Capítulo 8

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Las cosas seguían sin mejorar, menos cuando la menor no tenía trabajo y Alcina no tenía nada que hacer. Ni siquiera el vino servía para calmarla y la tensión entre ellas solo aumentaba por momentos.

Alcina se dio cuenta de varias conductas de la menor que la parecían extrañas pero al mismo tiempo la fascinaban. Akuma no se cuidaba, lo hacía muy poco al menos delante de ella. Nunca comía lo que ella cocinaba, al contrario, su vida consistía en manzanas, chocolate, dulces y café o bebidas energéticas. Exactamente, su dieta era puro azúcar y no parecía importarle mucho.

Otra cosa que había descubierto en los pocos días que llevaban juntas es que adoraba trabajar con la música puesta y podía estar horas y casi días completos en su estudio. También se dio cuenta que su habitación era lugar prohibido y que cada vez que intentaba echar alguna mirada Akuma cerraba la puerta de una patada.

No sabía mucho de sus gustos por culpa de eso, solo que la gustaba la música rock y las cosas dulces. Por lo demás era un misterio, al menos hasta que descubrió que la menor se medicaba.

Fue una noche como otra cualquiera donde Akuma estaba concentrada en uno de sus juegos con las cartas mientras Alcina leía y la observaba de vez en cuando. La sorprendía lo rápida que era con las manos. Entonces la vio levantarse y abrir uno de los armarios del mueble sacando un bote amarillento, uno que la sonaba mucho de haberlo visto alguna vez. La vio abrirlo, tomar una pastilla y tragarsela a palo seco.

-Vamos Sky.-llamó subiendo las escaleras sin decirle nada a ella y se fue a su cuarto. Lady Dimitrescu se quedó pensando por largo rato hasta darse cuenta de donde recordaba esas pastillas.

Las pastillas que la daba Madre Miranda. Es increíble que aún siga con ellas después de tanto tiempo.

Akuma por otro lado conocía los gustos de Alcina, era como un libro abierto sin contar con que sabía ocultar muy bien sus pensamientos o emociones. La gustaba el vino, la música clásica y la lectura. Eran cosas demasiado obvias pero no la culpaba.

También sabía que era una maldita egocéntrica demasiado acostumbrada a que la sirvieran y que tuviera todo listo para empezar su día, cosas que allí no tenía. Y esa mañana Akuma la iba a demostrar como debía ser.

Se acercó a la puerta del cuarto de la mayor sonriente y llamó a la puerta muchas veces sin parar, cada vez subiendo más el sonido ante los gritos de Alcina.

-¡¿Qué?!-gritó abriendo la puerta solo para que Akuma la tirara un trapo a la cara.

-Día de limpieza, mueve el culo y preparate. Te espero abajo, no quiero quejas ni gruñidos.-dijo alejándose con la misma sonrisa escuchando los miles de insultos en rumano que salían de la boca de la vampira.

Al rato bajó con ropa distinta a su vestido y se cruzó de brazos mirando a la de cabellos negros.

-Yo no pienso limpiar.

-Si no lo haces te aseguro que duermes fuera. Tú decides.-habló seriamente pasándole los productos de limpieza-. Empieza por lo alto mientras yo me encargo del resto ¿O es que la gran condesa tiene miedo de romperse una uña?

Ambas estuvieron así toda la maldita mañana, Akuma se burlaba cada vez que podía y Alcina gruñía con ganas de estrangularla. Estaba aguantando demasiado y su límite lo había pasado hace mucho. Y eso no era algo que fuera a consentir.

Cuando terminaron de limpiar todas las salas principales pararon para comer algo. Fue cuando aprovechó para atacarla.

-¿Tanto te cuesta admitir que estas necesitada de ayuda? Oh, pobre Akuma. Una niña solitaria cuyo único despeje es una caja de tabaco y un bote de pastillas con las que atragantarse.-dijo con puro veneno en sus palabras. La menor golpeó la encimera donde estaba apoyada.

-No tienes idea de lo que hablas. Yo no me meto con tu lujosa vida, entonces tú tampoco lo hagas con la mía.-advirtió.

-¿Y si lo hago qué me vas a hacer? Una patética rata como tú no podría ni tocarme. Tan débil e inútil que no te aguanta ni madre, dejándote aquí abandonada.-esa fue la gota que colmo el vaso y Alcina se dio cuenta de que sus ataques habían ido demasiado lejos en cuanto vio como una de sus botellas estallaba justo al lado de su cabeza.

Akuma la miró con odio y tenía la mano extendida al haberle lanzado la botella.

-Retiralo ahora mismo.-se acercó a ella amenazante-. Retiralo.-repitió sin parar de caminar.

-No voy a retirar nada.-sonrió pero por dentro sabía que solo lo estaba empeorando. Su orgullo la sobrepasaba y no iba a doblegarse ante una mocosa.

Pero claro, Akuma no era cualquier mocosa que corría a llorar a su cuarto al mínimo problema.

-Estas muertisima.-sentenció.

Todo paso en cámara lenta. Como Alcina vio venir el primer golpe directo en su estómago mientras se movía hacia atrás. Gruñó muy enfadada y sacó sus garras dispuesta a atacarla y así fue.

Muchos muebles fueron destrozados, había cristales por todas partes y sangre por parte de ambas mujeres. Akuma atacaba a puño limpio sin importarle nada y se lanzaba contra la vampira cada vez que podía mientras Lady Dimitrescu la cortaba.

Hubo un momento donde Alcina consiguió agarrarla del cuello, pero no se espero que las uñas de la humana se clavaran en su piel mientras ella se columpió propinandola una patada bajo su barbilla. Golpe tras golpe, gruñido tras gruñido, así acabaron las dos en el suelo con la respiración agitada y con la cara cubierta de sangre.

Alcina mentiría si dijera que no tenía fuerzas, pero se había dado cuenta del esfuerzo de la humana en cada golpe y no quiso pulsar más botones porque de ser así acabaría matándola. Akuma por su parte era consciente de que siendo lo que era le sería imposible matarla pero la ira la cegaba.

Akuma fue la primera en sentarse entre quejidos de dolor y la mayor se preparó para seguir hasta que la escuchó reir.

-Eso.... No ha estado mal... Agh.-se quejó tocándose la espalda-. Eres buena para pelear a pesar de ser tan pija.-la extendió la mano dejando a la vampira sorprendida-. ¿Mejor?

-¿Cómo dices?-se quedó mirándola sin aceptar su mano.

-Cuando uno tiene un ataque de ira lo mejor es sacarlo de golpe. Ayuda a desfogar.-admitió-. Y tú y yo tenemos las mismas explosiones, no por nada tengo tantos golpes en mis manos.

Alcina seguía sin creerselo ¿Era alguna especie de trampa o hablaba enserio? Era imposible descifrarlo así que aceptó su mano sin bajar la guardia.

-Salgamos a dar una vuelta, luego nos encargamos de esto.-tiró de ella sin esperar respuesta y salieron a fuera a pasear.

Por supuesto que Akuma no se había mantenido agarrada a ella, tan pronto como habían salido soltó su mano para ir por libre mientras se limpiaba la boca.

¿Qué acaba de pasar?

Caminaron en silencio, pero no uno incómodo. Estaban tranquilas y el ambiente era bueno, no como el que solía haber en la casa. Llegaron hasta una parte con un lago y Akuma se sentó en el tronco caído enfrente de él invitándola a hacer lo mismo mientras fumaba.

-¿Por qué querías que viniera?-fue la primera pregunta que salió de su boca.

-Vamos, hasta yo sé que no podemos estar así eternamente por muy tercas que ambas seamos. Eso al igual que se que nunca habría ganado esta pelea.

-¿Entonces por qué peleaste sabiendo que no ganarías?

-Soy humana Alcina, también me dejo llevar por las emociones aunque no lo quiera. Sé que me odias, el sentimiento es mutuo pero no vuelvas a tocar ese tema.

-¿Puedo saber por qué te afecta tanto?-se acercó a ella mirándola a la cara, pues la tenía algo agachada.

-..... Es personal reina.-suspiró limpiándose la boca con el dorso de la mano-. Como sea.... Volvamos antes de que se haga demasiado tarde, aún tenemos que encargarnos del destrozo que hicimos.-paró al sentir como Alcina tomaba su barbilla con sus dedos y como pasaba un pañuelo por su boca y nariz limpiando la sangre.

Ambas se quedaron quietas, mirándose la una a la otra antes de negar al mismo tiempo.

Acababan de mostrar un rasgo de ellas, su parte blanda y humana. Pero eran demasiado orgullosas para admitir algo así.

Eres insufribleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora