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Mis actos del pasado, mi imprudencia y mis bromas pesadas me buscaron el exilio como única salida. Luego de varios años de haber servido al Rey, llegó un punto donde su paciencia colmó y mis chistes ya no le hacían más gracia y me expulsó del castillo. Intenté recorrer el pueblo presentando mis monólogos, pero al igual que el rey el pueblo me odió y todo lo que podía hacer era mudarme hacia el reino más cercano. Era eso o morir en la hoguera. Aunque la culpa pesaba en mí, el Rey tuvo piedad a pesar de todo. Su frío: "¡VETE DE AQUÍ INEPTO, ESTÚPIDO E IMPRUDENTE BUFÓN!" fue lo suficientemente cálido para salir del castillo con una sonrisa.

No había nada que hacer, debía dejarlo todo y empezar sin nada en un nuevo destino. A pesar de haberle servido al rey nunca obtuve ninguna remuneración como tal, solo podía disfrutar un poco de los banquetes que preparaba la realeza y contar con una cama para dormir. Al final del día, era una mejor vida de la que podía tener por mi cuenta.

En mis últimos días en el reino logré conseguir lo suficiente para que una caravana de comerciantes me diera un aventón en uno de los carros donde guardaban sus productos. Me esperaban varios días de viaje en caballo, frías noches a lo largo de colinas y bosques desconocidos para mí. Estos mercantiles no eran personas amigables, pero al menos me regalaban un pedazo de pan con mermelada cada mediodía, una vez incluso me regalaron media copa de vino. Aquello aplacaba ligeramente el hambre, pero era más de lo que me podía costear, así que no me quejaba.

Cuando comenzaba a perder las esperanzas y en mis adentros casi aseguraba que estábamos perdidos, empecé a ver valles con pequeñas casas y grandes plantaciones a lo lejos. Habían grandes terrenos donde se encontraban una gran cantidad de caballos y ovejas. No dejaba de preguntarme si habíamos llegado finalmente a nuestro destino. En eso mis ilusiones se destrozaron al escuchar que los comerciantes susurraban entre ellos: "Nos hemos perdido, tomamos mal la ruta, debemos volver, pero el chico debe quedarse. Necesitamos más provisiones para nosotros y los caballos, el peso extra en su carro hará que el caballo se canse mucho más y eso entorpecería nuestro viaje. Además, es el único lugar para llevar la comida". No había de otra, debía quedarme y empezar mi nueva vida por aquí. Al llegar hacia la localidad se detuvieron y me pidieron que bajase allí, tomé mi bolso de cuero y agradecí de todas maneras.

EL IMPRUDENTE BUFÓN Y LA EXTRAVAGANTE PRINCESA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora