—Espera —susurró y tomó de mi mano. El simple contacto de su piel con la mía electrizaba mi cuerpo por completo. Me quedé inmóvil pero sin mirar atrás.

—¿Qué... quieres...? —pronuncié con dificultad, los nervios me vencían.

No quise mirarlo.

—Ser tu amigo —dijo y mi piel se estremeció, eso duele, lo sé— en verdad lo siento, fui un tonto, por favor siéntate y escúchame.

—Bien —recuperé mi aliento y regresé a sentarme a su lado.

—No quiero justificarme, pero me sentí presionado y solo pensé en mi, nunca pensé que te iba a hacer sentir mal, perdóname —pronunció realmente arrepentido.

—Mmm... —lo medité por unos segundos— sólo si prometes que no lo volverás a hacer, prométeme que no te dejaras llevar por lo que dirán los demás.

—Lo prometo —dijo firmemente.

—Está bien, te perdono —le sonreí.

—Fui un tonto —reconoció

—Sí, fuiste un tonto —coincidí— eres un tonto

—Sí, sí, ya entendí —me miró fijamente— oye, entonces ya que somos buenos amigos como antes, ¿te puedo pedir un favor?

—Claro —dije sin dudarlo.

—Ayúdame con Yolo —soltó de pronto. ¿Qué? ¿Acaso no puede ver que tengo sentimientos y que cuando me habla de Yolo me duele? Cierto, no lo puede ver porque el amor lo ciega, pero ¿Qué puedo hacer? ¿Decirle que no puedo ayudarlo porque me estoy enamorando de él? Esa sería una opción y estaría renunciando a su amistad. A quien quiero engañar, no me atrevería a confesarle mis sentimientos.

—Yo... mm... —dudé.

—Por favor —insistió con un aliento de voz, el cual hacía eco dentro de mi corazón, su mirada desbordaba ternura, con esa mirada podría convencer a cualquier persona... pero no puedo, o más bien no quiero ayudarlo, duele saber que el chico al que quieres, esté enamorado de tu amiga

—Soy un asco para esto, lo he intentado de diferentes maneras pero aún no logro conquistarla — bajó su mirada.

Verlo así, tan desilusionado, tan triste, me conmovía el alma. Era como un tierno niño enamorado de un amor imposible. No quería verlo así, lo quiero ver feliz... aunque al mismo tiempo este lanzándome al sufrimiento.

—Yo te ayudo Ari... —sonreí, no sé cómo pude hacerlo.

—¿En serio? —se sorprendió y regresó su mirada a mi, estaba emocionado.

—Sí, te ayudare con ella —esbocé una sonrisa mas sincera, me contagiaba de su alegría.

Dear, dear, diary -AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora