Compras

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Como a un adolescente al que han sorprendido besándose, Zhan se levantó de un salto.

—ZhuoCheng ha vuelto —dijo por decir algo.

—Eso parece.

—Bueno… Creo que debería ayudarlo.

—Seguro que puede arreglárselas solo —dijo Yibo razonable.

—¿Arreglármelas con qué? —preguntó Cheng al aparecer por la puerta. Se detuvo y miró a Zhan—. ¿No ibas al pueblo a ver cómo opera Darren a la yegua?

¡Gracias, Cheng!, pensó Zhan.

Echó una ojeada a su reloj y dirigió una sonrisa de disculpa a Yibo.

—Voy a tener que irme, o llegaré tarde.

—Tengo que comprar varias cosas en el pueblo —dijo él—. ¿Te llevo y charlamos por el camino?

—No, de verdad, no es necesario —respondió él con ímpetu. Tenía que alejarse de Yibo como fuera.
Besarse había sido un gran error—. Puedo pasarme horas con el veterinario, y luego tengo que hacer unas compras. Y tú tendrás cosas que hacer por la tarde.

Los labios de Yibo se apretaron en un gesto obstinado, y Zhan se imaginó que lo agarraba, se lo echaba al hombro y lo arrojaba en el asiento del copiloto de su auto... Se estremeció de placer solo de pensarlo.

—Mira, yo te traeré lo que quieras —insistió—. Voy a ducharme y a cambiarme. Haz una lista y déjamela en el parabrisas de la camioneta.

—¿Estarás fuera toda la tarde?

—A menos que Darren tenga que salir a una urgencia y aplace la operación.

Yibo pareció pensárselo. Zhan hubiera dado cualquier cosa por saber qué pensaba. Finalmente aquella peligrosa sonrisa volvió a aflorar a sus labios.

—¿Seguro que no te importa traerme unas cuantas cosas?

—Claro que no —dijo sonriente.

Pero cuando llegaba a la puerta del establo Wang lo llamó.

—Xiao. En cuanto a lo que hemos dejado a medias… —Zhan se dio la vuelta y sus ojos se clavaron en la boca que minutos antes había devorado con arrolladora sensualidad sus labios—. Lo acabaremos después.

Yibo acababa de ducharse después de una tarde de duro trabajo cuando oyó el motor de una camioneta que se detenía frente a la casa

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Yibo acababa de ducharse después de una tarde de duro trabajo cuando oyó el motor de una camioneta que se detenía frente a la casa. Su pulso se aceleró levemente. Haciendo caso omiso a la respuesta de su cuerpo se acercó al espejo del baño y cuando aplicaba la espuma de afeitar, la puerta de la casa se cerró con un estruendoso portazo. Yibo sabía que iba a estar enfadado, teniendo en cuenta la lista de compras que le había dejado en su vehículo. Sin duda era excesiva, pero no había tenido más remedio. Tenía que estar seguro de que pasaría fuera el tiempo suficiente, incluso si el veterinario cancelaba la operación. Necesitaba tiempo para reorganizar sus planes.
Mientras se repasaba la barbilla con la cuchilla de afeitar, se preguntó cuánto tiempo le duraría a Xiao Zhan el enfado, y lo que tendría que hacer para quitárselo. La simple idea ya lo excitaba. Podía hacerse el duro todo lo que quisiera, pero aquel beso lo había traicionado. Se ató una toalla a la cintura y se dirigió a su dormitorio para vestirse sin poder reprimir una sonrisa.
El ruido de las bolsas, las pisadas firmes de Zhan contra el suelo debió impedirle oír la llegada de Yibo, que se quedó apoyado contra el marco de la puerta mientras lo veía moverse de un lado a otro de la cocina guardando paquetes en el congelador, la despensa y los armarios sin dejar de mascullar para sus adentros. Finalmente en una de sus idas y venidas detectó su presencia, e instantáneamente le flaquearon las piernas.

UNCONDITIONAL TO YOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora