Prólogo

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Rumania, un lugar tanto exótico como desconocido que pocas personas conocían al cien por ciento. Todo en aquellos lugares escondidos por el país resultaba intrigante a la par de extraño y misterioso, sobretodo una de las villas en las que nadie solía poner su atención. Era una villa gobernada por una figura divina conocida como Madre Miranda y sus cuatro “hijos”, los lords de la villa: Salvatore Moreau, Donna Beneviento, Karl Heisenberg y Alcina Dimitrescu. Todos ellos igual de benerados y respetados. Pero aquel día tendrían una nueva figura a la que respetar.

Los lords estaban reunidos en aquella capilla medio derrumbada por el paso del tiempo. Esperaban impacientes la llegada de Miranda quien les había reunido para algo importante.

-¿Por qué cojones tarda tanto?-bufó Heisenberg muerto de aburrimiento.

-Tendrá sus razones para ello.-respondió Alcina tratando de calmar su temperamento.

-No empieces a defenderla, puta chupasangre.-escupió mirándola con mala cara. Antes de que otra pelea entre ambos hermanos empezara, la pequeña muñeca en manos de Donna habló.

-Nosotras pensamos que lleva tiempo escondiendo algo. Madre Miranda tiene secretitos.-dijo entre carcajadas llamando la atención de los presentes.

-¿Se-Secreto?-preguntó Moreau.

-¿De dónde narices habéis sacado eso?-interrumpió Heisenberg pensando en lo que decían.

-Lleva mucho tiempo por no decir años ocultandonos algo. Pero ahora parece más ocupada con lo que quiera que sea.-murmuró Donna lo suficientemente alto para que los demás pudieran escucharla.

-¡Tonterías! Es cierto que cada vez tiene más prisa, pero si escondiera algo pronto nos lo diría. Confio en ella.-Alcina elevó la voz también pensativa acerca de aquellas palabras.

-Yo opino lo mismo que la muñeca psicópata y nuestra pequeña Donnie.-volvió a hablar su hermano-. Cada vez es más raro y notable por si no te has dado cuenta.

Las puertas se abrieron de golpe dejando ver a la figura que tanto esperaban ver, Madre Miranda había aparecido.

-Tenéis todos razón, mis pequeños.-dijo caminando hacia el altar habiéndolo escuchado todo. Los lords estaban sorprendidos y algo inquietos sabiendo que les había oído, pero mayor fue cuando vieron una figura algo más pequeña caminando detrás de ella con la cabeza gacha-. Justamente os he llamado para informaros sobre lo que tanto tiempo he estado ocultando. Pero tranquilos, no es nada en vuestro perjuicio o parecido. De hecho, vamos a integrar a alguien más en nuestra familia.

¡¿QUÉ?!

Todos miraban a su “madre” sin saber que decir. La joven se posicionó al lado de Miranda en el altar. No podía diferenciarse su rostro, lo ocultaba con la capucha de su chaqueta y seguía agachando la cabeza.

-¿A quién debemos el honor Madre Miranda?-se atrevió Alcina.

-Os presento a vuestra hermana y quinta lord, Akuma Singuratic.-presentó posando sus manos en los hombros de la menor-. Vamos mi pequeña, no seas tímida.-susurró a su oído quitando su capucha lentamente.

-¿Singuratic? Pero eso significa...-pensó Alcina sabiendo el significado de aquella palabra.

La chica alzó su rostro llamando cada vez más la atención de los presentes. No parecía siquiera llegar a la mayoría de edad por las facciones de su rostro. Parecía una chica cualquiera, con ojos oscuros, cabello negro y lo peor, era completamente humana.

-Bueno, la niña es linda.-se acercó a ella dejando su martillo de lado y levantó su mano para tocarla. Ella no habló pero se movió rápido agarrando su muñeca y apretándola mientras le miraba con odio-. Y tiene carácter, creo que me cae bien.-sonrió de lado.

-No noto un aroma distinto en ella, es igual al resto de personas de la villa ¿No esta infectada?-se aventuró Alcina de nuevo con curiosidad.

-No por el momento, prefiero esperar a que se familiarice con todo esto y a que crezca un poco más antes de probar el cadou en ella. Aunque ya ha mostrado signos de ser compatible sin llegar a morir.-acarició suavemente el cabello de ella-. Sé que tenéis dudas así que os contaré brevemente el porque. Esta chica lleva un tiempo bajo mi cuidado, unos años para ser sinceros. Y es muy capaz de estar entre nosotros, descubrireis sus capacidades sin necesidad de implantarle nada.-sonrió con cada palabra que salía de su boca-. Ahora discutamos lo que nos importa.

Dejó que la joven tomara asiento cerca de ella pero bajo el altar. Estaba separada del resto y escuchaba atentamente lo que se discutía en aquella reunión. Pareció ser la unica pues los demás estaban muy concentrados en observarla.

-Eso es todo, iremos viendo los progresos de los experimentos. Podéis retiraros.-elevó sus alas dándoles la señal de irse. Alcina se levantó despacio quedando de las últimas pues veía como la joven se acercaba a Miranda. Antes de salir pudo percatarse de como Miranda volvía a acariciarla y como la menor se inclinaba ante ella en forma de despedida.

Es extraña, pero sabe comportarse. Me pregunto que tendrá para haber llamado nuestra atención.

Tratando de alejarse de sus pensamientos intentó encender uno de sus cigarros sin éxito.

-¡Maldito trasto!-gruñó para si. Escuchó las puertas detrás de ella cerrarse pero ahora la importaba más que el mechero prendiera para poder fumarse un simple cigarro. Así era hasta sentir una mirada sobre ella. Giró la cabeza levemente viendo a la chica.

Se quedaron mirándose mientras la menor colocaba un cigarro en sus labios y lo encendía. Extendió su mano con el mechero encendido hacia ella, entonces Alcina comprendió el gesto. Se agachó a su altura dejando que la pequeña llama tocara la punta del cigarrillo prendiendolo.

-Gracias.-dijo tras inhalar un poco de aquel humo. No recibió respuesta mayor que el sonido de sus botas golpeando la nieve al andar alejándose como si nada hubiera pasado.

Es muy rara y ni siquiera la he escuchado hablar. Pero puede que resulte más interesante de lo que creo.

Ese fue el momento donde empezó su tortuosa amistad e intento de hermandad.

¿Algún día llegaría a más?

Eres insufribleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora