p r ó l o g o

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Ella vive justo en la acera de enfrente, todos los días la observo cuando sale rumbo a la escuela, su cabello obscuro y largo, y sus ojos grises son algo que me parece que la hace resaltar entre todas las otras niñas.

Mi mamá siempre me molesta diciéndome que me gusta, y que por eso siempre estoy pendiente de lo que hace, pero no es así, o eso creo...

Su nombre es Mikasa, nunca hemos hablado, pero cuando cruzamos miradas ella me sonríe, es muy tierna, ojalá fuera en mi escuela. Armin siempre me dice que debería invitarla a jugar con nosotros, pero la verdad es que no tengo el valor para hacerlo, no me importa hacer muchas cosas, pero hablarle a una niña... eso definitivamente me asusta.

—Otra vez observando a la pequeña Mikasa —la voz de mi mamá me hace saltar y girar la mirada hacia otro lado—. Es una niña muy linda, deberías invitarla a comer hoy, prepararé un arroz con carne.

— ¿Por qué debo hacer eso? —pregunto asustado.

—Bueno, ella te agrada, ¿no te gustaría que fuera tu amiga?

—Sí, pero... no puedo hablarle, ¿qué tal si no le caigo bien?, no quiero ser rechazado.

—Nunca sabrás si no lo intentas, Eren —se acerca y me da un beso en la frente—. Anda, ahí está.

Miro hacia enfrente y ahí está ella, sentada en la acera jugando con las mariposas que pasan. Mi mamá me sonríe y después entra en la casa.

Suelto un suspiro y cierro los ojos por un momento para tranquilizarme, puedo hacerlo.
Después de pensarlo por unos segundos, finalmente me decido.

Cruzo la acera y me detengo justo frente a ella, nuestras miradas se cruzan y me sonríe, aunque parece confundida.

—Oye... mi mamá hará arroz con carne, ¿quieres venir a mi casa? —pregunto rascando mi nuca—. Por cierto, me llamo Eren —digo nervioso.

Ella suelta una risita y asiente.

—Me gustaría. Por cierto, me llamo Mikasa —me sentí aliviado por su respuesta, su voz era tierna y tranquilizante—. Le diré a mis padres, ¡ya regreso! —asentí y esperé por ella.

Su madre salió con ella y me miró por un segundo, después asintió y me mostró una sonrisa.

—Así que tú eres Eren, mucho gusto.

Asentí y traté de sonreír sin parecer nervioso.

—Vamos —Mikasa me tomó de la mano y me quedé paralizado—. ¿Qué pasa?

—N-nada —tartamudeé, sacudí mi cabeza y avancé con ella, nuestras manos aún estaban entrelazadas, no lo podía creer.

Le estaba tomando la mano a Mikasa, ¡de verdad lo estaba haciendo!

Definitivamente recordaría este día como el más feliz de mi vida.



...



Desde ese día Mikasa y yo nos hicimos muy buenos amigos, Armin la conoció y también le agrado mucho, los tres nos juntábamos para jugar después de la escuela, realmente nos llevábamos muy bien.

El tiempo pasó y yo me daba cuenta de que sentía otras cosas por Mikasa, tal vez sentía amor, ese sentimiento del que tanto me hablaba mi mamá. Yo quería demostrárselo, pero no sabía cómo.

Había llegado el invierno y Mikasa y yo hacíamos muñecos de nieve.

De repente ella estornudó, y luego otra vez, y otra vez...

—Mikasa, creo que estás teniendo un resfriado.

—No lo creo —respondió ella sorbiendo su nariz—, estoy bien abrigada —volvió a estornudar.

¡Ya lo tenía!, ¡ya sabía cómo demostrarle lo que sentía por ella!

—M-Mikasa —ella me miró y yo me quité mi bufanda roja para después ponérsela a ella, le quedaba un poco grande, pero con el tiempo le quedaría mejor—. Es un regalo para ti —dije nervioso.

Ella me sonrió y acarició la tela que rodeaba su cuello, sus ojos se achinaron y de pronto me abrazó, yo no podía creer lo que estaba pasando.

— ¡Gracias Eren!, ¡es muy bonita! —dijo y después se apartó—. La cuidaré muy bien, siempre la tendré conmigo.

Estaba a punto de responder, pero la voz de Armin llamó mi atención.

— ¡Hola chicos!

— ¡Armin, viniste! —dijo Mikasa emocionada—. Eren y yo estamos haciendo muñecos de nieve, ¿quieres hacer uno? —él asintió y se encaminó con ella hacia donde estaban los muñecos.

Ahí fue donde me dí cuenta que me gustaba mucho Mikasa, y que quería pasar mucho tiempo con ella.

Pero un día ella simplemente desapareció.

Su casa se llenó de un montón de policías y cintas amarillas, de ahí sacaron dos bolsas negras grandes, parecía que tenían algo adentro, pero no sabía qué era. Me preocupé, no sabía qué pasaba, y no encontraba a Mikasa.

Todo el vecindario se alarmó y todos murmuraban cosas que no entendía, fue ahí cuando la vi salir con un policía tomándola de la mano, pero no parecía ella.

Su mirada estaba vacía y su expresión era totalmente distinta a la de siempre, me dirigió la mirada y no sé porqué, pero sentí un escalofrío por mi cuerpo. Había lágrimas en sus ojos y estaba más pálida, yo sólo quería abrazarla, pero por alguna razón no podía moverme.

Se subió a una patrulla y se fue, pero algunos policías se quedaron en su casa, ellos hablaban y hacían llamadas, parecía algo grave. Mi mamá tomó mi mano y me dió un beso en la mejilla.

—Tranquilo Eren, Mikasa estará bien —me dijo, aunque sonaba angustiada—. Regresará pronto.

Asentí, y traté de tranquilizarme.

Y eso hice.

Esperé, esperé, y esperé. Esperé días, meses, años también.

Pero Mikasa nunca regresó.

Nunca supe la razón, mis papás me dijeron que de grande lo entendería, que no eran cosas que un niño de mi edad necesitara saber. Pero que si algo podían asegurarme, era que donde sea que se encontrara Mikasa, ella estaría bien.

Entonces un día decidí dejar de esperar, me despedí de ella, aunque mi cariño siempre permanecería. Ella era mi amiga, de Armin también, y la quería, no me iba a olvidar de ella.

—Donde quiera que estés Mikasa, siempre serás mi amiga.

wrong | eremika [au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora