Capítulo 27

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POV. César

Me quedé sentado en el banco durante veinte o veinte y cinco minutos más hasta que me decidí a contarle la verdad a Camille. Estaba seguro de que ella me mataría después pero tenía la ínfima esperanza de que pudiese perdonarme. Me pasé las manos por el pelo una última vez antes de levantarme y avanzar con pasos temblorosos hacia el hospital. Las calles estaban llenas de gente que comía, reía y disfrutaba, ajenos a que dentro de unos minutos posiblemente cierta chica pelivioleta cometiera un asesinato. En mi menté comencé a conjeturar distintas muertes dramáticas en las que yo siempre era el muerto y Camille la asesina. Irónico hasta un punto inimaginable. Sin darme cuenta, ya me encuentro ante los pocos escalones que dan acceso a la entrada principal del hospital. Abro la puerta con el pulso inestable y me regaño mentalmente por ello. Vamos, César, qué eres león o huevón?- me pregunta mi subconsciente cogiendo prestada una frase de la serie La que se avecina. Un huevón?- le pregunté yo inseguro. Sentí cómo mi yo interno hacía un facepalm. Suspiré por decimo-enésima vez en menos de cinco minutos y avancé con aparente seguridad. Repito, aparente. Para cuando llegué delante de la puerta de la habitación de mi amiga ya me había imaginado veinte posibles muertes sólo con un mando de televisión. Llamé suavemente a la puerta, tratando desesperadamente de ocultar el temblor que se había apoderado de mi cuerpo sin mi permiso.
- Adelante!- exclamó la voz de Camille desde el interior. Cualquier esperanza que tenía de que estuviese dormida desapareció por completo. Abrí la puerta y me introduje en la blanca habitación. Odiaba las habitaciones de hospital, me hacían sentir... Enfermo? Frío? No lo se. La pelivioleta me observó con evidente confusión. No se esperaba que yo apareciese por allí después de que me fuese dando un portazo. Lógico. Dejé escapar todo el aire que había contenido de una sola vez antes de tomar asiento en el pequeño sillón que se encontraba en una esquina de la habitación. Camille cada vez estaba más confundida y le delataba su ceño considerablemente fruncido y sus hombros tensos.
- Por que te fuiste antes?- me preguntó tras unos minutos en silencio, observándonos.
- Por que no podía seguir escuchándote.- le contesté con la voz ronca. No fui el único que notó que mi voz estaba rara.
- Por qué?
- Porque la culpa me carcomía por dentro, desde el pecho hasta el resto de mi cuerpo. Ella palideció de golpe y parecía estar en estado de shock.
- Por qué?- volvió a preguntar en apenas un susurro vacío.
- Creo que no quieres saber la respuesta o ya la sabes pero no quieres oírla.- le comenté en un hilo de voz.
- César...- me advirtió con voz amenazante. Tragué saliva fuerte.
- Cómo se llamaban tus padres?- mi pregunta la pilló completamente por sorpresa y contestó en medio de un mar de confusión.
- Ángela y Jorge.- contestó en un susurro.
"Sus nombres son Ángela y Jorge. Un matrimonio con una hija de tj edad". Un fragmento de un recuerdo estalló en mi mente con claridad.
- Cuántos años tenían cuando los asesinaron?- Le pregunté aún sumido en un mundo paralelo.
- Treinta y dós mi madre y treinta y cinco mi padre.- contestó ella cada vez más confusa.
"Ella tiene treinta y dós y él treinta y cinco.
- Son muy jóvenes". Recordé el comentario que había dicho yo al saber sus edades.
- Cuántos años tenías tú?- le pregunté cada vez más convencido de que mi teoría era acertada.
- Doce, César por qué...?- la acallé en el mismo instante en el que otro fragmento de recuerdo se reproducía en mi mente. "La niña también, tiene doce años y no podemos dejarla salir impune.
- Pero ella no tiene la culpa".- mis palabras y las de aquella voz ronca y masculina se clavaban como dagas en mi pecho. Le hice una última pregunta a la pelivioleta.
- Tus padres murieron a causa de un disparo en el pecho de una bala de 15mm?- mi voz tembló ligeramente al final de la frase, al saber de antemano la respuesta. El rostro de Camille palideció más todavía si aquello era posible.
- Cómo lo sabes? Es decir... Por qué coño me preguntas todas esas cosas? Que está pasando? No entiendo nada, César, de verdad, no te entiendo. No se a dónde quieres ir a parar con todo esto.
Le dejé hablar mientras revivía un último recuerdo en mi mente.
"- Por favor, mátanos a nosotros pero déjala vivir a ella. Camille no ha hecho nada, es sólo una niña.- me suplica Ángela mientras Richard apunta a su pecho con la pistola. La miro asustado mientras ella sigue suplicándole a mi jefe clemencia por su hija de mi edad. Ella no está en casa y supuestamente Richard tiene que matarla cuando vuelva. A Jorge ya lo ha matado con la misma pistola desde hace diez minutos pero Ángela no lo sabe aún. Aparto la mirada cuando escucho cómo mi jefe aprieta el gatillo y salgo corriendo a la calle, lejos del olor a sangre y a muerte. Corro por las calles y me choco con una niña de pelo negro e hipnotizantes ojos azules e inmediatamente sé que es ella. Es la hija de Ángela y Jorge. La agarro del brazo y la meto en un callejón oscuro mientras mi jefe pasa de largo. Sé que él la perseguirá hasta verla muerta pero confío en que se vaya lejos, muy lejos, o que se gane fuertes e imponentes amistades. Salgo corriendo antes de que vea mi rostro por completo y corro sin dirección fija hacia la salida de la ciudad. Sé que no estoy seguro ahora que he desobedecido las órdenes de mi jefe que es también mi padre". Mis ojos se tornaron vidriosos, haciendo enmudecer a la pelivioleta por completo. No pude retener las lágrimas por más tiempo y éstas resvalaron libres por mis mejillas.
- Yo permití que los mataran.- susurré tan bajito que ella no lo escuchó.
- Qué?
- Yo estuve allí cuando los mataron. No hice nada por detenerle. Fui un covarde y no pude detener que los matara!- exclamé con odio hacia mi mismo mientras elevaba la voz.
- A quién no pudiste detener?- me preguntó en un murmullo peligrosa y amenazadoramente bajo.
- A mi padre!! No tuve el valor suficiente como para detener a mi padre cuando mató a los tuyos!! Sólo pude salvarte a ti!!- le grité, perdiendo el control del todo sobre mi.

Problemas, ¿por qué no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora