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Cierto día, con la llegada de varios comerciantes venía junto a ellos un trovador,  pude saberlo por su vestimenta y porque cargaba su característico laúd. Este chico  se quedó hasta el final de la presentación y prácticamente no se reía con mis bromas. Como siempre había querido aprender a tocar el laúd decidí acercarme hacia él  y hacerle una pequeña apuesta.  Si lo hacía reír con al menos  uno de tres chistes me iba a enseñar algo básico con su instrumento y si, por el contrario,  no lograba mi cometido se iba a llevar lo que había reunido durante el día;  varias frutas y un par de monedas.   Me costó en los primeros dos intentos pero luego de escuchar el último terminó riendo. Me juró ser un hombre de palabra  y así fue, ya que  terminó cumpliendo su parte del trato.  Debo admitir que  al principio, me costó un poco  aprender a siquiera tocar una nota,  pero después de un momento logré aprender un par de canciones.

Luego de un rato de estar con él me contó que había escapado de un reino que estaba a unas dos semanas de distancia, me explicó un poco de la apariencia del rey y la estructura del castillo, por si lo conocía de casualidad pero no era el caso. La cuestión es que huyó del palacio debido a que fue invadido por alguien más.  Afortunadamente él escapó a tiempo,  llevó consigo su laúd, una pequeña bolsa con monedas de oro y unas cuantas cosas más para su viaje. Días después  se enteró que la gran mayoría  de los que se encontraban en el castillo fueron asesinados,  fue una masacre sin igual. Hasta aquel entonces  seguía sin entender el porqué de toda esta matanza.

En los días que se quedó por el pueblo me mostró varias canciones en su instrumento.  Le sugerí que me acompañe  a mis presentaciones en las tardes,  cosa que aceptó con alegría. Trabajamos juntos entreteniendo a todos los  pueblerinos por casi 3 semanas.  A pesar de haber tenido una mejor aceptación que yo cuando llegué a este pueblo,  no se quedó,  prefirió huir para intentar tener una vida diferente en algún otro lugar. Me dejó su laúd, unas 3 monedas de oro  y un pequeño panfleto de alquimia.  Me dijo que quería olvidar su vida de trovador y no relacionarse más con el arte.

Mi único y nuevo amigo se fue y los habitantes lo notaron.  Después de su partida muchos  ya no se quedaban a ver lo que hacía. Era evidente y sobre todo necesario, tenía que  dedicarme en su totalidad a practicar las canciones en el laúd y utilizarlo en mi rutina. 

Estuve una semana sin salir a dar mis presentaciones, durante este tiempo le dediqué todo  lo que pude al instrumento y  comencé a crear nuevas melodías para implementarlas con mis nuevos monólogos. Para que existiese un poco de  variedad en lo que hacía había tomado  la iniciativa de escribir mis propias canciones.  A estas nuevas canciones les brindaba un toque humorístico, cosa que le encantó a todos.  Cuando retome de vuelta  las presentaciones poco a poco la atención del pueblo regresó y parecía que las cosas volverían a la normalidad.

En aquel momento comenzó a volverse más fuerte  el rumor de que la princesa, hija del rey Vladislao, se había escapado  del palacio y que la habían visto cerca del pueblo.  Este rumor aparecía y desaparecía cada cierto tiempo  y  ya llevaba un par de meses rondando de voz en voz pero nada era seguro. Una vez escuche que la princesa llevaba perdida por casi 3 años. Personas aledañas decían que era una chica que vestía de negro y que de vez en cuando paseaba por aquí.  ¿Teorías? Habían algunas,  pero todas llevaban a lo mismo,  nadie sabía cuál era su verdadero paradero.  Cuando ya llevaba alrededor de 3 semanas desde que  creé mis propias canciones y se las presenté al pueblo volvió a resurgir el rumor de la princesa.

Al final del día, luego de mi presentación,  decidí  caminar a lo largo del pueblo,  al cruzar por la pequeña taberna de aquí escuché a dos borrachos decir entre ellos que tiempo atrás habían estado en el reino  de dónde provenía la princesa perdida.  Comentaban que había una gran cantidad de dinero  como recompensa si alguien brindaba noticias verídicas respecto al lugar donde se encontraba la sucesora al  trono.  Entre ellos comenzaban a imaginar en qué iban a gastar su dinero  si encontraban información acerca de la princesa. Comida, alcohol y mujeres eran parte de las “inversiones” que ellos harían. Mientras me alejaba y me dirigía a descansar, debo admitir que también  fantaseé  con la idea de ganar aquella recompensa si hubiera tenido idea de  dónde estuviera la princesa. Me imaginé teniendo una casa o tal vez  haciéndome parte de un grupo de  artistas y recorrer por los distintos reinos a nuestro alrededor entreteniendo a todos y viviendo de aquello. Como solía decirme el trovador: “soñar no cuesta nada, cumplirlos es más complicado, pero nunca imposible”.

EL IMPRUDENTE BUFÓN Y LA EXTRAVAGANTE PRINCESA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora