Todo estaba saliendo muy bien en la vida de Agnes, tenia a sus amigos, a su hermano, a su tía, pero lo que no esperaba Agnes, era tener que descubrir los secretos que la rodeaban todo el tiempo, haciendo que las mentiras mas pequeñas sean ya suficie...
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13 de marzo del 2006
Narrador omnisciente
El cielo estaba despejado y el sol hacia su magnífica aparición en la tranquila tarde de , Massachusetts.
La familia Wilson solía ir al parque todas las tardes, con una hermosa niña de cabello rojizo y unos ojos verdes intensos que atraían la atención de cualquiera que los viera. Ellos no eran personas que convivían con los que habitaban el pueblo, nadie hablaba con ellos y ellos tampoco pretendían buscar atención de nadie, los habitantes del pequeño pueblo no se les hacía cómoda su presencia debido a lo extraña que era aquella familia.
Tenían poco de haberse mudado. Un hombre alto de cabello castaño oscuro y unos ojos verdes capaces de enamorar a cualquiera, la mirada penetrante y la curiosidad que se sentía al estar frente a él, era lo que más llamaba la atención de los curiosos habitantes de Stockbridge. Pero la señora Wilson no quedaba atrás. Ella era una mujer alta de porte elegante con su cabellera rojiza que llamaba tanto la atención, la mujer tenía los ojos azules y perspicaces, su rostro se veía tan delicado, su mirada tan intensa. La mujer era hermosa y esa misma belleza la había obtenido su hija Agnes.
La niña no iba a los colegios que estaban en el pueblo. Se rumoraba que tomaba clases en casa, otros decían que de seguro la niña tenía alguna enfermedad o que sus padres no la dejaban salir y la obligaban a quedarse en casa.
Pero solo eran eso.
Rumores.
Los Wilson tenían sus razones para no mostrarse de manera excesiva al mundo, sabían perfectamente lo que hacían y como lo hacían.
Pero eso no cambiaba el hecho de que tenían a una pequeña, independientemente de lo que hizo, los Wilson trataban de protegerla y no la juzgaban.
Ellos sabían que esa pequeña pelirroja no era normal, pero sabían educarla como se debía y aunque le habían llenado la cabeza de engaños, solo trataban de cuidarla.
¿Pero qué puede hacer una niña tan pequeña?
Esa pregunta rondara por sus cabezas, pero no tiene respuesta exacta.
No para los que no los conocían.
—¡Papá! —Llama la pequeña subida en uno de los balancines.
La mirada del hombre va a la pelirroja sonriente.
—¿Qué sucede hija? —Se acerca.
—¿Por qué mamá no vino?
—Mamá se sentía mal —Contesta con una sonrisa.
La niña suspira irritada.
—Si, con el bicho ese —Dice molesta.
—Agnes, no hables así —La regaña— A lo que llamas bicho es tu hermano.