Capítulo 27

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No era una buena noche, todo lo contrario a ello. Ligeros gruñidos y quejidos unidos a los ruidos que la cama provocaba, debido a unos movimientos bruscos, eran lo que más se escuchaba. Todo ello provocado por una misma alma en pena que aún tenía que curarse.

Akuma agarraba las sábanas rasgandolas con sus uñas mientras que de su boca brotaban gemidos de dolor o chillidos agudos de terror.

Sus ojos se presionaban con fuerza y sus dientes se apretaban tratando de librarse de tan cruel castigo.

-No.... No lo hagas.... Por favor...-susurró casi a modo de lloriqueo mientras su cola demoniaca se escondía entre sus piernas-. Madre...

El sonido de su corazón golpeando su pecho no podía ser ignorado, no esa vez. La matriarca del Castillo Dimitrescu apareció por los pasillos dispuesta a encontrarse con ella y poder saber que era lo que la ocurría. No podía permitir más este sufrimiento.

Una vez frente a la habitación de la menor, empujó la puerta ligeramente comprobando lo que pasaba. Tan solo ver la figura sudorosa y nerviosa de la menor hizo saltar todas sus alertas.

Casi al segundo ya estaba sentada al borde de su cama viendo como sus cuernos y su cola se habían manifestado junto con sus garras, las cuales habían destrozado todas las sábanas. Una pequeña bola de pelos lloriqueó a sus pies sabiendo lo que ocurría y parecía pedirla ayuda con la mirada.

-Akuma.-posó su mano en su hombro sacudiendola despacio-. Akuma, tienes que despertar. No es real, nada de lo que estas viendo ahora lo es.-por un momento creyó haber llegado a ella al ver que dejaba de moverse, pero no fue así. Pequeñas gotas cristalinas empezaron a caer por sus ojos mientras murmuraba un sinfín de palabras sin sentido.

-No lo hagas.-pudo entender-. Madre, por favor. Madre...-sus sollozos crecían por momentos al igual que sus uñas y su temperatura. Alcina empezó a temer lo peor y no tuvo de otra que sujetar a la menor para evitar que se dañara a si misma-. Por favor, por favor... ¡MADRE!

-¡Akuma, despierta!-gritó consiguiendo que abriera sus ojos de par de par. Un estallido de llamas salió de ella sin control llegando a quemar los brazos de la contraria. Alcina ignoró el dolor y la sujetó junto a ella diciendo palabras de apoyo para calmarla.

La pelinegra siguió sus palabras como si de una melodía se tratase y logró volver a la realidad. Instintivamente tocó su cicatriz apretando sus ropas sintiendo algo caliente en ellas. Con esto se fijó en sus manos viendo como ambas palmas tenían heridas abiertas que aún sangraban.

La costó unos minutos más darse cuenta de que estaba en los brazos de la vampira, queriendo saltar casi al minuto para alejarse de ella. Lógicamente, Alcina no se lo permitió.

-Estoy aquí, Aku. No tienes que temer

-¿Qué...? ¿Por qué...?-tragó saliva buscando centrarse antes de que Alcina hablara de nuevo.

-Tus terrores nocturnos me preocupaban. Por eso estoy aquí. Temía que te dañaras o desataras algo peor.-dijo fijándose en sus cuernos-. Por suerte llegué a tiempo.

La menor simplemente asintió con la cabeza mientras sus heridas se regeneraban. No podía seguir así, pero ¿Qué otra opción tenía?

-Conociendote estoy segura de que no quieres hablarlo ¿Me equivoco?

-No quiero recordarlo otra vez. Suficiente una vez por noche.-gruñó desapareciendo las partes que le sobraban para volver a su forma humana-. Lamento que hayas tenido que aguantar esto.

-Al contrario, me alegro de haberlo hecho.-susurró pasando su gran mano por sus mejillas limpiando los restos de lágrimas-. Por ello, me quedaré contigo hasta que te duermas. La última vez funcionó bien.

Eres insufribleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora