XVII

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«Encrucijada»

- Te amo Marinette Dupain-cheng - dijo abrazándome

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- Te amo Marinette Dupain-cheng - dijo abrazándome

- Y yo a tí Adrien Agreste - respondí dejando un tierno beso en la punta de su nariz. Permanecimos abrazados durante algún rato más antes de dirigirme al perchero en busca de alguna prenda - ¿Y qué tal te fue con tu padre? ¿Aún quiere torturarme para sacar información?

- Tengo buenas y malas noticias... - dijo rascando su nuca - pero antes me gustaría asearme y comer algo ¿Tú no tienes hambre?

- Sí, estoy hambrienta... - dije eligiendo un vestido blanco y un par de sandalias con plataforma, mientras él, levantando el teléfono que tenía sobre el velador, pidió al personal de servicio que trajera algo de comida antes de irse a bañar.

Mientras Adrien se aseaba, no pude evitar dar una vuelta por la habitación, era bastante amplia y luminosa. Al igual que en el resto de la casa, predominaba el color blanco por doquier, a diferencia de la mía, dónde los muebles y tapices eran de colores oscuros.

Me detuve frente a un cuadro que estaba sobre el velador, donde se podía observar a Adrien de niño abrazado a una mujer adulta muy parecida a él, seguramente era su madre...

- ¿Era hermosa, no lo crees? - comentó tomándome por sorpresa

- Sí, bastante - dije colocando el portaretratos en su lugar - tienes suerte de parecerte a ella y no a tu padre - añadí sacándole una carcajada mientras sacaba una camiseta negra y unos jeans de su closet.

- Y me imagino que tú también te pareces a tu madre, porque tú padre... - dijo divertido haciéndome reír

- Imaginas bien - respondí recostándome de lado en la cama

- ¿Quieres ver una película? - preguntó terminando de colocarse la camiseta.

- Necesito hablar con Nathaniel primero - dije recordando que no estaba en una visita por placer

- Aún no puedes hablar con él, sigue inconsciente... Me avisarán cuando despierte, descuida - dijo echándose frente a mí.

- Entiendo... bueno, veamos algo mientras llega la comida - dije resignada acercándome más a su cuerpo.

Permanecimos abrazados en la cama viendo la tv, cuando la mucama llegó trayendo algunos aperitivos y otro perchero con algunos vestidos formales.

En cuanto se retiró devoramos los alimentos como si no hubiésemos comido en años, y una vez que mi estómago estuvo tranquilo, reparé en los vestidos.

- ¿Para qué es eso? - pregunté señalando las prendas

- Para la cena - respondió él tranquilamente

- ¿La cena? - repetí confundida - ¿Tanto tiempo me quedaré?

- Pues... - empezó diciendo poniendo en pausa el film - ...nadie puede dejar la mansión hasta que tu padre deje de ser una amenaza - dijo con seriedad mirándome a los ojos

(1) Deux coeurs, un battement - MLB +18 [Dos corazones, un latido]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora