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El tiempo se hizo eterno durante esa última semana, parecía que el destino estaba tratando de retrasar al tiempo por alguna extraña razón pero a pesar de todas las trabas que nos surgieron durante tantos meses una semana se convertía en un pequeño instante en comparación a lo demás. Sin embargo, en ninguna de aquellas noches  logramos conciliar el sueño, ella  y yo estuvimos dando vueltas en la cama, intentamos distraernos un poco hablando de cualquier cosa,  bromeando como todos los días, pero nada ayudaba, las horas pasaban lento pero entre besos y abrazos poco a poco el sueño nos ganaba.
El día que  empezaría nuestro recorrido debíamos estar despiertos cuando el amanecer se asomara, nuestros carruajes pasarían por nosotros y el destino sería mi reino natal, nos esperaba un viaje de varios días y cuando llegaramos empezaría todo, haber trabajado para el Rey ayudaba en muchas cosas.
No tengo idea a qué hora de la madrugada nos quedamos despiertos, pero de seguro fue algo tarde. Muy probablemente nos hubiéramos quedado dormidos otro poco más, sino fuera por las trompetas que sonaban en armonía desde afuera de la casa, como si dieran la bienvenida de la realeza. Rápidamente nos levantamos y comenzamos a tomar las maletas que llevaríamos para aquella larga y extensa travesía. Antes de abrir la puerta mi amada y yo nos dimos un beso y tomados de la mano salimos de la casa.

EL IMPRUDENTE BUFÓN Y LA EXTRAVAGANTE PRINCESA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora