Capítulo 32

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POV. Camille

Mis padres siempre me decían que a veces nos damos cuenta de que amamos a alguien cuando esa persona desaparece de nuestras vidas, tal vez para siempre. Yo tuve la mala suerte de ser uno de esos casos. Mi vida no eran más que jodidas desgracias que superaban al reducido número de mis alegrías. Cuando murieron mis padres me prometí a mi misma, tras años de estar perdida, salir adelante y vivir feliz, haciendo lo que me gusta y nada más que eso. Pero cuando murió César todos mis ideales que tan minuciosamente había construido se vinieron abajo de golpe. Puto amor que hace que me duela el pecho como si me lo estuviesen desgarrando... Sentí cómo Kathia se separaba de mi y la escuché levantarse pero no me moví. Me parecía curiosa que la sonrisa de César fuese feliz a pesar de que estuviese a punto de morir. Me quedé observando cada detalle de su pálida y fría piel hasta que mis oídos captaron retazos de la conversación telefónica que mi amiga pelirroja estaba manteniendo con alguien.
- ... Por favor, mi amiga está aquí, al lado de los cuerpos, y creo que está en estado de shock.
- ...
- No habla, ni se mueve, tan solo se queda mirando el cuerpo del chico.
- ...
- No se que coño ha pasado, eso lo teneis que averiguar vosotros, que es vuestro puto trabajo!- gritó mi amiga completamente enfadada. Giré mi cuello y observé en silencio pero con curiosidad como la pelirroja andaba de un lado a otro pasándose las manos por el pelo. Esbocé una pequeña sonrisa, le di un último beso en los labios a César y me levanté con pesadez del suelo. Se me habían quedado las piernas , por lo que mis rodillas cedieron y caí al suelo aparatosamente. Kathia corrió hacia mi y me ayudó a incorporarme pero como seguía teniendo ese hormigueo que aparece después de que se te duerma una parte del cuerpo, casi nos caemos las dos al suelo. Estaba a punto de empezar a andar cuando escuchamos cómo los chicos nos llamaban.
- Kath!! Cami!!- reconocí los gritos inconfundibles de Oliver. Entonces caí en la cuenta de que tanto Oliver como Caleb eran muy sensibles a la sangre, heridas y esas cosas. Miré a Kathia con urgencia y ella entendió a la perfección la situación. Me dejó apoyada a medias contra un árbol y salió corriendo en la dirección contraria. Escuché sus voces, pero me hallaba tan lejos de la realidad que no entendí ninguna de sus palabras a excepción de cinco o seis.
- César y su padre (...) Muertos (...) Cuidado (...)
Regresé a la realidas cuando sentí los fuertes y trabajados brazos de mi mejor amigo rodeándome por la cintura y enterrando su cabeza en mi cuello. Ni siquiera me había dado cuenta de cuándo habían llegado. Divisé por la curva de la carretera de al lado las luces de la ambulancia y el coche de policía. Le acaricié con ternura el pelo y se me escapó una lágrima rebelde que se coló por el cuello de su camisa, enviando escalofríos por todo su cuerpo y traspasándomelos a mi.
- Estás bien?- me preguntó aún sin despegar sus labios de mi piel, provocándome así cosquillas en el cuello. Estuve a punto de reirme. Casi. Pero no lo hice. Lo miré en plan estás de coña? Y él si se rió a la vez que se separaba de mi. Lo miré con curiosidad, haciéndole sin palabras la misma pregunta.
- No, sinceramente aunque no lo conocía desde hace mucho me caía bien el chaval.
Asentí, sin que me saliesen las palabras, y me quedé en silencio observando cómo las luces rojas y azules estaban cada vez más cerca hasta que ambos vehículos se detuvieron delante de nuestras narices. Del coche de policía se bajó un hombre joven y con aspecto de gallito con un compañero en las mismas condiciones. De la ambulancia, un hombre de mediana edad y una chica de aproximadamente veinte años se acercaron a nosotros y por ende, a los cadáveres. Ambos polis se sacaron sus gafas de sol supefashions y nos dirigieron la típica mirada de estais en un buen lío y yo voy a ser vuestro verdugo. Los miré con indiferencia antes de fijar la vista en un punto en el horizonte. Ambos oficiales se miraron de una forma que no llegué a comprender y el primero que había bajado del coche (el que parecía ser el jefe) se aclaró la garganta antes de hablar.
- Muy bien, que ha ocurrido?- preguntó con la voz masculina más aguda que mis oídos hubiesen escuchado jamás. Lo miré con los ojos como platos y él a mi con indiferencia. Los chicos y Kathia mantuvieron a raya sus carcajadas como pudieron y el otro policía nos observó con diversión antes de indicarnos con gestos que no nos riésemos. Le dirigí una mirada inquisitiva y él se encogió de hombros.
- Y bien? Alguien me va a responder o tengo que empezar a arrestar por sospechosos de homicidio?- preguntó el muy.... Con tono arrogante. Sean, Kath, Oliver, Caleb y Anthony me miraron, preguntándome con los ojos. Me mantuve impetérrita mirando hacia el horizonte, como si todo aquello no fuera conmigo. El poli "malo" (el jefe arrogante) suspiró exageradamente alto y procedió a acercarse a mi para esposarme.
- Si me tocas un solo pelo me pongo a gritar que me quieres violar y te arrestarán.- le advertí cuando su mano estaba a punto de tocarme. Mi voz había salido MUY ronca y extraña, ni siquiera yo la habría reconocido. Mis amigos me estudiaron con preocupación y el poli malo divertido.
- Y quien me va a arrestar, yo mismo?- inquirió con burla. Negué con la cabeza mientras mi característica sonrisa lobuna se habría paso por mi rostro.
- Tan solo tengo que gritar dos decibelios más alto de lo normal y en menos de cinco minutos estarás rodeado de matones.- confesé extremadamente divertida pero sin demostrarlo. Un día iba sola por la calle y me robaron... No recuerdo qué y grité y a los cinco minutos todos los chicos de las carreras de motos estaban a mi alrededor con caras de preocupación extrema. Recuerdo que aquella tarde me quedé tan perpleja de verlos allí a todos que me quedé callada durante el resto del día. Y Mr. Perfect me devolvió lo que me habían robado. El poli malo se rió con ganas y yo mantuve una expresión completa y absolutamente neutra. El poli bueno me observaba con precaución, como si yo fuese un tigre a punto de atacar y él un suculento conejo. Bueno, realmente no se lo que comen los tigres.... El caso es que era el único a parte de mis amigos que se había dado cuenta de que no iba de coña.
- Jerry, creo que va en serio.- le dijo el poli bueno al de voz de pito. Mis amigos se empezaron a reir a carcajada limpia. Yo no se cómo narices aguanté con la expresión neutra sin reirme.
- No lo creo Tom, es imposible.- dijo Jerry con su característica voz. Alcé una ceja y Tom suspiró.
- Si, nos llamamos como el ratón y el gato de dibujos animados.
A aquellas alturas de la conversación mis amigos ya estaban meándose de la risa eel suelo, cosa que me parecía una falta de respeto hacia los dos cadáveres que se hallaban allí.
- Quieres probar?- inquirí con la ceja aún alzada. Jerry frunció el ceño, un tanto inseguro.
- No, gracias.- dijo finalmente con algo de respeto. Bajé mi ceja y mi vista se arrastró irremediablemente hacia el cuerpo de César y su padre. Jerry siguió el destino de mi mirada con la suya e hizo una mueca de sorpresa.
- Que ha pasado?- preguntó de nuevo finalmente. Abrí la boca para hablar pero Tom e interrumpió.
- Jefe Jerry, creo que sería mejor llevar los cadáveres al depósito de comisaría primero y luego empezar formalmente el interrogatorio.
El jefe nos miró aleatoriamente, indeciso, hasta detenerse en mi y dirigirme una mirada extraña. Yo estaba absolutamente segura de haber visto aquella mirada en alguna otra parte.
- De acuerdo.- accedió finalmente.- Pero debeis venir ahora con nosotros y llamaremos a vuestros padres para que vayan a comisaría a buscaros.- adviritó. Y con aquellas simples palabras los de la ambulancia se acercaron con cuidado a los cadáveres y los metieron en bolsas de plástico antes de introducirlos en el vehículo correspondiente. Me había encerrado en mi misma tanto mientras observaba cómo ambos llevaban a cabo el proceso que no me percaté de que ya estaban todos en el coche patrulla y me esperaban impacientes. Oliver apareció a mi lado y sin decir más palabra me cargó como a una princesa y ambos entramos en el calor del coche. Él se acomodó en los asientos de atrás conmigo encima, con Caleb, Anthony y Sean con Kathia encima esperaban.

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Estaba en la comisaría. Ya habían llamado a todos los familiares y Tom esperaba pacientemente a que le dictase los dígitos de alguno de mis familiares. Me miró con una ceja levantada.
- Me dices el número de tus padres?
- A no ser que tengas un teléfono que conecte con el mundo de los muertos, creo que no te va a servir de mucho.- dije en un susurro con indiferencia. Tom me miró entre confuso, perplejo y nervioso.
- Y-yo lo-lo si-siento.- tartamudeó con nerviosismo evidente. Me encogí de hombros.
- Fue hace cuatro años.
Él se rascó la nuca con incomodidad.
- Y algún tutor legal?- me preguntó... ¿Preocupado?
- Nope.- le contesté encogiéndome de hombros. Él suspiró.
- Entonces tendrás que quedarte aquí hasta que se solucione esto un poco o hasta que declares.
- Me puedo meter en la celda?
Tom me miró más sorprendido imposible.
- Eres la primera persona que me pregunta eso y que quiere entrar ahí por voluntad propia.
- Y la última seguramente.- dije guiñandole un ojo. Seguramente penseis que soy una insensible pero creo que César habría querido que siguiese adelante, no que me quedase a llorar por cada esquina, y mis padres también, así que, por ellos y por mi misma, decidí seguir adelante con la mayor normalidad posible. Sin olvidarlos a ellos, claro.
- Si, puedes entrar pero te recomiendo que no cierres la puerta si no quieres quedarte encerrada.
Puse los ojos en blanco antes de meterme en el reducido espacio y tumbarme en la dura cama a cerrar un rato los ojos. A todos los chicos los habían ido a buscar sus padres menos a mi. El padre de Oliver se había ofrecido a llevarme pero yo había preferido quedarme para declarar, tan solo necesitaba un poco más de tiempo. Al parecer, a Kathia le había ido a recoger su tía e iba a vivir con ella hasta cumplir los dieciocho. Luego nosotras dos y Oliver iríamos a la misma universidad, a la que por cierto, aún tenía que enviar la solicitud. Y pensando en que tenía un montó de cosas que organizar, me quedé profundamente dormida en aquella dura y fría cama.

Problemas, ¿por qué no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora