Capítulo 32

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El dolor de cabeza que sentía en aquellos momentos era muy intenso. A pesar de haber dormido tras su llanto, los efectos de este aún no se habían pasado. Era una de las razones por las que odiaba llorar de esa manera, pero aquel recuerdo siempre se lo provocaba. Mirando el lado positivo de todo, había sido capaz de quitarse un gran peso de encima al poderlo hablar con alguien, sobre todo cuando ese alguien era su amada.

Abrió ligeramente los ojos sintiendo leves caricias en su cabello, no era la única despierta. Alcina observaba todos y cada uno de sus movimientos sin frenar los suyos queriendo ayudarla. Akuma suspiró agotada y se incorporó contra el cabecero de la cama mientras frotaba sus ojos.

-Esta todo bien, mea frumoasa.-habló con un tono de voz grave debido a su reciente despertar, algo que provocó que algún que otro escalofrío pasara por la espalda de la mayor. Ella la miró no muy segura de sus palabras y tomó sus manos con suma delicadeza mientras la miraba a los ojos. Podía ver el cansancio en ellos, aún estaban algo enrojecidos y solo mostraban el duro momento que la menor había pasado.

-Creo que yo seré la jueza de eso. Deberías descansar por hoy.-soltó un suspiro exasperado al verla negar. Sin duda alguna era la criatura más cabezota que había conocido en su vida-. Akuma...

-Si tienes algo que decir al respecto de lo de anoche preferiría que lo dijeras ahora.-la cortó estirando sus brazos para así despertar el resto de músculos de su cuerpo-. Sé que es muy posible que no quisieras creer lo que ocurrió. Lo entenderé si es así, pero esa es mi verdad, reina. Nunca te mentiría al respecto de algo tan fuerte como eso.

-¿De qué estas hablando?-sus ojos se abrieron como platos mostrando su asombro mientras su boca se abría y cerraba intentando buscar las palabras correctas-. ¿Por qué pensarías que no iba a creerte?-la de ojos oscuros ladeó la cabeza.

-¿Eh? Pues porque eres la más devota a Miranda.-respondió sin más-. Siempre lo has sido y no es difícil notar tu adoración hacia ella.

Por mucho que odie que sea así. 

El silencio era demasiado duro en ese ambiente, fue entonces cuando Akuma pudo ver como Alcina agachaba la cabeza y apretaba las sábanas entre sus manos.

-No pienses eso de mi.-la escuchó susurrar. Volvieron a juntar las miradas siendo uno de los pares de ojos los que empezaba a brillar ligeramente. El corazón de la menor saltó con algo de temor a hacerla llorar, nunca había sido su intención llegar a ello. Por suerte, Lady Dimitrescu era muy fuerte y no dejaba que sus sentimientos se salieran de control, pero ese ligero brillo de tristeza no lo podía esconder. De un momento a otro sostuvo el rostro de Akuma entre sus manos-. Me importas, Akuma. Y no tienes idea de cuanto dolor he sentido por saber tú verdad. Te creería mil y una veces de ser necesario.

La joven demonio sonrió ligeramente apoyando sus manos sobre las de ella. No tenía esa costumbre. Se esperaba cualquier clase de mala reacción, algún tipo de rechazo o discusión incluso, pero nada se parecía a esto. Por una vez podía mostrar la poca humanidad que residía en ella sin tener que sufrir por las consecuencias.

-Me alegra oírte decir eso.-sus labios se juntaron en un corto beso-. Nada de malas caras ahora, reina. Supuestamente tenemos cosas que hacer ¿No es así?-antes de que pudiera responder ya se había levantando de la cama para dirigirse al baño-. Iré a darme una ducha. Te diría de venir conmigo, pero dudo poder controlarme si veo tu exquisita figura bajo el agua.

Las pálidas mejillas de Alcina se tiñeron de rojo al instante soltando alguna que otra carcajada de la menor. Y estas aumentaron cuando tuvo que esquivar alguna que otra almohada lanzada hacia ella. 

Al menos he conseguido cambiar ese ambiente tan deprimente. Por muy insufrible que sea no podría verla con esa cara por mucho tiempo.

***

Eres insufribleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora