Tormenta

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A pesar de la distracción de hablar con GuanYue y preocuparse por ZhuoCheng, el día se hacía interminable, y evidentemente la razón era la ausencia de Yibo. Zhan no se molestó en intentar convencerse de que cuando Wang se marchara todo resultaría más fácil.

Viendo que su compañero seguía intentando ocultar su dolor, convenció a GuanYue de que lo llevara al médico. Quizá con el doble de trabajo la tarde se pasará antes.

Cerca de las cuatro sonó el teléfono.

El sobresalto fue tal que estuvo a punto de tirar al suelo una lata de aceite para cascos.

Pero era Yibo.

¿Va todo bien?

—Sí.

¿Seguro?

—Claro. ¿Como te ha ido con JunKai?

Supongo que no mal del todo. Nunca seremos grandes amigos, pero algo hemos avanzado —Yibo hizo una pausa y Zhan vio mentalmente como volvía a fruncir el ceño—. Dice que no sabe nada de las llamadas, y la verdad es que lo creo. No sé muy bien por qué, ya que sabe mentir como nadie, pero en esto creo que dice la verdad.

—No ha vuelto a ocurrir desde que cambiaste el número. Estoy seguro de que fue algún niño. Olvídalo.

"Olvídalo, pero no cuelgues, suplicó en silencio. Háblame un poco más"

—¿Le has devuelto la moto a tu amigo?

Sí, vuelvo a ir sobre cuatro ruedas. ¿Sabes? Me has arruinado el viaje de vuelta.

—¿Quién, yo?

Sí. Era mi último viaje en esa belleza y no sentí nada, ni la sensación de libertad, ni esa fuerza… Tenía la impresión de que no iba a ninguna parte. Solo pensaba en lo que dejaba atrás. Hubiera querido que vinieras conmigo.

—Lo sé… —dijo Zhan con el corazón en un puño.

Lo siento, Yibo. Yo también quería estar contigo, pensó para él.

Bueno, tengo que irme ya —dijo Wang finalmente—. Estaré en casa cerca de las seis. ¿Quieres que salgamos a cenar?

—Podemos quedarnos aquí. GuanYue ha preparado algo que huele exquisito.

Llevaré el vino.

—Date prisa —susurró él, pero Yibo ya debía haber colgado. El tono de marcar resonó en su oído.

Se duchó, se secó el pelo, se frotó todo el cuerpo con crema humectante, e incluso se puso algo de brillo labial hidratante. Encontró el bóxer más nuevo, y después de revolver todo el armario se puso la polera más ceñida a su cuerpo que encontró y unos pantalones anchos que caían sensualmente sobre su acentuada cintura.

Después de preparar la mesa empezó a vagar por la casa sin saber qué hacer. Yibo tardaría como mínimo media hora más.

Al final decidió acercarse a los establos, el único lugar donde podía sentirse tranquilo. Según llegaba a la puerta le pareció ver con el rabillo del ojo que algo se movía en el cuarto de los arneses y monturas.
ZhuoCheng seguramente había vuelto a limpiar los arneses que habían utilizado durante el día. Era típico de él. Zhan sacudió la cabeza y entró llamándolo en voz alta. Pero no hubo respuesta. Un extraño escalofrío ascendió por su columna. Según giraba la cabeza alcanzó a ver una cabellera castaña, una sonrisa retorcida y un brazo en alto. Entonces su cabeza estalló en un cegador golpe.

 Entonces su cabeza estalló en un cegador golpe

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