Capítulo 16

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Ya había anochecido, el castillo estaba en silencio ya que el soberano se había retirado a su alcoba ordenando que nadie lo molestara.

Ahora mismo dentro de su habitación se lo podía ver de buen humor mientras alimentaba a Yolus quién estaba sentado en sus piernas.

Metiendo en su boca pedazos de alimentos que por suerte podía tragar, quizá se tomaba su tiempo en masticar los pedazos de carne pero de todas maneras hacía feliz al hombre que lo abrazaba.

– Lo estás haciendo muy bien. – Acariciaba su cabello para luego besar su cuello. – Pronto recuperarás fuerzas, no dejaré que mueras de hambre.

Alcanzó una copa con vino que se encontraba en una mesa a su lado, acercándolo hacia la boca del rubio para que bebiera.
Hércules no podía dejar de abrazar su cuerpo desnudo, sentir su calor para besar su piel.

Ya no le importaba admitir su fascinación por él, jamás había sentido algo cómo éso en muchos años.

– Quédate conmigo Yolus. – Había dicho al dejar la copa en su lugar y sostener su mano con cuidado para luego besarlo varias veces con cariño.

El soberano jamás se había comportado así, era totalmente diferente a como solía ser antes cuando no demostraba ningún cariño por ninguna mujer que estaban a su disposición en el castillo para su propio placer.

Ninguna le había llamado tanto la atención como lo hacía ése pequeño hombre, no entendía cómo pudo haberlo ignorado tanto tiempo.

No lo había mirado de otra manera, sólo era un simple bufón temeroso que no hacía muy bien un simple trabajo.

Y ahora ésa persona lo traía loco.

– Te prometo que no volveré a lastimarte, cuidaré de tí de las mejores maneras. – Tomó su rostro para que pueda mirarlo, terminando por darle un beso.

Los besos seguían siendo tranquilos aunque esperaba que el rubio le correspondiera, pero algo cómo éso era imposible.
La única manera de que éso sucediera sería obligarlo, pero Hércules ya estaba harto de éso.

– Quiero ganarme tu corazón, dame una oportunidad. – Yolus lo miraba sin decir nada, escuchaba atento las palabras del soberano que de alguna manera parecían súplicas.

Nadie en su maldita vida le daría una oportunidad a una persona o en su caso un mounstro que te causó tanto dolor.
Era imposible hacer algo cómo éso aunque pareciera que trataba de arreglar las cosas.

El soberano jamás iba a cambiar, él lo sabía perfectamente, pasó por tantas cosas para poder conocerlo como en realidad es.

Sus cambios de humor junto a su increíble fuerza era una combinación aterradora para cualquiera.
Así que la respuesta que tenía que dar iba a ser muy difícil, porque sabía cómo terminaría en ambas.

Ninguno era bueno, no quería que nadie creyera que se volvió loco pero no había otra opción más segura, asi que solamente cerró sus ojos por unos segundos para mirarlo a la cara otra vez.
Quería responder pero su voz no se escuchaba, se sentía ahogado.

Así que con dolor levantó su brazo para tocar el hombro de Hércules, no quería hacerlo pero se acercó lo que podía para darle un beso corto y terminando por apoyar su cuerpo cansado en ése gran cuerpo semidesnudo.

La habitación quedó en total silencio, aunque se lo podía ver a Hércules feliz abrazando el cuerpo del rubio que aguantaba las ganas de llorar.

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Desde afuera del castillo varios soldados estaban con sus antorchas y armas cumpliendo con su trabajo de vigilancia.
Era un trabajo agotador ya que se tendría que estar despierto varias horas aunque había cambio de hombres en unos minutos.

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