Un rechazo amoroso dolía ¿No?
En especial cuando el rechazo es el de tu primer amor y mejor amigo de toda la vida, pero ¿Es correcto una venganza?
En realidad ¿Es correcto invocar entidades para la venganza? ¿Es justo regalar un alma que no te pert...
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La clara desesperación estaba siendo plasmada en el grupo que se encontraba dentro de los espejos, no había duda de que el aposento celestial había sufrido las graves consecuencias — Que eran esperadas por el destino— al tratar de que el pequeño Shiota Nagisa cayera en su trampa.
El sentimiento de culpa y de terror no podía ser más grande, Kimura Justice quería — por una vez en todo ese tiempo— ser un habitante del aposento terrenal y por única ocasión vivir en tranquilidad.
"– No puede ser. — Siseó con pánico la pequeña Hinano al sentarse en una de las sillas disponibles del lugar — ¿Qué estaban pensando?
– ¿¡Qué estábamos pensando!? ¿¡Realmente lo preguntas!? — Gritó con impotencia Nakamura al dejar salir las lágrimas retenidas— Esto es una mierda ¡Todo se esta llendo directo al infierno!"
El silencio incómodo se acentuó sin piedad en el pequeño café, las paredes se sentían asfixiantes al igual que la tensión generaba estragos amargos entre ellos.
Las noticias no eran buenas, era algo claro que todos sabían, el mundo tenía una cuenta regresiva y desgraciadamente no sabían cuánto tiempo faltaba para su final; las páginas del destino lo estaban afirmando, las profecías estaban cambiando por cada segundo que pasaba.
Las maldiciones entre balbuceos seguían presentes, los pequeños reclamos entre ellos se intensificaban cada vez más logrando que las peleas verbales empezarán nuevamente; todos querían encontrar un culpable entre sus amigos — si es que podían llamarse aún así— cuando la amenaza siempre fue externa.
Shiota Nagisa siempre fue una granada bien guardada por Karma, ciertamente el apego que ellos tenían era tanto que nunca se les pasó por la mente que llegaría a pasar en cuanto se separaran.
Claramente el seguro de la granada fue quitado y la explosión ya se veía venir.
Los catastrofes en el aposento terrenal apenas habían empezado, terromotos estaban sucediendo en las pequeñas islas que se encontraban y fuertes tsunamis se estaban llevando todo en las costas.
Ciertos rumores que corrían por París — el lugar donde se encontraba la guarida de los exilios— daban a entender que las siete trompetas del apocalipsis ya habían empezado a sonar sin remedio.
Varias selvas del mundo habían acabado hechas cenizas y en la parte de América el granizo inundaba sus ciudades, mientras que el pequeño Japón los terremotos eran continuos y sin descanso.
Los volcanes empezaban a dar pequeños índices de erupción y claramente todo se iba a joder.
Era veintidós de Diciembre y la descabellada idea de volver a lo poco que quedaba del limbo sonaba tan tentador como dejar a la humanidad morir sin meterse.
"– ¿Y si hablan con el dueño del Tarot? — Preguntó la rubia del aposento terrenal tomando su sexta taza de café— Dicen que conocen a todos los de los exilios entonces...
