Después de correr por todo el instituto, llegué al tan conocido y familiar despacho del director. Decidí actuar como si nada de lo de ayer hubiera ocurrido, por lo que entré sin llamar y me acomodé en el sillón de cuero del director. Él no estaba en su despacho todavía. Al cabo de unos instantes, la puerta se abrió, y yo giré en el asiento giratorio (valga la redundancia) de espaldas a la puerta. Lentamente, y como si fuera una película de mafiosos, hice girar el asiento hasta quedar de frente a la escena que se producía ante mi. Solo me faltaba el gato. Estaban el director y su mujer muy... Encendidos. Carraspeé y ellos se separaron de un salto. Los miré con una ceja alzada y ellos bajaron la cabeza como si yo fuera la directora y ellos los alumnos que se han portado mal. Me levanté con agilidad del asiento y con un gesto de la mano, le resté importancia al asunto.
- Nah, sigan, sigan, si yo ya me iba...
El padre de Oliver carraspeó antes de hablar. Se acomodó la corbata y se sentó en su sillón. Su mujer se quedó de pie a su lado. Ambos estaban aún sonrojados y con el pelo revuelto, por lo que deduje que no sería capaz de tomarlos en serio si me decían algo. Opté por sentarme en las duras sillas de visitas.
- Camille, tenemos que darte una noticia.- los miré expectante.- Hemos decidido, que si tu quieres y te apetece, te podemos adoptar.- terminó la frase con una sonrisa paternal. Los miré alternativamente, sin comprender. Fruncí el ceño.
- Que?- fue lo único que conseguí pronunciar.
- Que si quieres...- empezó la madre de Oliver de nuevo.
- No, no, osea, si. Ya he comprendido esa parte, pero la cuestión es... Por qué?
- Bueno, pues como siempre estas con Oliv y con esa cosa extraña que teneis entre vosotros y como nos enteramos de que no tienes con quien vivir, hemos decidido que como para nosotrps ya eres como una hija...
Una lágrima cayó de mis ojos. Los padres de Oliver me miraron estupefactos. Dejaron la frase sin terminar.
- Vaya, que solo porque os doy pena... Bueno, en ese caso, no. No quiero que me adopteis. Ya me las he apañado estos años sin ayuda, tan solo quedan dos para que pueda irme de aquí. No quiero que me adopteis. Yo lo siento, pero no creo estar preparada para convivir con adultos. Nunca más. Voy a buscar trabajo y a alquilar un piso por aquí cerca. Gracias por la oferta.- Eché mi discurso con mi voz más fría y calculadora que pude. Esa que había desarrollado con el tiempo, los años y los sucesos. Salí de allí con la cabeza en alto y me sequé con el dorso de la mano las lágrimas que habían empezado a descender por mis mejillas. Tan solo me habían propuesto la adopción porque les daba pena. Es cierto que no sabían nada, pero de no ser porque descubrieron que soy huérfana, no me lo habrían propuesto. Salí del edificio tan envuelta en mis pensamientos que no saludé al conserje. Me monté en mi moto y conduje hasta la tienda donde buscaban a alguien que hiciera tatuajes. Me quedé parada delante de la puerta de entrada, observando el interior a través de los cristales. Era una tienda bastante amplia pero con un aire acogedor. Con un suspiro entré y sonó una campanilla, delatando mi presencia. Enseguida apareció un chico alto, muy musculoso y con los brazos llenos de tatuajes. Detrás, otro chico más delgadito y vestido con ropas ajustadas. Demasiado ajustadas, diría yo. Éste último habló.
- Oh dios mío, pero que pelo más fabuloso! Y que tatuajes!- prácticamente me abrazó mientras me inspeccionaba el pelo. Sospechas confirmadas, seguramente fuera gay. Me forcé a sonreir por educación. Quería causar buena impresión y que no me juzgasen por la edad.
- Y que deseas, guapa?- me preguntó después de prácticamente hacerme un examen del cuerpo. Era bastante incómodo.
- Por dios Mason, déja a la chica tranquila.- le dijo el fuertote con un tono que demostraba desesperación. Me reí un poco. Aquellos dos formaban una extraña pareja.
- Yo he venido por el empleo de tatuador.- les dije decidida. El grandote enarcó una ceja. No me amedrenté.
- En serio?- me preguntó. Asentí.
- Bueno, pues primero te haremos una entrevista y luego tendrás que hacer un tatuaje a alguien como prueba.
- De acuerdo.- accedí con un asentimiento. Fuimos a la parte trasera de la tienda y allí me hicieron la entrevista. Me preguntaron edad, nombre, apellidos, si tenía algún antecedente penal, si tenía experiencia (se sorprendieron cuando les dije que hacía más de cuatro años había trabajado como tatuadora en una prestigiosa empresa de tatuajes). Y cosas de esas. Creo que les agradé. Justo cuando salimos, entró un nuevo cliente con la petición de que le hiciesen un tatuaje en el tobillo de un trébol de cuatro hojas y la palabra luck (suerte). Me dejaron hacerlo a mi y, sinceramente, me quedó genial.
- Bien, estás contratada. Tendrás hoy tu primer pago.- me dijo el grandote que ahora sabía que se llamaba Óscar.
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Problemas, ¿por qué no?
Teen FictionElla. Pelivioleta, gruñona y con muy mala leche. Cuidado con ella porque muerde. Ama las motos y es muy inteligente. Chica problemas y morita son sus apodos. Tiene un pasado olvidado y un presente turbio. Solo hace caso a su mejor amigo. Juntos caus...