Subasta

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Averiguar los detalles de la subasta fue fácil. Lo duro fue descubrir que Yibo era la subasta principal, que un montón de mujeres hermosas, ricas y elegantes ofertarían por pasar un fin de semana de aventura con Wang como guía privado.
Pero al instante supo lo que tenía que hacer. Tomó el cheque que Yibo había dejado sobre la mesa y la visión de todos aquellos ceros lo hizo bizquear por un momento.

—Me dijiste que lo diera a alguna obra de beneficencia. Supongo que bien puede ser para la tuya —hablo para él mismo.

Sin pensarlo dos veces dobló en dos el cheque y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Ahora tenía muchas cosas que preparar. Solo faltaban dos días. No, un día más teniendo en cuenta la diferencia de horarios entre los dos continentes. No era mucho tiempo, y aparte de reservar un boleto de avión no sabía por dónde empezar.

Durante un instante imaginó el espeso silencio que se haría en la sala cuando él anunciará su oferta. Todos los ojos caerían sobre un hombre solo, un chico de cabellera  algo larga y menudo, con un traje inadecuado, incómodo con unos zapatos a los que obviamente no estaba acostumbrado. Por un momento su determinación decayó. Sus viejas inseguridades afloraron de nuevo a la superficie. Pero entonces volvió a oír las palabras de GuanYue.

No, no quería envejecer solo y arrepentido de no haber dado aquel paso. Todavía tenía una oportunidad. Dejó caer el puño sobre el escritorio con fuerza, consciente de la dificultad de lo que aún tenía que hacer,  conseguir un boleto para ir a una elegante gala benéfica en Estados Unidos, llegar hasta allá y encontrar algo que ponerse.

Quince minutos después oyó cómo un auto se detenía ante la casa.

Al abrir la puerta, Zhan vió salir de un sólido auto europeo a una mujer vagamente familiar con gafas de sol y una elegante melena oscura.

—Hola. Tú debes ser Zhan —dijo quitándose las gafas y sonriendo por encima del techo del auto—. Tenía que venir a conocerte. La curiosidad me mataba. Soy Wang Zi Xuan, la curiosa.

Era una mujer alta, de casi un metro ochenta, vestida con un gusto impecable, que le ofreció una mano perfectamente cuidada.

Zhan se la estrechó con cierta timidez.

—Hola, Zi Xuan. He oído hablar mucho de ti.

Dos cejas perfectamente depiladas se alzaron.

—¿De verdad?

Zhan sintió que sus mejillas se encendían. Recordó todo lo que Yibo había contado de su querida hermanastra. Su mirada descendió hasta las sandalias italianas de Zi Xuan y volvió a ascender hasta su elegante y discreto maquillaje. Era una mujer bellísima. No recordaba haber pedido a Dios que le enviará un hada madrina, pero tenía la impresión de que acababa de llegar al volante de un Audi 4.

—¿Te apetecería tomar un café? —preguntó él con una sonrisa.

—No, pero mataría por algo frío. Un whisky a las rocas estaría genial.

Zhan respiró hondo e invitó a entrar en la casa a la mujer que esperaba convertir en su hada madrina.

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UNCONDITIONAL TO YOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora