Capítulo 17

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16 de junio del 2004

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16 de junio del 2004

Melanny Wilson

Últimamente estos días han sido muy intensos.

Patrick no ha estado muchos días en casa, el trabajo lo tiene muy ocupado y la verdad es que lo entiendo, es normal que suceda, ser uno de los mejores abogados del pueblo es difícil.

Yo por lo tanto me mantengo en casa atendiendo a mis hijos, no porque no tenga trabajo, porque si lo tengo. Es solo que tan solo llevo un mes de haber traído al mundo a los gemelos. Mis hijos. Y el doctor me dijo que tenía que evitar cualquier movimiento o pensamiento pesado.

Estar en casa todo el día me ha dado tiempo de atender a los bebés y más a Agnes que es un tanto especial. Ella ha estado tranquila y eso es bueno, la actitud de Agnes no es la de cualquier niño de tan solo seis años, ella suele ser relajada cuando quiere. En estos años lidiar con la pequeña belleza pelirroja ha sido todo un reto y no solo para mi si no para Patrick también.

La mente de Agnes es retorcida, oscura y vanidosa. Suena raro decir eso de una niña de seis años, pero así es y no estoy feliz por aquello, porque se perfectamente cuáles son las razones de su forma de pensar y ver las cosas, Agnes no es así por querer, es más complicado de lo que podría explicar. Y lo que me atormenta es que Patrick no sabe nada.

Pero también está mi otra razón de vivir, en ella deslumbra la alegría y tranquilidad.

Alicia.

Mi pequeña de tan solo cuatro años, sus ojos verdes igual de llamativos que los de su hermana y su padre. Su cabello dorado intenso como el sol el cual le llega por los hombros y su mirada tierna e inocente que te muestra que no es capaz de matar ni a una mosca.

Alicia es todo lo contrario a Agnes.

Me trasladado a la cocina y empiezo a preparar el desayuno. Preparo los sándwiches y se los coloco en la mesa con mi mejor intento de sonrisa.

—¡Mamá, Agnes no quiere comer! —Se queja Alicia.

La pelirroja le pone mala cara.

—¡Cállate! —Agnes se levanta de la silla y se va al sofá.

—Ni la toque —La pequeña rubia alza los hombros mirando a Agnes.

Camino hacia dónde está mi hija mayor y me siento a su lado.

—Agnes, tienes que comer —Le pongo el plato en frente— Si no, no crecerás.

—No me importa.

—Claro que te importa...

—Creceré de todos modos, comiendo o no.

—Ves lo rara que es mamá —Me mira Alicia sentada a mi lado imitando mis movimientos.

—No es rara... es solo que...

Tocan la puerta.

—¿Quién viene tan temprano? —Agnes mira la puerta con el ceño fruncido.

Fríamente Calculado (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora