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¡Disfruten de la lectura!

Lianna

Mis piernas se sienten temblorosas cuando regresamos a la casa de mi padre, junto con Demian. Quizás arrojarme sobre él no fue buena idea, pero el desahogo sexual calmó un poco mi ansiedad. Es imposible no sentir el semen entre mis piernas, a pesar de las bragas y los pantalones ya acomodados, y no puedo dejar de pensar en sus palabras mientras estaciona el coche frente a la casa.

Hay un segundo coche y sé que mi madre ya está aquí.

—¿Estás lista?

—no.

Demian ignora mi negativa, baja del coche y lo rodea, esperando a que yo baje una vez que me abre la puerta. Se comporta exactamente del mismo modo que las primeras veces que me llevó a Seks: con paciencia y esperando a que mi sensación de pánico no me sobrepase.

Agarra mi mano y entrelaza nuestros dedos antes de darme un beso lento y dejar su frente contra la mía por unos segundos.

—anda, entremos.

Me obligo a mi misma a liderar el camino hasta la casa y el dolor en mi estómago se acrecienta mientras nos acercamos al comedor, desde donde puedo escuchar las voces de mis padres.

Podría jurar que voy a desmayarse de no ser porque necesito probarme a mí misma que puedo hacer esto sin desfallecer y cuando mi culo se apoya en la silla frente a ambos, con Demian a mi lado, me calmo un poco.

—hola de nuevo, hija— mi madre me da una sonrisa leve y yo mantengo mi gesto tranquilo, deseando tener alguna mierda desestresante para usar mientras hablo.

La mano de Demian se apoya sobre mi muslo sin ningún tipo de discreción y me gusta que le importe un comino la opinión de mis padres.

Comienzo a jugar con sus dedos, mientras me calmo y soy capaz de hablar.

—mamá, tú dices que papá te ha dado dinero y echado de la casa cuando estuvo en España— murmuro— y tú, papá, niegas eso. Ahora ambos... ambos pueden decirme la verdad de una vez y acabar con esto.

—yo no he echado a tu madre— suspira mi padre.

—oh, Alcort, por Dios. No mientas— espeta mi madre— te fuiste con Celia a España, me dejaste una carta diciendo que no era bueno estar alrededor de Lianna con un cáncer terminal y...

—¡Eso es mentira!— grita mi padre— deja de mentir, Lauren.

—no miento— mi madre rebusca algo en su bolso y apoya con brusquedad un papel sobre la mesa—¿Lo reconoces, Alcort? ¡Tú lo escribiste!

Con manos temblorosas, tomo el papel y lo leo. Es una carta simple, que habla de por qué mi madre estaría mejor rehaciendo su vida lejos de mí. Sin embargo, esas palabras definitivamente no parecen de mi padre. Incluso en sus notas de cumpleaños, sus palabras tenían cierta elegancia y esta nota parece escrita a las apuradas.

¿Quizás mi madre lo inventó todo?

—yo no escribí esto, Lauren, ¡Esa ni siquiera es mi letra!

—pues tenemos un problema— mascullo.

—¿Dónde está Celia? Quizás tu amante... digo, esposa, pueda decir algo al respecto— masculla mi madre.

—está en el salón de belleza— dice mi padre— vendrá de un momento a otro.

—¿Estás seguro de que no escribiste esto, papá?— le pregunto al hombre— no sería la primera vez que le ofreces dinero a alguien para que se aleje de mí vida.

Anestesia | SEKS #1.5 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora