Yibo pensó que necesitaba estar solo, e intentó localizar a Kai una vez más.
Tampoco iba a servir de mucho hablar con él, como era habitual. Simplemente negaría tener conocimiento de la existencia de la carta.Así era Kai.
Marcó su número por enésima vez, pero entonces volvió a ver el rostro de Zhan contemplando el sobre, pálido como si Yang se le hubiera aparecido.
Soltó un juramento entre dientes, colgó el teléfono y salió a buscarlo. Lo encontró sentado en los escalones de la entrada. La perra que tenía en los brazos lo miró con expresión solemne, pero Xiao no se movió.
Yibo supo que había estado llorando!
¡Mierda!
Se sentó a su lado y notó cómo el cuerpo del joven se tensaba.
-Aquí tienes un hombro, si necesitas desahogarte.
-No estoy llorando -dijo él, y se pasó el dorso de una mano por los ojos.
-No pasa nada. La camisa se puede mojar -insistió el castaño.
-Sí qué pasa. Llorar es de débiles, de estúpidos y de maricas.
Yibo rió suavemente.
-Cualquiera que haya intentado entrar en tu establo en mitad de la noche sabe que no eres débil ni marica. Algo atrevido sí, desde luego. Pero no débil.
-Y estúpido, no lo olvides.
-Ya, bueno, hay quien podría considerar estúpido lo que hiciste -dijo Yibo con una sonrisa-. Otros lo llamarían valor. ¿Quieres hablar de la carta de Yang?
-¿A ti qué te decía? -preguntó él con cuidado. Wang sacudió la cabeza sin entender-. En tu carta. ¿No te dejo otra carta?
-No.
-Pero tú eres su hijo -dijo volviéndose hacia el menor con el ceño levemente fruncido-. ¿Por qué iba a escribirme a mí y no a ti?
-Quizá se sentía más cerca de ti, que de su familia.
-Los primeros años que trabajé aquí no lo conocía -dijo Zhan suavemente-. No venía mucho por aquí. Algunos días, cuando podía. Llamaba quizá una vez a la semana. Cuando murió su esposo empezó a pasar aquí los fines de semana, a veces más tiempo. Casi entiendo que la gente empezara a pensar que estábamos... -se aclaró la garganta-. Pero los últimos seis meses pasaba aquí casi todo el tiempo.
-¿Sabía ya que estaba...?
Muriéndose.
Ninguno pronunció la palabra, pero quedó suspendida en el aire.
Yibo pensó que ese aire se estaba acabando y que por eso le costaba respirar.
-No lo sé -respondió él con la misma voz suave y pensativa-. A mí no me dijo nada. No creo que nadie supiera que estaba tan enfermo.
Al menos a Yibo nadie le había dicho una palabra. Había pasado un mes en Suiza y al volver a Nueva York había encontrado la fría carta del abogado.
-Yo no lo sabía -dijo con voz suave-. Cuando me enteré ya había muerto.
Zhan le puso una mano en el brazo, y Yibo no la retiró.
Esta vez aceptó el firme y cálido contacto. Lo aceptó aunque esperaba el típico comentario compasivo, pero él lo sorprendió no diciendo nada.Estuvieron sentados así un buen rato, envueltos en un silencio reconfortante. Entonces él movió la mano levemente. No era ni siquiera una caricia, pero los sentidos de Yibo se desembocaron en un instante. Percibió la dulce fragancia de alguna hierba olorosa y un grillo se oyó a lo lejos. Él se acercó más. Sus ojos resplandecían a la luz del anochecer.

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UNCONDITIONAL TO YOU
FanfictionLa Oveja Negra de la familia Wang regresaba y el sonriente entrenador de caballos sabía todo sobre él.