo, conduciendo en dirección al bosque. Debía pedir ayuda sí o sí. Fue recibido por el de cresta, que no sabía aún de todo esto, y le veía sosteniendo algo en sus brazos.

—¿Qué traes bajo ese... suéter? — jadeó al terminar la frase, al observar por fin a la cría de lobo, oyendo entre lágrimas la historia de lo sucedido y prometiendo resguardar su vida, aceptándole en la familia que estaban formando, mientras el ruso acariciaba su mejilla.

Y así fue... con la ayuda de toda la comunidad, él y Horacio se hicieron cargo de aquella pequeña criatura, aún sin saber si se trataba de un lobo en su totalidad o de un híbrido.

Amaban ver a los pequeños del clan corriendo y jugando con el lobito, ahora llamado Kay. Sus dulces voces y risitas resonaban por todo el bosque mientras el arquero y Volkov se encargaban de ellos, observándoles encantados.

Una estrellada noche, estaban ambos junto a Kay en casa de la mujer que tanto les había ayudado siempre. Aquella anciana les había solicitado asistir, pues debía darle algo a Horacio. Extrañado aceptó ese "algo", que era una bebida caliente, una infusión de hierbas, bebiéndola.

Nada tardó el moreno en sentirse invadido por un profundo sueño, cayendo dormido en los brazos de Volkov, que le acompañaba allí. Parecía estar rodeado de una liviana neblina que poco a poco comenzaba a desaparecer, dejándole observar el firmamento, la oscura noche que brillaba cegadoramente. En su visión, alcanzaba a ver y oír a sus antepasados, incluyendo a sus propios padres. La serenidad llenó todo su ser, viéndose rodeado de quienes siempre le habían cuidado y guiado, trayendo consigo un importante mensaje para él, donde Kay representaba la paz, la calma tras una tormenta, el regocijo y la unidad para todo el clan.

Su corazón se colmaba de tranquilidad, junto a la cálida sensación de que por fin todo estaría bien. Lágrimas de felicidad rodaban por sus mejillas, sintiendo entonces que era arrebatado de aquel lugar...

—Horacio... Horacio despierta ¡Mira esto! — le despertaba Viktor, moviéndole ligeramente.

Apenas abrió por completo sus ojos le vio, era su pequeño lobito totalmente transformado en humano, un hermoso niño de cabellos casi tan blancos como la nieve y de claros ojos de un color entre grisáceo y celeste, siendo la viva imagen de Volkov. El arquero no pudo controlar su llanto de emoción, abrazándole emotivamente mientras le mecía con cariño. Agradecidos se despidieron afectuosamente de la mujer, partiendo rumbo su hogar.

Allí, bajo la iluminada noche, Horacio cargaba al pequeño en brazos, caminando de la mano de Viktor. Sus furtivas miradas y tiernas sonrisas lograban decirlo todo... No dejarían escapar la preciosa oportunidad que la vida les estaba dando.

A partir de ese momento, los tres forjaron una inquebrantable unión, formando así lo que sería su familia, su hogar... Criando y disciplinando ambos al nuevo integrante de éste, entre tiernos cuidados y constantes esfuerzos.

Solían pasar sus tardes arreglando el huerto, leyendo, jugando junto al lago, practicando con el arco, o dando largos paseos por el bosque, el mismo que yacía repleto de hermosas y coloridas flores, recordándoles todo lo vivido desde el inicio.

Conscientes de que sin importar qué, estarían dispuestos a dar su vida por el otro...

...Aquel pequeño clan formado por Kay, Horacio y Viktor, era un cálido nido de cariño y protección. No necesitaban nada más, pues teniéndose entre ellos, estaban completos...


˗ˏˋ Fin ˎˊ˗


[Gracias por leerloooooo <3]

🐺🏹• Cuídame  • Volkacio AU [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora