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«La primera piedra»

El camino desde la finca de tía Amélie hasta el hangar se me hacía eterno

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El camino desde la finca de tía Amélie hasta el hangar se me hacía eterno.

En estos diez años, la vida para mí se había resumido en estudiar, estudiar, estudiar y disfrutar de la compañía de mi madre y su hermana en total paz y tranquilidad.

La propiedad de tía Amélie era un amplio terreno de 124 hectáreas, compuesto por un basto campo de cultivo, establos, un lago y por supuesto la imponente mansión al centro de todo.

Allí aprendí de todo, desde montar a caballo hasta tiro al blanco.
Nunca pisé una universidad, sino más bien fue la universidad quien vino a mí. Tuve tutores para cada curso de la carrera de negocios, incluyendo los extra curriculares, como esgrima o chino.

Nunca quise estudiar aquello, me aburría al extremo, sin embargo entendía que era por el bien del negocio familiar que, dicho sea de paso, aún era un misterio para mí.

Mi madre adoraba el campo, y estos diez años para ella fueron un regalo del cielo, hasta que el cáncer tocó la puerta. Fue demasiado rápido, supimos que estaba enferma en enero y para mayo estábamos organizando su funeral.

Mi padre y mi hermano vinieron para el entierro, por un momento pensé que se quedarían por lo menos una semana para honrar la memoria de mamá, sin embargo al día siguiente Félix apareció en mi dormitorio, abrió las cortinas de un tirón y antes de que pudiera refunfuñar por la repentina intromisión, me dijo: "empaca, nos vamos en una hora"

Así terminé sentado al lado de mi padre en el asiento trasero del lujoso Porsche que Félix conducía.

- ¿Estás siquiera poniendo atención Adrien? - dijo mi padre impaciente golpeando su fino bastón contra el piso del auto. Al instante salí de mis pensamientos y contemplé su expresión de disgusto.

- Aún estoy un poco abrumado por las circunstancias... - su mirada fría me lo dijo todo. No aceptaba mi excusa, sin embargo no hizo mayor comentario. Desvío la mirada y continuó con lo que me estaba diciendo.

- Debes estar preparado, una vez que lleguemos a París se acabó la burbuja en la que has estado viviendo. Las cosas no están nada tranquilas allá... - comentó observando el camino - ya es hora de que te involucres en el negocio familiar de todos modos.

No respondí.

Desvíe la mirada hacia el campo, mientras veía los árboles quedar atrás ante el imponente hangar de Agreste Industries.

El jet fue rápido. En un abrir y cerrar de ojos estábamos en París.

Llegamos a tiempo para el almuerzo. Apenas entramos, el personal nos dió la bienvenida, y Phillippe, el mayordomo, me guío a mi habitación para prepararme.

(1) Deux coeurs, un battement - MLB +18 [Dos corazones, un latido]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora