Después de 10 años en Inglaterra, Adrien Agreste regresa a París tras la muerte de su madre, para unirse al negocio familiar durante una guerra fría entre las tres familias más influyentes de la ciudad. En medio de todo ese caos, lo que menos imagin...
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Sus labios son más cálidos de lo que imaginé.
Besar a Nathaniel era algo que durante mucho tiempo soñé y que, sinceramente, ya había descartado, sin embargo había algo que no se sentía del todo bien.
Sus manos se deslizaron por mi espalda llegando hasta mi cintura, mientras que las mías se movían por sí solas alrededor de su ancho cuello, y mi mente seguía perdida en aquel trance interminable.
Fue cuando sus dedos traviesos se colaron debajo de mi camiseta que reaccioné, dándole cabida a los reproches de mi subconsciente, empujando al desconcertado pelirrojo lejos de mí.
Una vez que lo tuve a una distancia prudente pude pensar con mayor claridad.
Él no respondió, solo permaneció en silencio observándome. Estaba apunto de hablar cuando un par de golpes en la puerta lo hicieron guardarse lo que sea que iba a decir.
- ¿Sí? - respondí en voz alta desde mi lugar
- Srta Marinette, tiene un... envío de flores - dijo el mayordomo desde la puerta
Puse los ojos en blanco recordando con lo que el rubio había amenazado.
- Quémalas - dije sin darle mayor importancia
- ¿Todas? - preguntó incrédulo - Señorita, creo que debería ver esto...
De mala gana, debido a la interrupción, abrí la puerta para repetir mis instrucciones, cuando me dejó muda lo que ví.
Estaba el mayordomo frente a la puerta esperando mi respuesta y detrás de él había por los menos 15 empleados sosteniendo un "ramo" de rosas cada uno, aunque no sé si se le puede llamar ramo a esa cantidad de rosas atadas en un mismo grupo...
- Voy a matarlo... - susurré para mí pensando en aquel rubio condenadamente cursi
- Vinieron con esto - dijo el hombre entregándome una rosa con una cinta dorada y una tarjeta blanca que decía:
"Lo siento, No me pude resistir"
Me fue imposible ocultar la sonrisa que me robó su pequeña nota.
Ay Adrien... qué voy a hacer contigo...
- ¿Aún desea quemarlas? - preguntó el hombre esperando mi respuesta
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