II

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«¿Casualidad o destino?»

Salí del museo con una sonrisa en los labios por aquel penoso intento de seducción

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Salí del museo con una sonrisa en los labios por aquel penoso intento de seducción. Por un momento me intrigó ver a ese hombre tan atractivo observándome. Dejé que pensara que no me había percatado de su mirada, pero no imaginé que tardara tanto... finalmente perdí la paciencia y él su oportunidad. Ya no estoy para rodeos ni cursilerías. Esos días quedaron atrás hace mucho. Aunque sus ojos verdes por poco y me hacen cambiar de parecer...

Me senté en una de las bancas más apartadas del parque y esperé a que Nathaniel saliera del museo y me buscara. Él no era un principiante, ya sabía que lo había visto. Me ubicó y se sentó en la banca que estaba a espaldas de la mía.
Saqué mi cuaderno y empecé a dibujar el abeto que tenía en frente para disimular.

- ¿Qué hacías en el museo? - dijo él sin dar más vueltas al asunto.

- No te incumbe - respondí fría. No tenía porque darle explicaciones - lo que haga o deje de hacer en mis días libres no es asunto tuyo.

- ¿Quién era el rubio? - dijo encendiendo un cigarrillo

- ¿Por qué? ¿Celoso? ¿O es que quieres su número? - sonreí satisfecha al ver de reojo como le palpitaba la sien.

- Tu padre me envió a buscarte - respondió cortante

- Mentiroso. Me habría llamado - dije restándole importancia

- ¿Has encendido el teléfono acaso? - preguntó mientras exhalaba un poco de humo

- Nath... - resoplé exhausta - Es mi día libre...

- No me hagas las cosas difíciles...

- Pero sabes bien que ese es mi pasatiempo preferido - comenté haciendo un puchero.

- Nos están esperando - soltó sin ánimos de más juegos y al instante visualicé la furgoneta estacionada al final del parque.

¿Qué será tan urgente que mandó a Nathaniel a buscarme?

Rendida guardé mi cuaderno y emprendí el camino hacia mi bicicleta.

- ¿A dónde crees que vas? - dijo sin moverse de su lugar.

- A mi bici - dije señalando con mi barbilla el punto dónde la tenía estacionada - Te veo en casa - me miró con cierta desconfianza, y con justa razón, ya que no era la primera vez que lo tomaba por tonto con esa excusa.

- Lo siento preciosa, pero tengo que regresar contigo - dijo sin una pizca de remordimiento mientras yo observaba indignada como uno de sus hombres levantaba sin respeto mi preciada bici y la llevaba rumbo al vehículo.

(1) Deux coeurs, un battement - MLB +18 [Dos corazones, un latido]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora