Ahora sí, todas mis esperanzas, desde las mas grandes hasta las mas pequeñas, habían quedado destruidas, la esperanza murió con ese beso, junto con mi propia felicidad.

—Siento que algo aquí dentro se rompió —dije en un aliento de voz y cerrando los ojos.

—Será mejor que nos vayamos —dijo Meli tomando de mi brazo— y perdón por insistir en venir aquí —añadió y solo asentí.

—Eso ya no importa, solo vámonos —musité. Me puse de pie y ella imitó mi acción, salimos del establecimiento y caminamos sin destino.

—¿Adónde vamos? —preguntó tímidamente — ¿quieres ir a mi casa o a la tuya? —añadió.

—No lo sé, no sé qué hacer, qué decir, qué pensar... —mi tono de voz disminuía poco a poco.

—A veces nos hace bien desahogarnos.

—Lo sé —admití—, pero no me gustaría que la gente me viera... mejor acompáñame a mi casa —concluí.

Doblamos en una esquina para dirigirnos hacia mi casa, caminamos en silencio durante varios minutos, a Meli siempre le ha incomodado el silencio pero esta vez se compadecía ante mi sufrimiento.

Trataba de despejar mi mente con cualquier cosa que se me cruzara, un pájaro, un perro, un árbol... pero todo fue en vano, aquella escena seguía en mi mente. ¿Por qué no logro distraerme hoy, si anteriormente lo hacía con facilidad?

Justamente una cuadra antes de llegar a mi casa, nos cruzamos con un chico un poco mas alto que yo, de tez blanca y cabello rizado... ¡cupido me jugaba sucio!

Corrí lo poco que quedaba de camino, mordía mis labios para evitar llorar, busqué mis llaves entre mis cosas y no las encontré, me rendí fácilmente, solté la mochila y me senté en los escalones que estaban antes de la puerta de mi casa, y recargué mi cabeza en las barras. Las lágrimas me vencieron. Melissa no tardo en llegar.

—Corres rápido, eh —colocó una mano en mi hombro y se sentó a mi lado— se te cayeron tus llaves —extendió la mano y me las dio.

—Gracias —musité.

—Llora —frotó mi espalda— saca todo lo que te atormenta por dentro.

—Yo sólo quería que se unieran más, pero no exactamente de esa manera

—admití. Las lágrimas inundaban mis mejillas y el nudo en mi garganta cada vez era más grande, tanto que me impedía hablar.

—No es fácil ver al chico que amas besándose con otra persona, ¿verdad? —dijo, haciéndome recordar que ella pasó por lo mismo.

— ¿Por qué cupido no nos deja ser felices? ¿Por qué nos hace todo esto? — no pude continuar con mi lluvia de preguntas, el nudo en mi garganta no me lo permitía, ella solo rodeó mi espalda con su brazo y me recargué en su hombro.

Dear, dear, diary -AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora